Corrupci¨®n de cercan¨ªas
Existi¨® un sistema disperso, alianzas de empleados desleales de bancos y cajas, con empresarios, pol¨ªticos y funcionarios municipales
Un hombre apresurado, de los que ya se despiden al llegar, entr¨® en la sucursal de un banco (o caja) de Palma con un sobre grueso, acunado en un diario bajo el brazo. Sucedi¨® en los 2000, cuando las islas se consum¨ªan en el burbujeo del desarrollismo inmobiliario y las gigantescas obras p¨²blicas. Prototipo de negociante repetido cien veces, usaba gran jeep y habano fijo. Ten¨ªa prisa pero no excesivos agobios por cobros y pagos pendientes en sus obras. Acudi¨®, directamente, al despacho del director de la oficina pero lo hall¨® vac¨ªo.
Inquieto, busc¨® al apoderado, tambi¨¦n ausente. Llevaba los billetes para el pago en mano de un plazo de su cr¨¦dito. El dinero siempre en met¨¢lico. Rup a rup, contante y sonante. ?l era un cliente ¡°amigo¡±, preferencial, por su actividad emergente.
Retorn¨® a la calle y acudi¨® al bar vecino tras de los dos ejecutivos amigos. La mesa de la merienda era la oficina de acuerdos reales. No estaban. Con la seguridad de sentirse amparado volvi¨® al banco y libr¨® a un empleado el fajo para reducir su pr¨¦stamo.
Un error destap¨® un m¨¦todo clandestino de cr¨¦ditos para clientes ficticios
El sobre, adem¨¢s de dinero, conten¨ªa informaci¨®n, las claves de una trama. Nombre, cuenta y prenda, la comisi¨®n clandestina, tarifa de usura. Un sobreprecio, un soborno exigido al empresario por los dos financieros asociados. El comerciante protegido actuaba con fondos privilegiados. Era el socio real de los bancarios.
La cuenta y el pr¨¦stamo con la que operaba estaban a nombre de otro, un extranjero cogida al vuelo, una identidad real para una operaci¨®n ficticia. Hubo decenas de casos as¨ª, de cuentas tapadas. En el oeste tur¨ªstico de Mallorca un director de una oficina teji¨® una cartera de clientes falsos que tuvo cr¨¦ditos y dep¨®sitos por millones de euros, para s¨ª mismo y sus amigos, para compras de terrenos, negocios y promociones; una organizaci¨®n ajena al banco.
Los dos empleados del banco o caja de Palma, contaban en el exterior con la ayuda de un tercer hombre, un guardia retirado. Era el comercial que detectaba clientes f¨¢ciles y ejerc¨ªa de emisario para asuntos complejos. El grupo compr¨® pisos y locales, o los recibi¨® en d¨¢diva por participaci¨®n. Trafic¨® con los bienes de inversores en apuros a quienes ayudaron a sobrevivir o a ahogarse en sus deudas.
A cr¨¦dito y beneficio nacieron sus negocios p¨²blicos ¡ªen sociedades a nombre de sus esposas¡ª para salvar trabas y aparentar una actividad familiar que justificase sus avances patrimoniales. Las esposas eran su pantalla, detectables en las escrituras y registros por ser titulares adem¨¢s de casas y pisos.
El error del sobre mal entregado y la casualidad ayudaron a destapar un asunto ¡ªrepetido por decenas en las islas¡ª, un ejemplo de las tramas de la corrupci¨®n perif¨¦rica y de cercan¨ªas. Existi¨® ¡ªhasta hace muy poco¡ª un sistema horizontal, local, atomizado, una especie de bancos particulares, con okupas de corbata y m¨¦todo usurero y especulador.
Estos episodios no se tradujeron en esc¨¢ndalo p¨²blico ni denuncia penal
Esos mini bancos sumergidos bajo caparaz¨®n institucional se conectaron en los pueblos con cargos pol¨ªticos, funcionarios municipales, t¨¦cnicos y constructores. Una red global. En los peque?os ¨¢mbitos todo el mundo sabe qui¨¦n es qui¨¦n, y el que avanz¨® m¨¢s all¨¢ de lo que le posibilitaba su n¨®mina y patrimonio antiguo, se sabe quienes navegan en desmesura con barcos y chalets de revista.
Estos episodios no se tradujeron en esc¨¢ndalo p¨²blico ni denuncia penal o civil. Se cerraron con traslados o destierros a oficinas del pueblo m¨¢s alejado de sus amistades peligrosas. Hubo castigos y prejubilaciones edulcoradas. Otras entidades, menores y voraces, ficharon empleados desleales con su cartera. Pocos estafadores fueron al banquillo.
La corrupci¨®n creci¨® impune bajo con la dictadura de Franco y se extendi¨® en democracia en los circuitos de la econom¨ªa de proximidad, con licencias y vista gorda municipal y regional. M¨²ltiples sociedades cerradas montaron sistemas para multiplicar sus fortunas jugando ventajistas.
Hay clanes que manejan partidillos y dominan ayuntamientos o su ¨¢rea de urbanismo pero los microbancos paralelos, los negocios con dinero del otro, cayeron con la crisis y los despidos. Con el m¨¦todo de banco B se hincharon medianas cadenas hoteleras. Tras su expulsi¨®n de su banco, un alto directivo apareci¨® de socio de un negociante tur¨ªstico al que forr¨®, a cr¨¦ditos.
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