La vaca que da leche
Barcelona lleg¨® a tener 500 lecher¨ªas y 10.000 reses en peque?as explotaciones
Dos cabezas de vaca en un precioso edificio de la carretera de Sants, donde conviven la forja, la piedra y el ladrillo en la mejor tradici¨®n modernista. Todav¨ªa no muy valorada por el resto de la ciudad, esta avenida tan ruidosa y comercial posee uno de los principales patrimonios del llamado modernismo popular, cuando ese estilo se extendi¨® de tal manera que constructores y arquitectos de las barriadas urbanas lo adaptaron al presupuesto de sus clientes, y crearon las fincas que se extienden entre la plaza de Espanya y la Rambla de Badal. Estamos ante la casa Joaquim Pau i Badia, edificada como vaquer¨ªa y domicilio particular por Modest Feu en 1902, con una decoraci¨®n floral y una hornacina en el tejado que antiguamente hab¨ªa contenido una campana.
A un par de esquinas de aqu¨ª naci¨® mi familia paterna, que ven¨ªan a buscar la leche. Justo al lado del C¨ªrculo Cat¨®lico hab¨ªa un corral con vacas lecheras. La misma tarde que estall¨® la Guerra Civil, la agrupaci¨®n cristiana fue incendiada y los animales bajaron en estampida por la calle Jocs Florals, organiz¨¢ndose un simulacro de encierro sanferminesco que acab¨® con m¨²ltiples contusiones. Aquella noche, a¨²n con las aceras oliendo a esti¨¦rcol vacuno, muchos vecinos sacaron la radio al balc¨®n y se improvis¨® un baile.
Las vaquer¨ªas urbanas no existieron hasta principios del siglo XIX y perduraron hasta pasada la posguerra
Las vaquer¨ªas urbanas no existieron hasta principios del siglo XIX. Antiguamente la leche cruda estaba reservada a los ni?os y en ning¨²n caso la consum¨ªan los adultos, que s¨®lo la tomaban en forma de reques¨®n o de queso. Sin embargo, tras las guerras napole¨®nicas comenz¨® a ponerse de moda por sus supuestas propiedades prote¨ªnicas, y las lecher¨ªas pasaron a ser unos establecimientos muy populares de la ciudad decimon¨®nica, que dispon¨ªan de cuadras en el patio trasero con alguna vaca de orde?o. La difusi¨®n de estas tiendas se realiz¨® en Catalu?a a trav¨¦s de la ciudad de Perpiny¨¤, de donde se extendi¨® a Girona y a Barcelona. En la capital catalana choc¨® tempranamente con las ordenanzas de los municipios higienistas, que consiguieron prohibir la cr¨ªa de ganado y el almacenaje de esti¨¦rcol dentro de la ciudad, as¨ª como el sacrificio de animales en la v¨ªa p¨²blica, y la creaci¨®n de mataderos con las adecuadas instalaciones. El principal te¨®rico de este movimiento ¡ªPere Felip Monlau ¡ª no era muy partidario de la leche, y se quejaba a mediados del siglo XIX de la gente que estaba abandonando el desayuno de chocolate hervido en agua por el caf¨¦ con leche.
En 1850 la revista La Abeja M¨¦dica inici¨® una campa?a contra las vaquer¨ªas, fuente de malos olores, moscas, porquer¨ªa y peligro de infecciones. A pesar de lo rom¨¢nticos que nos puedan parecer los l¨¢cteos naturales, eran un foco constante de problemas sanitarios. En una ciudad donde se suced¨ªan las epidemias mortales con miles de afectados, esta clase de pol¨ªticas acabaron por obtener el benepl¨¢cito general. No obstante, hasta que no se generaliz¨® la pasteurizaci¨®n, las vacas siguieron viviendo dentro del per¨ªmetro urbano y dando leche fresca del d¨ªa. Una leche muy f¨¢cilmente adulterable y que caus¨® verdaderos quebraderos de cabeza a las autoridades, siempre atentas ante los numerosos fraudes (la famosa leche aguada de nuestros abuelos).
La costumbre de beber leche no se extendi¨® definitivamente hasta principios del siglo XX, cuando ya la tomaban personas de toda edad, g¨¦nero y condici¨®n. Pocos a?os despu¨¦s, los alumnos de la Escola del Bosc desayunaban chocolate en polvo hervido en leche. Este producto se convirti¨® en un fetiche para la clase obrera, que lo reclamaba como una fuente principal de alimento y salud f¨ªsica. Durante la Guerra Civil, la leche y los huevos fueron los comestibles m¨¢s valorados por las familias trabajadoras. Entonces se hab¨ªa convertido en una materia de primera necesidad, como el pan. Hab¨ªa vaquer¨ªas, con una o dos docenas de vacas por establecimiento, lo cual conllevaba una serie de oficios subsidiarios como los recogedores de esti¨¦rcol, o los suministradores de forraje y paja.
Se calcula que en la posguerra hab¨ªa m¨¢s de quinientas lecher¨ªas en Barcelona, con unas diez mil reses. No ser¨ªa hasta la d¨¦cada de 1950 cuando se inici¨® el consumo de leche envasada. El ¨²ltimo lugar donde se vio a las vacas fue en la vaquer¨ªa de la calle del Carmen cerca del Pedr¨®, o en la calle Rossend Nobas de El Clot, o en la Calvet de la calle Torrijos de Gr¨¤cia. De todas estas ninguna ha sobrevivido. Junto a la cabeza de caballo en una casa de la calle Morales (cerca de la tristemente desaparecida colonia Castells de Les Corts), o del abrevadero sin agua de la calle Vila i Vil¨¤, forman los ¨²ltimos vestigios que se conservan de cuando la ciudad tambi¨¦n estaba habitada por animales rumiantes.
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