Espriu, en su caleidoscopio
Una muestra en el CCCB repasa la construcci¨®n del poeta como gran autor e icono
El prohombre, traje y puro, informa a los trabajadores de su fundaci¨®n que ese mes no cobrar¨¢n. La culpa es del Estado, dice, para concluir categ¨®rico: ¡°Cuando seamos independientes no pasar¨¢n estos abusos enormes¡±. Una de sus empleadas lanza, al final: ¡°?As¨ª, se?or director, ahora tampoco cobraremos?¡±. El di¨¢logo, potencialmente de absoluta vigencia, es de Els subalterns, cuento de Ariadna al laberint grotesc, que un siempre cr¨ªtico en lo social Salvador Espriu escribi¨® en 1935 y que es recreado en c¨®mic animado en una pared de 10 metros de largo en la exposici¨®n Espriu: he mirat aquesta terra, que desde ma?ana y hasta el 24 de febrero puede disfrutarse en el Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona.
El cuento, sin duda rescatado con intenci¨®n en unos tiempos en que se potencia la faceta nacionalista del poeta, es una de las mejores muestras de la caleidosc¨®pica figura del autor de Primera hist¨°ria d'Esther, retratado con riqueza de detalles en los 1.200 metros cuadrados de la muestra. El acierto en el doblete s¨ªntesis-atractivo expositivo del comisario Juli¨¤ Guillamon y la calidad de los asesores (Xavier Bru de Sala, padre del gui¨®n; la experta Rosa Delor, el bi¨®grafo Agust¨ª Pons¡) justifican que la muestra se venda como uno de los actos centrales del Any Espriu.
Los 300.000 euros del presupuesto parecen bien invertidos
Los 300.000 euros del presupuesto parecen bien invertidos. El primer apartado de la muestra, su ¨¢mbito m¨ªtico, arranca con un diorama del jard¨ªn de su casa familiar en Arenys de Mar, donde Espriu jug¨® de peque?o y pas¨® horas de reflexi¨®n de adulto. Sobre esas paredes est¨¢n los cuadros de su abuelo, el obispo Catal¨¤, de su madre (de la que cree haber heredado su vertiente calvinista que su hijo cree que ella tiene ¡°en los abismos del subconsciente¡±) u otro de su padre notario, ¡°tan admirable y detestable¡±.
Ah¨ª est¨¢ una joya, una filmaci¨®n de 1922 donde Espriu, nueve a?os, pelo al cero y de marinerito, no para quieto con sus hermanos, apunta con una escopeta de madera o intenta morder en broma al mayor. Un ni?o feliz, lejos de la imagen adusta que exhibir¨¢ de mayor, aun no marcado por la muerte de dos de sus hermanos y la larga enfermedad que le postr¨® en cama al lado de la parca, como muestra una in¨¦dita fotograf¨ªa.
La imagen est¨¢ cerca de los dibujos de su padre que inspiraron su tono literario caricaturesco, de personajes populares de Arenys que ¨¦l incorporar¨¢ a su mito de Sinera y de los que se muestra fotos, o de los grabados franceses de sus bisabuelos que conformaron la iconograf¨ªa mental de su Primera hist¨°ria d¡¯Esther. De ah¨ª surgir¨¢n obras al principio no bien recibidas: ¡°Moralmente malsana¡±, dice Manuel de Montoliu de Laia; ¡°Se ha dejado llevar por la f¨¢cil tentaci¨®n de hacerse un estilo propio¡±, escribe Maurici Serrahima de Aspectes (1934).
El color negro predomina en el segundo gran bloque porque incluye la muerte de su gran amigo Bartomeu Rossell¨®-P¨°rcel, la de su padre (1940), que le obligar¨¢ a ponerse a trabajar de abogado, y la clandestinidad del catal¨¢n. Pero ah¨ª estar¨¢ La pell de brau cuya carga pol¨ªtica el franquismo no supo leer (el expediente de censura 860-59, de 20 de febrero de 1959, concluye ¡°Salve¡±), un trampol¨ªn para el poeta-s¨ªmbolo que lo ser¨¢ gracias sus declaraciones a modo de or¨¢culo, a la popularizaci¨®n a partir de las adaptaciones de Raimon y las representaciones de Primera hist¨°ria d¡¯Esther y Ronda de mort a Sinera (en la muestra, resuelta con tino con 15 escenas tipo fotonovela), que abordar¨¢ la Escuela de Arte Dram¨¢tico Adri¨¤ Gual y Ricard Salvat.
Como en un desfile de personajes a lo Fellini, y tras pasar por episodios como las diferencias morales con Josep Pla, la muestra cierra con dibujos de sus seres carism¨¢ticos
Muchos de los figurines y decorados de esas obras ilustran la exposici¨®n, que desemboca en la imagen p¨²blica de un Espriu que ¨¦ste construye a plena consciencia: fotos donde se muestra con los a?os sobrio pero vitalista (a?os 50 y 60, con instant¨¢neas in¨¦ditas de Xavier Miserachs) para acabar m¨¢s solemne y adusto.
Como en un desfile de personajes a lo Fellini, y tras pasar por episodios como las agrias diferencias morales con Josep Pla (cena de la Lletra d¡¯Or de 1957), la muestra se cierra con dibujos actuales de sus seres carism¨¢ticos (Tianet, la reina Esther, el mago Sembobitis¡), el cuento de marras (¡°Espriu fue v¨ªctima de la Transici¨®n, se olvid¨® su protagonismo de los 60 y 70 y se le ley¨® sesgado en los 80¡±, dice Guillamon), un armario que se hizo construir plagado de compartimentos donde guardaba desde el diccionario Fabra o una Biblia protestante a sellos de correos y corbatas, y una muestra de primeras ediciones de sus obras y dedicatorias. La ¨²ltima de ¨¦stas, a su hermano: ¡°Noi, m¡¯han convertit en una patum¡±.
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