Tomatina 2013: una revoluci¨®n roja
La tormenta ha obligado a adelantar a las 10.45 horas el inicio de la batalla de tomates Los participantes, lejos de verlo como un impedimento, han jaleado a las lluvias
La Tomatina 2013 ha sido revolucionaria hasta en la meteorolog¨ªa. Pasaban las 9.00, pero parec¨ªa que ya estaba anocheciendo. Amenazaba tormenta. Algo in¨¦dito. Lo dem¨¢s sigui¨® el guion previsto: el agua tirada de mangueras y pozales desde las ventanas, ropa manchada de vino, un enorme pene erecto de gomaespuma apuntando hacia la pancarta de Stop Homofobia?colgada por el Ayuntamiento... Y la gente enloquecida. Eso s¨ª, la marea humana era menor que la de otros a?os. La limitaci¨®n del aforo a 20.000 personas y la obligatoriedad de pagar han tra¨ªdo cambios m¨¢s importantes que los simples n¨²meros.
La tormenta lleg¨® antes que la lluvia de tomate. Luego comenzaron a volar las hortalizas. Quienes se hab¨ªan refugiado de la lluvia bajo los toldos de los edificios se juntaron formando un coro de casi 20.000 voces, que gritaron menos que el a?o pasado, cuando 40.000 personas, seg¨²n los datos municipales, se apuntaron a la Tomatina.
Este a?o, solo han sido 19.800. Lo que no ha cambiado es la procedencia de los participantes. ¡°?Hablas castellano?¡±, exclamaba sorprendido uno de los pocos espa?oles que asisti¨® al evento. Una mara?a de gritos en ingl¨¦s, franc¨¦s, alem¨¢n y japon¨¦s le hicieron eco en la calle principal.
?Los objetivos del Ayuntamiento? Autofinanciar el evento, aumentar la seguridad y traer de vuelta la gente del pueblo a la fiesta que antes les pertenec¨ªa. ¡°Tengo 71 a?os y participaba cuando era peque?a. La fiesta era solo con gente del pueblo. Sal¨ªamos a la calle con los tomates de nuestras propias casas y nos los tir¨¢bamos los unos a los otros¡±, explicaba Francisca, asomada a la puerta de su casa frente al Ayuntamiento. Pedro, su marido, dec¨ªa que su manera de participar lleva a?os limitada a tirar agua por la ventana ¡°cuando la gente pide¡±.
Las novedades de este a?o no solo han hecho variar la organizaci¨®n o la seguridad. El tr¨¢fico ha sido menor. Aparcar en el centro de Bu?ol segu¨ªa siendo sencillo a las 9.30, momento en que otros a?os era imposible incluso el mero tr¨¢nsito. El estacionamiento donde el a?o pasado se concentraban centenares de coches se ha convertido en un enorme aparcamiento con cientos de autobuses organizados por las operadoras tur¨ªsticas.
Tambi¨¦n la econom¨ªa local a peque?a escala se ha resentido notablemente. Se ha reducido el n¨²mero de vendedores y comercios ambulantes que proveen gafas de bucear a la ida y camisetas limpias, cerveza y bocadillos a la vuelta. Incluso los vecinos que abren sus garajes para guardar las mochilas de los turistas, previo pago, han visto sus estantes y sus bolsillos vac¨ªos. Los autobuses bastaron este a?o para mantener a salvo los objetos valiosos.
¡°El aspecto importante de todo esto ha sido que nos hemos quitado un poco de morralla. Gente que ven¨ªa no a disfrutar de la Tomatina sino a hacer su agosto¡±, explica Rafael P¨¦rez, concejal de Izquierda Unida responsable de la fiesta. Desde el Consistorio explican que el enorme efecto disuasorio que se ha notado en Bu?ol est¨¢ alimentado por la petici¨®n municipal de que ¡°el que no tenga entrada que no venga¡±. Seg¨²n sus datos, difundidos por primera vez, en a?os anteriores se robaban durante el evento hasta 65 veh¨ªculos.
En esta ocasi¨®n, el Ayuntamiento asegura que no ha habido incidentes, ni con quienes han entrado ni con las personas que se han quedado fuera.
En uno de los balcones del Consistorio observaba la fiesta una delegaci¨®n de coreanos llegados desde Boryeong, ciudad hermanada con Bu?ol. El alcalde, traductora mediante, se negaba a responder sobre el pacto al que han llegado ambas ciudades y que supone, entre otros, la r¨¦plica de la batalla coreana del barro en Bu?ol.
¡°Gibraltar espa?ol ?Hostia puta!¡±, gritaba uno de los pocos espa?oles de la fiesta. Los tomates sustituyeron los fusiles. Pero cuando uno siente el impacto del ¨²ltimo tomate sobre el ojo derecho, sabe que la guerra est¨¢ terminando. La suela de las zapatillas rezumando agua por dentro, los o¨ªdos llenos de pepitas, el olor a tomate y una saliva ¨¢cida. Era una hora m¨¢s tarde, pero la gente segu¨ªa enloquecida.
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