Hay palabras que matan
La expresi¨®n austeridad genera sentimiento de culpa, sumisi¨®n
El amor causa a veces tanta desaz¨®n que en lugar de producir gozo decimos que mata. San Juan de la Cruz lo defin¨ªa por eso como un no se qu¨¦ que mata con no se qu¨¦, y santa Teresa sufr¨ªa por ello como nadie: ¡°Hiri¨®me una flecha, enherbolada de amor¡±.
A las palabras les ocurre m¨¢s o menos lo mismo. Aunque no nos demos cuenta, cuando se utiliza cualquiera de ellas no solo se ¡°dice¡± algo sino que se realiza una acci¨®n que puede modificar lo que hay a nuestro alrededor y, por tanto, nuestra conducta. Eso significa que las palabras tienen capacidad performativa o, seg¨²n Derrida, ¡°el poder de transformar la realidad¡±.
Cuando se utiliza la expresi¨®n austeridad para referirse a las pol¨ªticas de recortes no es por casualidad. Con ella se genera un sentimiento de culpa que genera sumisi¨®n porque interpreta la p¨¦rdida de derechos que conllevan como la consecuencia inevitable de nuestro gasto previo excesivo. Adem¨¢s, la inmensa mayor¨ªa de las personas consideramos la austeridad como un valor positivo, as¨ª que cuando se utiliza esa palabra asociada a una determinada pol¨ªtica econ¨®mica se est¨¢ consiguiendo que se de por buena con independencia de lo que lleve consigo, de su contenido real.
La evidencia emp¨ªrica muestra que si la deuda que se quiere combatir con recortes sociales se ha disparado no ha sido por culpa de haber tenido muchos gastos corrientes (concretamente en educaci¨®n, sanidad, cuidados o pensiones p¨²blicas que son las partidas que se recortan) sino porque se pagan intereses leoninos y totalmente injustificados a los bancos privados, y las encuestas nos indican que casi un 80% de la poblaci¨®n no desea que se realicen esos recortes. Pero cuando se asocian a la palabra austeridad se aceptan f¨¢cilmente porque se considera que esta es lo natural y deseable frente al despilfarro o derroche que cualquier persona decente condena. La palabra, casi por s¨ª sola, transforma la realidad y condiciona nuestra conducta.
Algo parecido ocurre tambi¨¦n con la palabra d¨¦ficit cuando se refiere a la prestaci¨®n de los servicios p¨²blicos.Si nos dicen que la sanidad o las pensiones p¨²blicas o una televisi¨®n auton¨®mica o un servicio municipal tienen d¨¦ficit, inmediatamente pensamos en algo negativo y condenable, en que han gastado m¨¢s de lo debido y que, por tanto, hay que recortarlos o incluso renunciar a ellos.
Pero la realidad es que las actividades o servicios que se financian en el marco de un presupuesto p¨²blico no pueden tener d¨¦ficit o super¨¢vit en s¨ª mismos. Pueden tenerlos los Presupuestos Generales del Estado, los de una comunidad aut¨®noma o de un Ayuntamiento, pero no sus diferentes partidas o conceptos.
Lo mismo que no tendr¨ªa sentido ninguno decir que la jefatura del Estado o la polic¨ªa es deficitaria, tampoco lo tiene decirlo de la justicia, la sanidad, la educaci¨®n, las pensiones o de una televisi¨®n p¨²blica. Salvo que queramos performar la realidad para convencer de que la monarqu¨ªa o la polic¨ªa o cualquier otro servicio p¨²blico es muy caro, que gasta en exceso y que, por tanto, es prescindible o que sus recursos deben disminuir.
Sin que apenas nos demos cuenta, usamos palabras que matan porque nos hacen creer lo que no es para hacernos as¨ª m¨¢s obedientes.
Ning¨²n servicio p¨²blico tiene d¨¦ficit sino que, en todo caso, tiene financiaci¨®n insuficiente. Y la tienen porque una parte privilegiada de la sociedad no quiere contribuir a financiarlos como demuestra que solo aplicando las medidas que proponen los t¨¦cnicos del Ministerio de Hacienda para combatir el fraude fiscal se recaudar¨ªa pr¨¢cticamente la misma cantidad (38.500 millones de euros) que van a suponer los recortes sociales de este a?o.
Pero es evidente que no tiene el mismo efecto pol¨ªtico utilizar una expresi¨®n u otra. Si o¨ªmos a cada instante que lo p¨²blico es deficitario se pedir¨¢ que se recorte, si se hablase de su escasa financiaci¨®n, se reclamar¨ªan m¨¢s recursos, obligando a que los de arriba, y no solo los de abajo, se rasquen tambi¨¦n el bolsillo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.