Las luces de fiesta alumbran la pesadilla
As¨ª vivieron algunos de los testigos de la cat¨¢strofe una de las peores noches de la historia de Galicia
?lvaro, trabajador de la empresa que atiende el alumbrado p¨²blico en la capital de Galicia, conduc¨ªa hacia el Obradoiro el pasado mi¨¦rcoles a las 21 horas. Como cada noche del 24 de julio, deb¨ªa controlar que nada fallara durante el espect¨¢culo de luces que en tres horas iba a hacer resplandecer la fachada de la Catedral de Santiago ante decenas de miles de personas. Se cruz¨® con una comitiva de polic¨ªas y bomberos, extra?a incluso en una noche de aglomeraciones como aquella. Una llamada al concejal de Seguridad para preguntar qu¨¦ hab¨ªa pasado cambi¨® su plan. ?lvaro abandon¨® su puesto en la log¨ªstica de la fiesta y se dispuso a iluminar el rescate de un centenar de v¨ªctimas en un terrible ¡°escenario de guerra¡±.
M¨¢s de una hora antes de que ?lvaro se desviase de su ruta hacia el Obradoiro, el maquinista Jos¨¦ Francisco Garz¨®n Amo tom¨® el relevo al frente de la locomotora del Alvia que hab¨ªa salido a las tres de la tarde de Madrid. Garz¨®n pilot¨® el convoy durante 50 minutos por un trazado preparado para el AVE y con una velocidad m¨¢xima limitada a 200 kil¨®metros por hora. A las 20.41 ¡ªseg¨²n el dato oficial aportado por Renfe, la grabaci¨®n de la c¨¢mara en la v¨ªa marca que eran las 20.44¡ª, a cuatro kil¨®metros de la estaci¨®n compostelana, entr¨® a 190 en una cerrada curva que deb¨ªa tomar a 80. El tren descarril¨®. ¡°Accidente. Ni s¨¦ si saldr¨¦. Me ahogo. Aplastada¡±, logr¨® enviar por Whatsapp Susana Rela?o, una pasajeras del Alvia destino Ferrol, a su marido. A las 20.50, tras cinco minutos de angustia, remiti¨® un mensaje de alivio: ¡°Estoy a salvo¡±.
?lvaro iba a ayudar en el espect¨¢culo festivo, pero acab¨® dando luz al rescate
La periodista Alicia Rey hab¨ªa apagado el ordenador tras una larga jornada en la agencia de noticias para la que trabaja. Se dirig¨ªa en coche por la autopista AP-9 a la finca familiar; era v¨ªspera de festivo. A las 20.42 horas atraves¨® el puente sobre las v¨ªas del tren a la altura del barrio de Angrois y sus ojos vieron algo que le pareci¨® irreal: un ferrocarril empotrado en un talud de cemento con los vagones completamente volcados. Abandon¨® la autopista en la primera salida y llam¨® a la redacci¨®n. Eran las 20.43. ¡°Creo haber visto un accidente de tren¡±, balbuce¨®. Aparc¨® el coche y camin¨® hacia el desastre. A¨²n no se o¨ªan las sirenas de los servicios de emergencias, pero un reguero de vecinos corr¨ªa en la misma direcci¨®n hacia los restos del Alvia. Cuando volvi¨® la mirada a las v¨ªas desde otro viaducto, el del camino vecinal que usan los habitantes de Angrois, Alicia empez¨® a ser consciente de lo peor.
Fue entonces cuando recibi¨® un mensaje en el m¨®vil de su madre, Charo R¨²a, m¨¦dico del 061. Sab¨ªa que su hija Alicia estaba a esa hora conduciendo hacia la casa paterna por el entorno del accidente. Acaba de enterarse del descarrilamiento y quer¨ªa alertarla sobre el caos de tr¨¢fico en el que se pod¨ªa ver atrapada. A Charo le hab¨ªa tocado aquella noche de supuesta fiesta en Santiago la guardia en el helic¨®ptero. Se encontraba en el hospital de Conxo, base de las aeronaves del 061, e iba a salir para la zona del siniestro, ubicada a solo cinco minutos. Su hija le respondi¨® al momento: ¡°Estoy aqu¨ª. Y me parece que es muy grave¡±. Minutos despu¨¦s ya escuch¨® el traj¨ªn de polic¨ªa y ambulancias. Alicia se afan¨® entonces en ayudar a los vecinos de Angrois a bajar mantas. Cuando los servicios oficiales de emergencia se desplegaron, se puso tras la valla. Desde all¨ª presenci¨® con angustia c¨®mo su madre atend¨ªa a las decenas de heridos.
