Jos¨¦ y Juan Vi?a, la restricci¨®n cal¨®rica
Los hermanos, investigadores, insisten en que la ciencia ense?a que comiendo menos se vive m¨¢s
Jos¨¦ y Juan Vi?a son m¨¦dicos e investigadores de tron¨ªo. Despu¨¦s de una brillante carrera estudiantil desarrollada entre Valencia y Oxford, lugar donde fueron distinguidos alumnos nada menos que del premio Nobel Krebs, decidieron que lo correcto era consagrar su tiempo y su inteligencia a indagar e investigar, a conocernos mejor, a estar al tanto del intr¨ªngulis de nuestra esencia, nuestra persistencia, nuestra pervivencia y hasta de nuestra existencia, y tras su paso profesional por diversos hospitales y universidades americanas de las que fueron y son profesores, dedican ahora sus afanes a estudiar la regulaci¨®n del metabolismo, esa cosa tan simple como es el ir y venir de la energ¨ªa que comemos y bebemos, aquella que nos adelgaza y nos engorda, que nos hace vivir o sobrevivir, que nos permite ir a la tumba antes o despu¨¦s, con las carnes magras o bien repletas de grasa, seg¨²n haya sido nuestro comportamiento mundano. Una especie de religi¨®n para los cuerpos, con su premio y su castigo.
Alimentan la idea de la restricci¨®n cal¨®rica como fuente de toda virtud, e insisten en que la ciencia ense?a que comiendo menos se vive m¨¢s, como si esa extravagante idea pudiese contentar a alguno de sus pacientes, por m¨¢s que el Nature o cualquier revista de ese mundo que dominan haga de esta propuesta principio de fe o tautolog¨ªa.
Por esta raz¨®n, los hermanos Vi?a son el enemigo natural del gourmand, y entran en los restaurantes y colmados como un elefante en una cacharrer¨ªa, destrozando a su paso todas las ilusiones del hasta entonces feliz laminero: ?fuera de aqu¨ª esas grasas! ?id de aqu¨ª malditas sacarosas! ?muerte a las natas y mantequillas! ?odio a los hidratos y desprecio eterno a los alcoholes!
Mientras el frustrado comensal cae fulminado del susto, ellos, catedr¨¢ticos y expertos en las ciencias de la moderaci¨®n, sonr¨ªen con benevolencia comprendiendo la humana debilidad, pero insisten: cuidado con el az¨²car ¡ªah, la diabetes¡ª, el colesterol, los triglic¨¦ridos, la urea y hasta la bilirrubina. Todo el espectro del hambre que se contempla en la negra lista de los an¨¢lisis debe ser controlado, reprimido, aniquilado, o cuando menos abducido por nuestra mente para que se comporte y nos permita disfrutar ¡ªes un decir¡ª de unos a?itos m¨¢s en esta tierra de promisi¨®n.
Nuestra mente lucha cuando los conoce entre la pasi¨®n por las sensaciones placenteras y el reconocimiento a esa verdad casi inmutable que es la ciencia, y depende del d¨ªa en el que nos encontremos, o del ¨¢nimo que presida nuestro esp¨ªritu en el momento de la verdad, para que el supremo instante de llevarnos la cuchara al borde de los labios se convierta en un placer que agradecemos a los dioses o una lenta agon¨ªa que no sabemos a quien achacar.
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