El ranking de la decencia
Los rectores ofrecieron n¨²meros apabullantes para hacer frente a esa t¨®pica descalificaci¨®n que lamenta que ninguna de nuestras instituciones universitarias ocupe los lugares privilegiados en los consabidos rankings
El pasado lunes, la Real Sociedad Econ¨®mica de Amigos del Pa¨ªs (RSEAP) organiz¨® por s¨¦ptimo a?o consecutivo un debate con los rectores de las cinco universidades p¨²blicas valencianas. Esa especie de cita peri¨®dica me parece ya un motivo de esperanza. Lo es que existan espacios e iniciativas para poner de relieve y debatir la capacidad de nuestra sociedad civil, y en la magn¨ªfica sala del Conservatorio Profesional de Valencia se reun¨ªan de nuevo tres instituciones emblem¨¢ticas de esa sociedad civil: las Universidades p¨²blicas (la m¨¢s antigua, la m¨ªa, fundada precisamente por los juratsde la ciudad), la RSEAP y el Conservatorio, en cuya fundaci¨®n tuvo protagonismo la misma RSEAP.
De paso, el acontecimiento en cuesti¨®n daba pie para esclarecer de qu¨¦ hablamos cuando usamos ese concepto que hoy vuelve a estar de moda, la sociedad civil. Para hablar de qui¨¦n, qui¨¦nes y por qu¨¦ pueden hablar en su nombre, sin utilizarlo en vano. Porque sucede a menudo que se identifica a la sociedad civil casi exclusivamente con los empresarios, los ¡°emprendedores¡±, los verdaderos creadores de riqueza y, sin embargo, conviene no olvidar que hay muchos m¨¢s agentes de la sociedad civil y muchos otros creadores de riqueza: tambi¨¦n de otra riqueza. No pongo en duda que las pymes, como la CEOE o la Banca, lo son. Y por cierto que esa parte de la sociedad civil estaba muy bien representada en la sala, lo que constituye otro motivo de satisfacci¨®n. Pero trato de apuntar que cada vez que se insiste en lo que la sociedad civil demanda de la Universidad, convendr¨ªa precisar eso de qui¨¦n pide a qui¨¦n y qu¨¦ es lo que cada uno debe al otro.
En el debate, l¨®gicamente, los rectores nos hablaron de eso, de lo que las Universidades aportan. De c¨®mo cumplen con su responsabilidad frente a lo que ¡°la sociedad civil¡± espera de ellas precisamente en la medida en que las sostiene. Y se ofrecieron, por ejemplo, datos relevantes ¡ªque no repetir¨¦¡ª acerca de la contribuci¨®n al tejido productivo, a la innovaci¨®n, al desarrollo y a la riqueza, desde la investigaci¨®n universitaria. Hablaron del esfuerzo de las Universidades por aprovechar y desarrollar las nuevas tecnolog¨ªas, del empe?o en internacionalizarse, en multiplicar su capacidad de formar, de capacitar a los profesionales que esa sociedad civil necesita.
?Cumplen con ¨¦xito esos objetivos las Universidades valencianas? Los rectores ofrecieron n¨²meros apabullantes para hacer frente a esa t¨®pica descalificaci¨®n que lamenta que ninguna de nuestras instituciones universitarias ocupe los lugares privilegiados en los consabidos rankings (el de la Universidad Jiao Tong de Shanghai, el ARWU, el Webometrics, o el Higher del Times). Clasificaciones en las que, ya se sabe, nunca aparecemos ni siquiera entre los cien primeros. Confieso que, siempre que se habla de rankings, recuerdo el argumento que explica que, las m¨¢s de las veces ¨¦stos se crean para justificar la superioridad de quien los inventa, de quien impone como criterio estos y no otros indicadores. Como en la an¨¦cdota del resultado de la carrera entre los dos grandes dirigentes mundiales en tiempos de la guerra fr¨ªa, descrito por el Pravda con el siguiente titular: ¡°el gran camarada Kruschev qued¨® en segundo lugar; el presidente Kennedy, en el pen¨²ltimo¡±.
Ahora bien, como se vio en el debate, muchos de nosotros, tambi¨¦n los cinco rectores, claro, pensamos que la funci¨®n de las Universidades, lo que pueden ofrecer a la sociedad y ¨¦sta a su vez puede y debe exigirles, no es ¡ªni prioritaria, ni menos a¨²n exclusivamente¡ª proporcionar el conocimiento que habilita para la capacitaci¨®n profesional y transferir el conocimiento al mercado, es decir, la investigaci¨®n como tarea orientada a la aplicaci¨®n productiva. A mi juicio, esas tareas ya las est¨¢n haciendo y probablemente las har¨¢n mejor en el futuro otro tipo de instituciones, incluso no presenciales. Por ejemplo, empresas, s¨ª: empresas docentes que formar¨¢n ese personal cualificado que pide el mercado; empresas con departamentos de investigaci¨®n, con institutos y laboratorios dependientes que les proporcionen el saber aplicado que mejora su competencia y resultados.
Pero del mismo modo que el mercado y sus agentes son s¨®lo una parte de la sociedad civil, las Universidades responden y deben responder a otras exigencias y a exigencias de otros agentes. As¨ª, la necesidad de transmisi¨®n y desarrollo de la formaci¨®n cr¨ªtica, de la capacidad de pensar por s¨ª mismo, que permitir¨¢ saber responder a los desaf¨ªos sociales presentes y a los que aparecer¨¢n, para los que el conocimiento ¡ªque no debe confundirse con la formaci¨®n profesional¡ª es el mejor punto de apoyo. Eso requiere transmisi¨®n de cultura, de conocimiento de la sociedad. Transmisi¨®n siempre cr¨ªtica. Y quiz¨¢ sea esa la primera responsabilidad de las universidades, precisamente en t¨¦rminos de su deuda con la sociedad civil: conocerla para poder transformarla en algo mejor.
Por eso se debati¨® tambi¨¦n acerca del lugar y contribuci¨®n de las Universidades en t¨¦rminos de un ranking distinto y que, a falta de otra denominaci¨®n, llamamos el ranking de decencia: el que medir¨ªa su aportaci¨®n a hacer de las nuestras sociedades m¨¢s igualitarias, m¨¢s libres, m¨¢s inclusivas, con menos corrupci¨®n, discriminaci¨®n, violencia e impunidad, en suma, m¨¢s decentes. Y result¨® que los rectores ofrecieron argumentos y ejemplos que permiten medir esa contribuci¨®n. Criterios que, por cierto, sit¨²an a nuestras universidades en un buen lugar. Por ejemplo, porque han creado instituciones e instrumentos para la solidaridad y la cooperaci¨®n. Unidades de igualdad para luchar contra las discriminaciones que sufren las mujeres, los trabajadores, los inmigrantes, los discapacitados. Institutos de estudios de la mujer, de desarrollo local, de derechos humanos, de pol¨ªticas del bienestar¡ Servicios que estudian y promueven la lengua y las manifestaciones culturales de este pa¨ªs. Y han creado mecanismos de control y evaluaci¨®n que tratan de hacer de ellas instituciones m¨¢s abiertas y transparentes, en pugna con defectos como la endogamia, la rutina o el clientelismo. Sin moralinas. Sin pr¨¦dicas tan enf¨¢ticas como in¨²tiles. Con rigor y apertura a la cr¨ªtica y siempre desde la raz¨®n. Con la aspiraci¨®n irrenunciable de que la nuestra ¡ªla valenciana, la espa?ola, la europea¡ª sea una sociedad en la que no haya humillaci¨®n ni exilio, una sociedad, repito, cada vez m¨¢s decente.
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