S¨ª pero no
Una vez vista La revoluci¨® no ser¨¤ tuitejada me qued¨¦ con la sensaci¨®n que tantas manos quiz¨¢s hab¨ªan entorpecido la idea inicial de la propuestA
Pues s¨ª, Apple Stories, el t¨ªtulo sugerido a ¨²ltima hora ¡ªdurante la presentaci¨®n del montaje a los medios¡ª por sus art¨ªfices, encaja mejor con lo que finalmente nos ofrecen los miembros de la nueva compa?¨ªa del Teatre Lliure: varias historias situadas casi todas ellas en una tienda Apple. Escribir una pieza a seis manos, coordinar lo que aporta cada uno y ponerse de acuerdo en la direcci¨®n del texto resultante siempre es m¨¢s complejo, log¨ªsticamente hablando al menos, que asumir todas esas tareas en solitario sin depender de nadie. Una vez vista La revoluci¨® no ser¨¤ tuitejada me qued¨¦ con la sensaci¨®n que tantas manos quiz¨¢s hab¨ªan entorpecido la idea inicial de la propuesta. Y es que el t¨ªtulo original parte del tema que Gil Scott-Heron escribi¨® en 1970, Revolution will not be televised,y que viene a decir que los cambios reales, los que hacen que la gente entienda las cosas y, por lo tanto, la vida de otra manera, no pasan en la calle sino en el interior de cada uno. La revoluci¨®n pasa primero por el cerebro.
LA REVOLUCI? NO SER? TUITEJADA
Creaci¨®n y direcci¨®n: Jordi Casanovas, Guillem Clua, Pau Mir¨®. Int¨¦rpretes: Laura Aubert, Javier Beltr¨¢n, Paula Blanco, Pol L¨®pez, Mima Riera, David Verdaguer. Escenograf¨ªa: Enric Planas. Vestuario: Berta Riera. Iluminaci¨®n: David Bofarull. Teatre Lliure de Gr¨¤cia, Barcelona. Hasta el 27 de octubre.
Aunque la idea del poema de Scott-Heron atraviesa los textos que componen La revoluci¨®..., la voluntad de hacer que estos se interrelacionen a trav¨¦s de sus personajes comporta que algunos de ellos se desv¨ªen hacia otros derroteros y se pierdan un poco; es el caso del mon¨®logo que interpreta Laura Aubert como dependienta de la tienda, o el final de la trama sobre el funcionamiento corporativo de la empresa. Hay un esfuerzo por ensamblar todas las piezas en un algo que tenga sentido como conjunto, no s¨¦ si por el peso de ese primer t¨ªtulo. Pero hay tambi¨¦n la convicci¨®n casi palpable de que cada una es en realidad independiente del resto. Y dir¨ªa que hay tambi¨¦n precipitaci¨®n entre una cosa y otra. No s¨¦ cu¨¢l ha sido el proceso que Jordi Casanovas, Guillem Clua y Pau Mir¨® han seguido para llegar a lo que nos presentan. Puede que haya habido una cierta confusi¨®n en el planteamiento, o que les haya faltado tiempo para acabar de desarrollar lo que iba surgiendo durante el proceso creativo, o que no hayan madurado lo suficiente el material final. En cualquier caso, La revoluci¨®¡ no acaba de estallar, lo que es una pena porque tiene momentos brillantes. La primera historia, con un acertad¨ªsimo Pol L¨®pez haciendo de trasunto de Lenin que quiere comprar un i-phone y probando sus prestaciones como la aplicaci¨®n Siri que borda Paula Blanco, es de las m¨¢s redondas. La que protagoniza Javier Beltr¨¢n en otro trasunto, el de Steve Jobs, est¨¢ tambi¨¦n bien resuelta.
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