Indiferencia en Mux¨ªa ante la sentencia
¡°La sensaci¨®n es que los condenados somos la sociedad espa?ola", dice un afectado
¡°Un parip¨¦, eso es lo que es. Culpables hay algunos, pero es como si a m¨ª, que soy un marinero, me ponen a juzgar a un labrador¡±. El patr¨®n mayor de Mux¨ªa, Daniel Castro est¨¢ escuchando la lectura de la sentencia del Prestige y coment¨¢ndola ante una c¨¢mara de televisi¨®n. Debe de ser de los pocos muxi¨¢ns, y posiblemente el ¨²nico marinero, que la est¨¢ siguiendo en directo, pese a que el texto que ley¨® el juez principal de la secci¨®n de la Audiencia de A Coru?a, Juan Luis P¨ªa, tiene una nada desde?able estructura narrativa. ¡°Estoy aqu¨ª por ellos, no por escuchar esto¡±, remacha Castro.
¡°Era previsible, en una sociedad en la que las ¨¦lites est¨¢n protegidas y la sociedad desprotegida¡±, comenta el gerente de la cofrad¨ªa, Natxo Castro. ¡°La sensaci¨®n es que los condenados somos la sociedad espa?ola, que correr¨¢ con los gastos, y la espa?ola, que somos los que sufrimos los efectos y la contaminaci¨®n¡±. Fuera del local de la lonja por el que pasaron hace a?os miles de voluntarios para socorrer a la entonces llamada zona cero del desastre, la indiferencia es general. En la explanada del puerto, barrida por el viento, antes de barro y cemento, y ahora tapizada de granito, Bernab¨¦ cierra la puerta de su furgoneta en la que ha depositado las capturas de la marea y la ¨²nica respuesta que da es invocar su horario de trabajo: ¡°Salgo a las dos de la ma?ana, vuelvo ahora [las 11,30] y me voy a dormir¡±.
¡°Me parece normal. La gente no se preocupa porque ya se sabe c¨®mo iba a quedar. Despu¨¦s de tantos a?os, lo que han hecho es tiempo. Lo que no iban es meter en la c¨¢rcel al pobre del capit¨¢n, que era un mandado¡±, dice Joaqu¨ªn Vilela, un marinero que anda al mar, pero no en Mux¨ªa, y que lo contempla sentado en un banco. Joaqu¨ªn sab¨ªa por los peri¨®dicos que la sentencia se dar¨ªa a conocer el d¨ªa del aniversario, y una pareja que cierra su autocaravana en la zona de aparcamiento, tambi¨¦n ten¨ªa una vaga idea. Son una pareja de Zaragoza, Alfonso y Yolanda, que lo que ignoran es el resultado: ¡°Alguien tendr¨ªa que tener alguna responsabilidad despu¨¦s de todo lo que pas¨®¡±, se sorprenden.
En el televisor del bar Wimpe, enfrente del puerto, ni siquiera est¨¢ sintonizada una cadena que retransmita en directo la lectura de la sentencia. Antonio Haz, un percebeiro que viene de recoger nasas, ve normal que la sentencia no despierte la atenci¨®n, pero hay algo que le escandaliza. ¡°Lo que no veo normal es que el juicio haya costado mill¨®n y medio de euros¡±.
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