En el momento del descarrilamiento del Alvia todo estaba preparado en el Hostal dos Reis Cat¨®licos para recibir a los 500 invitados al concierto de la Real Filharmon¨ªa de Galicia previsto para las 21 horas, un proleg¨®meno habitual del acto central de las fiestas del D¨ªa de Galicia en Santiago, el espect¨¢culo de luces sobre la fachada del templo. Hacia la velada de m¨²sica cl¨¢sica en el Hostal, que no lleg¨® a celebrarse, se dirig¨ªa el presidente de la Xunta. Alberto N¨²?ez Feij¨®o estaba a punto de salir de su residencia oficial de Monte P¨ªo, en una colina pr¨®xima a la plaza del Obradoiro, cuando recibi¨® la llamada de su vicepresidente Alfonso Rueda, responsable m¨¢ximo de las emergencias. En ese momento, su n¨²mero dos solo le comunic¨® que hab¨ªa habido un descarrilamiento. Feij¨®o decidi¨® enviar a la zona al consejero de su gobierno que m¨¢s cerca se encontraba de Angrois, el responsable de Infraestructuras, Agust¨ªn Hern¨¢ndez. Mientras Hern¨¢ndez inspeccionaba la situaci¨®n junto a la chatarra del Alvia, el presidente gallego inform¨® a Rajoy del accidente. A¨²n no conoc¨ªa la magnitud de la tragedia. Cuando poco despu¨¦s Hern¨¢ndez le describi¨® el macabro panorama junto a las v¨ªas, Feij¨®o decidi¨® trasladarse a la zona. ¡°Tengo que estar all¨ª¡±, le dijo a uno de sus colaboradores.
Miles de personas se enteraron en el Obradoiro del suceso por megafon¨ªa
El alcalde de Santiago, ?ngel Curr¨¢s, entraba en la concurrida plaza del Obradoiro a las 20.50 horas para disfrutar de la Filharmon¨ªa. El d¨ªa de fiesta transcurr¨ªa solo perturbado por una reyerta con heridos de arma blanca. El regidor recibi¨® entonces la llamada que le alert¨® del siniestro. A los cinco minutos ya le advirtieron de que, como m¨ªnimo, hab¨ªa heridos graves y decidi¨® suspender todos los actos festivos. Lo que m¨¢s preocupaba a Curr¨¢s era el desalojo del Obradoiro, la posibilidad de que cundiera el p¨¢nico entre la multitud ya instalada en la plaza para ver los fuegos, por lo que insisti¨® a sus colaboradores en que por megafon¨ªa se destacase que se trataba de una se?al de duelo por el accidente ferroviario que acababa de suceder. ¡°El comportamiento de la gente fue ejemplar. Salieron ordenadamente y las 200 personas que estaban trabajando pudieron irse a Angrois a ayudar¡±, subraya el alcalde.
Jos¨¦ Manuel Otero, el presidente de asociaci¨®n de hosteleros de Santiago, charlaba con amigos en la terraza de uno de sus restaurantes en el Franco, la zona de vinos de la ciudad. La cercan¨ªa del espect¨¢culo de luces en el Obradoiro se hac¨ªa notar ya en las calles adyacentes. ¡°Me enter¨¦ porque el secretario de mi asociaci¨®n vino de la recepci¨®n oficial del Ayuntamiento donde ya le informaron de la suspensi¨®n de los fuegos¡±. Con las primeras im¨¢genes del siniestro, entendi¨® que el drama iba para largo y pact¨® junto a otros hoteleros improvisar un banco de camas para que pudieran descansar familiares de v¨ªctimas, psic¨®logos, forenses y el resto de personal que a esa hora gestionaba la cat¨¢strofe. ¡°Pensamos que necesitar¨ªan echar una cabezada, darse una ducha, es evidente que esa gente no quer¨ªa dormir pero tratamos de ofrecerle lo m¨ªnimo¡±. Pese a la temporada alta, por la ma?ana pusieron 100 habitaciones a disposici¨®n del gabinete de crisis en distintos establecimientos de la capital. El personal de limpieza estir¨® la jornada para tener los cuartos cuanto antes.
