P¨¦rez de Rozas
Ellos me hicieron reparar en la importancia de unos zapatos bien lustrados, una patilla mejor marcada...
Jam¨¢s llevo una c¨¢mara encima, no soporto posar ni se me ocurre nunca utilizar el m¨®vil para sacar una imagen cuando se supone que es noticiosa, circunstancia que est¨¢ en contradicci¨®n con mi vocaci¨®n period¨ªstica. Yo soy de los que prefiero que sean los dem¨¢s quienes decidan los instantes de la vida que conviene encuadrar; siempre me ha parecido m¨¢s conveniente que las fotos las hagan los fot¨®grafos.
Hay pocos que sepan m¨¢s de mi vida probablemente que Santi Carreras. Hijo de un periodista de calle y sobrino de una retratista de estudio de Matar¨®, el hoy subdirector de programas de Catalunya R¨¤dio jam¨¢s incomoda cuando fotograf¨ªa sino que act¨²a con una sobreentendida complicidad. A¨²n sabiendo que a uno no le gusta que le enfoquen y el otro no quiere hacerse notar con la m¨¢quina, las fotos fluyen sin darte cuenta, con normalidad, y se comentan de forma espont¨¢nea.
El recuerdo de mis mejores salidas futbol¨ªsticas est¨¢ protagonizado por Ra¨²l Cancio y Jordi Cotrina. Y me gusta ojear los diarios y revistas en busca de firmas como la de Albert Bertr¨¢n. A m¨ª me cambi¨® la mirada Agust¨ª Carbonell cuando me convenci¨® de que la imagen de un Bar?a-Valencia no era el bal¨®n que rechazaba el portero sino la paloma que se posaba sobre el saque de Ochotorena.
Las relaciones de los plumas con los fot¨®grafos siempre han sido complicadas y a menudo se resuelven a favor de los que escriben, que jam¨¢s aceptar¨ªan que su cr¨®nica fuera sustituida por una de agencia. Agust¨ª no solo nos ense?¨® a ver los partidos sino que simplificaba la tarea en la mesa: solo entregaba una copia y se sab¨ªa que era la mejor. Incluso me daba apuro que el texto desmereciera la imagen.
Extravertido y did¨¢ctico, Carlos es un personaje enciclop¨¦dico que contagia las emociones de cada uno de sus viajes desde el conocimiento y la pedagog¨ªa
El ascendente de Agust¨ª sobre la redacci¨®n era tal que ni siquiera discut¨ªa con Emilio P¨¦rez de Rozas, jefe, padre profesional y periodista completo, redactor y fot¨®grafo al mismo tiempo. Me interesa tanto desde entonces el fot¨®grafo como la fotograf¨ªa, el pie de foto como la imagen, el comentario como la instant¨¢nea, y agradezco que me ayuden a interpretar una portada o a entender una exposici¨®n.
Me encanta mirar y escuchar, imposible parar para fotografiar. No tuve ninguna duda en acudir por tanto a la inauguraci¨®n del curso del Centro de Formaci¨®n del Col.legi de Periodistes protagonizado por Carlos y Emilio P¨¦rez de Rozas: Instants per compatir. El periodisme a trav¨¦s d¡¯imatges. El acto fue una lecci¨®n magistral en un repleto auditorio presidido por maestros de la talla de Antonio Franco y Joaquim Maria Puyal.
No hubo tregua, ni tiempo para pesta?ear, por el ritmo y la vitalidad de Carlos y los apuntes period¨ªsticos de Emilio, definitivo cuando influido por Agust¨ª explic¨® c¨®mo resolver las habituales discusiones sobre gustos period¨ªsticos en los diarios: ¡°Pap¨¢ siempre respond¨ªa de la misma manera a quienes se quejaban porque siempre eleg¨ªan la peor de sus fotograf¨ªas: ¡®?Para qu¨¦ mandas una foto si no quieres que la publiquen?¡±.
