El Liceo da la talla
Los que salvaron la noche fueron los solistas, un soberbio equipo de grandes voces con dos veteranos como son Josep Bros y Leo Nucci
El Liceo no es solo el edificio. El Liceo no es, desde luego, su direcci¨®n. El Liceo no es, tampoco, sus trabajadores, su coro, su orquesta. El Liceo es, tambi¨¦n, su p¨²blico.
En la noche del estreno de la temporada, una noche que se preve¨ªa triste, dif¨ªcil, tensa, quiz¨¢ incluso conflictiva. Todos, pero sobre todo el p¨²blico, dieron la talla y mostraron, cada uno a su modo, su firme voluntad de tirar adelante en la aciaga situaci¨®n.
En la inauguraciones suele haber gente importante, pero en esta ocasi¨®n hab¨ªa una especial concentraci¨®n de ¡°pesos pesados¡± de la ¨®pera, de la cultura o simplemente de la sociedad catalana: Caminal, Roca Junyent, Llu¨ªs Pasqual o Joan Pons, entre muchos, que quiz¨¢ hubieran estado igualmente, pero que en esta ocasi¨®n daba la impresi¨®n de que, sin exhibirse, ¡°quer¨ªan estar ah¨ª¡± y mostrar claramente con su presencia su apoyo al teatro. Tambi¨¦n estaba, en medio de la platea, sin escurrir el bulto, Josep Pons, el director titular de la orquesta, una de las voces que, sin perder la ponderaci¨®n, ha analizado con lucidez y contundencia la situaci¨®n del teatro.
En el palco, se supone que tomando nota, el conseller Mascarell, un hombre que reclama ¡°estructuras de estado¡± y que deber¨ªa darse cuenta de que en el Liceo tiene una y no tiene que crearla, s¨®lo mantenerla.
Primer concierto Verdi
Primer Concierto Verdi. Fragmentos oper¨ªsticos de ¨®peras de Verdi. Lola Casriego, soprano. Elena Mosuc, soprano. D¨¦sir¨¦e Rancatore, soprano. Josep Bros, tenor. Antonino Siragusa, tenor. Leo Nucci, bar¨ªtono, John Relyea, bajo. Orquesta Sinf¨®nica y Coro del Gran Teatro del Liceo. David Gim¨¦nez, direcci¨®n musical. Gran Teatro del Liceo. Barcelona, 30 de septiembre.
Una nota negativa: en los pasillos alg¨²n empleado se quejaba de tener que enterarse de lo que pasaba en el Liceo por la prensa. Atenci¨®n: si el Liceo se rompe por dentro, no va a haber manera de sostenerlo por fuera.
Resignados a no tener un soberbio montaje de Rigoletto que conmemorara el bicentenario del nacimiento del autor, resignados a tener como substituci¨®n unos instructivos ¡°Conciertos Verdi¡± que repasan todas las obras del maestro, incluso las que ¨¦l juzgaba malas y que nos convertir¨¢n a todos en eruditos, pero que, como espect¨¢culo, no tienen ning¨²n gancho, la noche del primer concierto con fragmentos de Oberto, Nabucco, Luisa Miller, I due Foscari, Un giorno di regno, Simon Boccanegra y Rigoletto se antojaba un tost¨®n, un imponente tost¨®n.
Si no fue as¨ª y hasta incluso cabe hablar de ¨¦xito lisonjero fue, adem¨¢s de por la buena disposici¨®n del p¨²blico, por las grandes voces que se puso sobre el escenario.
La orquesta y el coro se esmeraron, pero acusaban la falta de forma resultado del ERE que han padecido, el director, Ruben Gim¨¦nez hizo lo que pudo con lo que pusieron a su disposici¨®n, pero los que salvaron la noche fueron los solistas, un soberbio equipo de grandes voces con dos veteranos del Liceo como base, el tenor Josep Bros y el bar¨ªtono Leo Nucci y cinco debuts en el teatro, las sopranos Lola Casariego, Elena Mosuc y D¨¦sir¨¦e Rancatore, el tenor Antonino Siragusa y el bajo John Relyea, que acreditaron la fama del Liceo, aumentada por su exdirector art¨ªstico Joan Matabosch, para dar con buenos cantantes.
Todos cumplieron, todos fueron largamente aplaudidos, pero Leo Nucci, que debut¨® en el Liceo en la temporada 79-80, goz¨® de un plus de amor. El Liceo, a veces tan soso y distante, puede llegar a ser muy agradecido con los amigos fieles.
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