Sus locales, igual que los de otros restauradores de la ciudad, surtieron tambi¨¦n de bocadillos (500 en tres horas) para acompa?ar la espera de madrugada en el edificio Cersia, que reuni¨® a los allegados cuando todo era incertidumbre. La pregunta sobre si piensa cobrar por ese trabajo le ofende. ¡°No somos miserables ni vamos a aprovecharnos de una cat¨¢strofe, fue idea nuestra, quisimos arrimar el hombro¡±. A las 15.00 horas del jueves, tras encontrar acomodo a un centenar de personas, tambi¨¦n el empresario se fue a dormir.
Carmen Varela, de 58 a?os ¡ªla mitad como profesional de las urgencias y los ¨²ltimos ocho como jefa de servicio¡ª hab¨ªa entrado de guardia en el Cl¨ªnico de Santiago a las ocho de la ma?ana. La jornada estaba siendo tranquila: una pelea de j¨®venes y algunos ingresos rutinarios. La hora punta se esperaba de madrugada, como cada 24 de julio, con los comas et¨ªlicos que deja la noche m¨¢s ajetreada del a?o en Santiago. ¡°Recibo una llamada del centro de coordinaci¨®n a las nueve menos cuarto. Nos dijeron que igual era un atentado terrorista. Tuve la sensaci¨®n de que iba a ser algo muy grave. Inmediatamente llam¨¦ a los celadores para limpiar de acompa?antes los pasillos. Ped¨ª que no se moviese nadie en el cambio de turno¡±. Y empezaron a llegar compa?eros que estaban descansando o de vacaciones. Y enseguida, los primeros heridos. Seg¨²n el protocolo dise?ado por los servicios de emergencias, ser¨ªa ese hospital, el m¨¢s nuevo y moderno de Galicia, el que recibir¨ªa los casos m¨¢s complicados. ¡°La primera fue una se?ora con fracturas muy gordas en los brazos y las piernas. Ten¨ªa una contusi¨®n pulmonar. Me sorprendi¨® porque era muy mayor y estaba muy mal pero aguantaba sin decir ni ay¡±. El trasiego de camillas ya se hizo interminable. En cinco horas pasaron ¡°ciento y pico pacientes¡±. Sobre las tres de la madrugada, seg¨²n calcula Varela, entr¨® el ¨²ltimo herido. ¡°Ah¨ª empez¨® a aclararse la cuesti¨®n, nos dijeron que ya no llegar¨ªan m¨¢s y ya pudimos empezar a repetir visitas¡±. Casi 26 horas despu¨¦s de entrar en el turno, la jefa de urgencias regres¨® a casa y al poner la televisi¨®n vio por fin la dimensi¨®n de la tragedia. ¡°Tard¨¦ un par de horas en quedarme dormida porque ah¨ª fue cuando me di cuenta de lo que pasaba¡±. Sobre las 17.00 el m¨®vil volvi¨® a sonar para avisarla de que los Reyes iban a visitar el hospital.
Los hosteleros prepararon camas gratuitas para v¨ªctimas y efectivos
A las 21.15, un cuarto de hora antes de que Feij¨®o pisase las v¨ªas en la curva de A Grandeira vaticinando que los muertos ser¨ªan ¡°muchos¡±, ?lvaro, el trabajador de la concesionaria de alumbrado, comenzaba su incursi¨®n en el infierno. Lo primero que vio en Angrois fue un vag¨®n en medio de una plaza que se hab¨ªa llevado un palco de m¨²sica por delante. Despu¨¦s una rueda del tren que hab¨ªa aterrizado en una huerta. ¡°Era un escenario de guerra¡±. ?l y sus compa?eros alumbraron primero el hospital de campa?a y luego el rastreo de los bomberos en los vagones destrozados. Los vecinos del barrio les ayudaron a tirar los cables. ¡°Se desvivieron. No lo hubi¨¦ramos hecho tan r¨¢pido sin ellos¡±.
?lvaro hizo su trabajo de forma r¨¢pida y mec¨¢nica, sin pensar. Ese fue su medio de supervivencia a la cat¨¢strofe. Pero cuando acab¨®, casi a medianoche, y pudo sentarse un rato, la cabeza empez¨® a inocular el horror que hab¨ªa visto: ¡°Desde entonces no duermo bien. Iba a un espect¨¢culo de luces maravilloso en el Obradoiro y acab¨¦ metido en una pesadilla¡±.
El accidente sorprendi¨® a Feij¨®o a punto de salir hacia un concierto
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