El realismo se mezcl¨® en la sesi¨®n con la magia. A veces conven¨ªa fascinaci¨®n y entonces Carlos hablaba igual que un pintor sobre la relaci¨®n de Henri Cartier-Bresson con el cuerpo de Marilyn Monroe o la amistad de Annie Leibovitz con la majestuosidad de la Reina Madre. Y si las im¨¢genes demandaban un tono dram¨¢tico se impon¨ªa un gemido para referirse a Susan Meiselas y el 11-S o a Todd Heisler y la guerra del Golfo.
Apel¨® a la ¨¦pica para recordar la obra de Daniel Rodrigues, se visti¨® de investigador para encontrar las mejores fotos del funeral de Luther King y se puso curioso, por no decir cotilla o chismoso, para referirse a las chaquetas de Merkel, las zapatillas del Papa y los gestos de Clinton, para m¨¢s tarde enumerar a los mejores fot¨®grafos catalanes y del mundo.
La cuota deportiva fue divertida en un personaje futbolero como Carlos. Cassius Clay no se quit¨® el salvadidas en su viaje a Roma en 1960. A Messi le presentaron en Ol¨¦ como Gardel. Alex Fergusson fue batizado como The Hairdryer en The Sun. San Sebasti¨¢n se reencarn¨® en Muhammad Ali para Esquire; y el rostro de Carlos Checa llen¨® el suplemento de El Peri¨®dico tras ganar el mundial de Superbikes.
Portadas hist¨®ricas pasaron por la pantalla del imparable Carlos. Y obviamente no falt¨® el nost¨¢lgico archivo familiar: la figura de Pau Casals (1934), el gol de Evaristo (1960) o la llegada de los Beatles con montera en Barcelona (1965). Extravertido y did¨¢ctico, Carlos es un personaje enciclop¨¦dico que contagia las emociones de cada uno de sus viajes desde el conocimiento y la pedagog¨ªa, sin perder la condici¨®n del periodista.
Igual se viste de columnista, que de editor o director de arte para caminar como Messi. Carlos se mueve por el escenario como el 10 del Bar?a por el Camp Nou: pasos cortos y r¨¢pidos, amagos y regates, siempre explosividad, imposible ser detenido. Inutiliza al adversario y atrapa al compa?ero. Y al incontenible Emilio le avala la dedicaci¨®n a una faena que ha transmitido con generosidad y honestidad: ¡°Yo no s¨¦ nada, cuento lo que dicen los que saben¡±.
Quiz¨¢ porque nac¨ª en la calle Mayor 45, toda mi vida pens¨¦ en poder llamar un d¨ªa al timbre de Ronda 23 para saber c¨®mo era la casa de los P¨¦rez de Rozas de la misma manera que Jos¨¦ A. Garriga Vela me dej¨® embobado con Muntaner 38. Ya se sabe que los clanes provocan admiraci¨®n o repulsi¨®n, y alrededor de los P¨¦rez de Rozas se han dicho muchas cosas, no siempre buenas, ni que sea porque resultan agotadores. Me da igual.
El periodismo que imagin¨¦ desde ni?o est¨¢ reencarnado por Carlos y Emilio. Y nunca dejaron de ser referentes porque son esclavos irracionales de su trabajo, se creen lo que hacen y lo transmiten con pasi¨®n cegadora. Ambos han mandado parar una rotativa por una fotograf¨ªa, los dos han quitado una plancha por una noticia, uno y otro han re?ido igual con el regente que con el director por una portada. Algunos que les tienen por conversos identifican su intervencionismo con la histeria.
Bendita locura. No es endogamia sino gratitud por una ense?anza que se disfruta el d¨ªa en que se aprende a reparar en la importancia de unos zapatos bien lustrados, una patilla mejor marcada, un bigote excelentemente recortado o unas gafas tan impolutas que permiten visualizar el ma?ana. La magnitud de una obra colectiva se mide a partir de los detalles que aportan cada uno de sus componentes y el trabajo de Carlos y Emilio merecer¨ªa ser recordado cada d¨ªa en una aula, en una sala, en plena calle.
Jam¨¢s ser¨¦ capaz de tirar una foto mientras tenga a Carreras, Cotrina, Carbonell y los P¨¦rez de Rozas. No miro sino que les admiro y al capi [Emilio], adem¨¢s, le doy las gracias cuando me acuesto cada noche por haberme instruido en el amor al mejor oficio del mundo.
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