C¨®rdoba busca a los ¨²ltimos guerrilleros de Sierra Morena
La resistencia en la provincia aguant¨® una d¨¦cada
Todos le conoc¨ªan como El Aparato. El campesino Bernab¨¦ S¨¢nchez Torralbo sol¨ªa recorrer Adamuz (C¨®rdoba) con un artilugio montado en una carretilla, vendiendo y rifando chucher¨ªas. "As¨ª se qued¨® con el apodo", recuerda su nieto, Juan S¨¢nchez. El Aparato era tambi¨¦n enlace de la guerrilla que se mov¨ªa por Sierra Morena combatiendo al franquismo en los a?os cuarenta. Hasta que el 20 de septiembre, al buhonero se le aplic¨® la ley de fugas junto al arroyo Valdelaguerra, en Adamuz. Tiroteado hasta morir, su familia est¨¢ convencida de que fue enterrado en una fosa an¨®nima del cementerio municipal, junto con m¨¢s de 40 represaliados entre combatientes, colaboradores y v¨ªctimas ajenas a la lucha armada. Su tes¨®n por encontrarlo, como hacen otras familias de guerrilleros, enlaces y vecinos, revivi¨® hace unas semanas cuando se practicaron las primeras catas en el camposanto para buscar a las v¨ªctimas.
En los cuarenta, Adamuz viv¨ªa asolado por la miseria de la posguerra que dej¨® la contienda civil. La guerra fue atroz en la provincia de C¨®rdoba, pero la d¨¦cada que sigui¨® al final de los combates no lo fue menos. Las partidas de maquis estuvieron activas en los cerros de la provincia durante 10 largos a?os. Dos lustros en los que se prolongaron las ejecuciones sumarias y los fusilamientos, junto a la c¨¢rcel y la tortura de los familiares, a los que apremiaban con sadismo para delatar el paradero de los guerrilleros.
Las ¨²ltimas columnas de combatientes republicanos resistieron en esos parajes agrestes, diezmadas por la represi¨®n y el agotamiento. La m¨¢s famosa de ellas fue la partida de Romera, liderada por el socialista Claudio Romera Bernal, asesinado el 11 septiembre de 1949. Los Romera tuvieron bastante contacto con otra partida muy activa en Adamuz, la de los Jubiles. Todos ellos desaparecieron a finales de los cuarenta, y con ellos termin¨® la actividad guerrillera en Sierra Morena. Pero su memoria sigue viva, en buena medida, por la labor que durante a?os han realizado sus nietos.
Una de las descendientes es Guadalupe Mart¨ªn G¨®mez, nieta de Antonio G¨®mez Soto, acusado de ser enlace de la guerrilla, aunque la familia lo niega, y asesinado el 3 de septiembre de 1947 en el arroyo Tamujoso de Adamuz. La otra mujer que ha liderado la b¨²squeda es Araceli Pena Sanz, nieta de Alfonso Sanz Mart¨ªn, combatiente granadino muerto en una emboscada en la sierra de Adamuz el 24 de agosto de 1947. Guadalupe y Araceli han recorrido archivos, registros, buceado en libros de historia y hablado con ancianos que todav¨ªa recordaban hechos, nombres y lugares para reconstruir la suerte que corrieron aquellos grupos de guerrilleros y quienes les ayudaron.
Y no es nada f¨¢cil, 74 a?os despu¨¦s del final de la Guerra Civil, la ley del silencio que rein¨® las cuatro d¨¦cadas de Franco sigue pesando. Juan S¨¢nchez siempre supo que a su abuelo lo hab¨ªan matado, pero poco m¨¢s. "En mi familia no se hablaba. Mi padre nunca dijo nada. ?l era muy peque?o cuando pas¨®, pero tampoco preguntaba", comenta en el cementerio, junto a la zona en la que se sospecha que est¨¢ su abuelo enterrado con otras decenas de resistentes. Su t¨ªa Rafaela S¨¢nchez Torres, otra de las hijas de Bernab¨¦, le acompa?a. A sus 84 a?os, recuerda aquel periodo terrible. Rafaela termin¨® emigrando a Catalu?a con su familia, en parte por razones econ¨®micas, en parte por dejar atr¨¢s el recuerdo.
A diferencia de otros enterramientos m¨²ltiples de la guerra y la represi¨®n posterior, en el cementerio de Adamuz no se excav¨® una gran fosa com¨²n donde arrojar los cad¨¢veres. Como el ritmo de la cacer¨ªa a la que la Guardia Civil y el Ej¨¦rcito sometieron a los guerrilleros fue implacable pero lento, se opt¨® por fosas individuales que se iban abriendo a medida que los iban asesinando. Pero todo con un orden y una pauta que se repet¨ªa: en filas de a dos y con un tercera persona en medio, a lo largo de todo el muro del fondo del camposanto. Este rasgo sistem¨¢tico lleva a pensar a Guadalupe "que puede existir alg¨²n registro o archivo de la Guardia Civil que recoja cu¨¢ntas personas hay enterradas, qui¨¦nes eran y d¨®nde est¨¢n". Porque la nieta de Antonio G¨®mez Soto sospecha que bajo la tierra puede haber muchos m¨¢s restos.
Tambi¨¦n hubo gente que fue enterrada all¨ª pero cuyos cad¨¢veres se pudieron recuperar. Es el caso de Francisco Cebri¨¢n, otro enlace de los guerrilleros que fue asesinado por la Guardia Civil en Arroyo Perojil, en Adamuz, en 1949. La familia de este comunista, que hab¨ªa logrado sobrevivir a la guerra y a la represi¨®n, pero que termin¨® pasado por las armas, pudo colarse una noche en el cementerio y desenterrar su cad¨¢ver. Su nieta Dolores cuenta que la familia averigu¨® d¨®nde se encontraba la fosa. "Apenas si estaba excavada, era bastante superficial. Solo apartando un poco de tierra ya asom¨®. Comprobaron que era ¨¦l por lo calcetines rojos que llevaba, los zapatos y por la dentadura. Ten¨ªa los dientes igual que un hijo suyo", explica bajo uno de los cipreses del cementerio.
La cata arqueol¨®gica que los familiares efectuaron los pasados 10 y 11 de agosto removi¨® la historia m¨¢s negra de Adamuz. Bajo el cemento de uno de los caminos que surca el cementerio asom¨® medio cuerpo, constatando la presencia de enterramientos an¨®nimos. Parece que se resuelve as¨ª uno de los principales enigmas que asustaba a las familias: si segu¨ªan all¨ª los restos de los asesinados o hab¨ªan desaparecido del todo, durante unas obras de canalizaci¨®n acometidas en los a?os ochenta sobre las fosas, tal y como afirm¨® uno de los sepultureros. Bas¨¢ndose en las excavaciones preliminares, los familiares est¨¢n convencidos de que los represaliados siguen all¨ª enterrados.
Pero la b¨²squeda, cuando se lleve a cabo de forma completa, va a ser muy complicada. Como ha ocurrido en toda Espa?a, el tiempo ha ido modelando el paisaje de las fosas originales. En el caso del pueblo cordob¨¦s, adem¨¢s de la instalaci¨®n de tuber¨ªas, se construyeron hileras de nichos en los muros del cementerio y se levantaron nuevas estructuras. Todo ello ha hecho variar las localizaciones que ten¨ªan establecidas en un escueto croquis, dibujado por el sepulturero en los 40 y que, en el caso del abuelo de Guadalupe, se?alaba exactamente la zona en la que se encontraba. "Nos hemos dado cuenta de que los metros y distancias que indica el dibujo han podido variar porque se construyeron los nichos en los muros laterales con una profundidad de unos ocho metros", apunta la nieta del fusilado.
El primer trabajo sobre el terreno no se podr¨ªa haber hecho sin la colaboraci¨®n de Aremehisa, la Asociaci¨®n para la Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica de Aguilar de la Frontera. Este grupo, con amplia experiencia en la excavaci¨®n de fosas en la provincia de C¨®rdoba, recibi¨® el apoyo de voluntarios de media Espa?a para realizar la cata. Rafael Espino, su portavoz, espera que la campa?a se reanude con la participaci¨®n de un georradar que ayude a determinar la ubicaci¨®n exacta de las v¨ªctimas. As¨ª, 64 a?os despu¨¦s de que asesinasen a los ¨²ltimos resistentes de la guerrilla, sigue la lucha por su memoria.
Andaluc¨ªa, la historia enterrada
La Guerra Civil de 1936 a 1939 sembr¨® Andaluc¨ªa con m¨¢s de 600 fosas comunes con unos 60.000 muertos, seg¨²n la Direcci¨®n General de Memoria Democr¨¢tica. Y eso, son solo las catalogadas. La contienda del sur de Espa?a no se caracteriz¨® por las grandes batallas, pero s¨ª por una represi¨®n feroz y profunda que se prolong¨® tambi¨¦n durante la posguerra. Ejemplos de enterramientos masivos como los cementerios de M¨¢laga, con m¨¢s de 4.000 represaliados amontonados, o C¨®rdoba, con m¨¢s de 2.000, no se dieron en muchos m¨¢s puntos de la geograf¨ªa espa?ola.
La dimensi¨®n de la tragedia ha hecho que, 65 a?os despu¨¦s del fin de los fusilamientos masivos (estos se prolongaron los diez a?os posteriores a la guerra), la gesti¨®n de estos espacios, su desenterramiento, estudio e identificaci¨®n sea una labor extremadamente complicada, lenta y costosa, tanto por su dimensi¨®n econ¨®mica como emocional. Un caso especial fue el de la familia del diputado socialista Luis Dorado Luque, fusilado en C¨®rdoba en 1936 y cuya demanda de identificaci¨®n al Ayuntamiento de C¨®rdoba ¡ªentonces gobernada por IU¡ª lleg¨® al Tribunal de Estrasburgo. La corte europea, finalmente, rechaz¨® la demanda el a?o pasado.
En M¨¢laga, por el contrario, se hizo una profunda excavaci¨®n en el Cementerio de San Rafael, donde se constat¨® la fiereza de la represi¨®n despu¨¦s de que la capital, que se hab¨ªa mantenido fiel a la Rep¨²blica, cayese bajo las tropas franquistas. Inusitadamente, todos los grupos pol¨ªticos de izquierdas y derechas (el PP gobierna el Consistorio) convinieron en la necesidad de reabrir y estudiar la fosa, huella ¨²ltima de la matanza.
Las excavaciones se han dado en toda Andaluc¨ªa. Aremehisa, la Asociaci¨®n por la Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica en Aguilar de la Frontera, logr¨® hace tres a?os reabrir las fosas del cementerio municipal que dan fe de la escabechina que tambi¨¦n sufrieron los pueblos. Solo en este municipio cordob¨¦s, que durante la guerra contaba con unos 13.000 habitantes, se calcula que fueron fusilados unos 200.
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