Regeneraci¨®n democr¨¢tica y algo m¨¢s
Las causas y efectos de la crisis impactan letalmente sobre la confianza pol¨ªtica y social que necesita una democracia estable
"Lo que pide la sociedad espa?ola¡± es el subt¨ªtulo de un interesante documento del C¨ªrculo C¨ªvico de Opini¨®n (Madrid, octubre de 2013) que su presidente glosa en art¨ªculo reciente (EL PA?S, 12-11-2013). Un colectivo de distinguidos acad¨¦micos y directivos de grandes empresas interpreta en un texto breve y denso lo que la sociedad espa?ola demanda a sus dirigentes pol¨ªticos. Se presenta como llamamiento a un ¡°compromiso nacional y p¨²blico de regeneraci¨®n democr¨¢tica¡±. Un compromiso que, seg¨²n los autores, no deber¨ªa rehuir ¡°reformas constitucionales de envergadura¡±, aunque no est¨¢n ahora por priorizarlas. El documento tiene expl¨ªcitas resonancias orteguianas y exhibe la elegancia estil¨ªstica del fil¨®sofo madrile?o.
El texto contiene un diagn¨®stico nada superficial del momento pol¨ªtico. Y se atreve tambi¨¦n a adelantar propuestas que definan un nuevo regeneracionismo espa?ol en versi¨®n siglo XXI. Puedo asumir buena parte del diagn¨®stico y de las recetas prescritas para atenuar o eliminar el malestar que padece la sociedad espa?ola. Sin embargo, y como contribuci¨®n al debate, albergo algunas dudas, tanto sobre el diagn¨®stico como sobre el tratamiento.
Un proyecto de regeneraci¨®n democr¨¢tica no puede pasar por alto los efectos de ciertas pol¨ªticas socioecon¨®micas, anteriores y posteriores al estallido de la crisis
Sobre el diagn¨®stico, acertadamente se?ala que ¡°la p¨¦rdida de credibilidad (de las instituciones y de los pol¨ªticos) precede al derrumbe econ¨®mico¡± de 2008: un descr¨¦dito perceptible antes de esa fecha y agravado desde entonces. Por este motivo se pronostica que una eventual recuperaci¨®n econ¨®mica no significar¨¢ la restauraci¨®n autom¨¢tica del cr¨¦dito de la pol¨ªtica y de los pol¨ªticos. Consideran ineludible, por tanto, la adopci¨®n urgente de reformas de entidad.
Suscribo que una recuperaci¨®n de la econom¨ªa limitada a la reaparici¨®n de un aumento del PIB no conllevar¨¢ por s¨ª misma una clara mejor¨ªa en la valoraci¨®n y solidez del sistema pol¨ªtico. No bastar¨¢ un eventual crecimiento econ¨®mico porque lo que ha revelado esta crisis de alcance y escala sin precedentes no son solamente los devastadores resultados del capitalismo financiero y de su influencia. Ha aflorado al mismo tiempo la intensa p¨¦rdida de legitimidad del modelo econ¨®mico que ha generado aquellos resultados. Lo que la opini¨®n ciudadana impugna es tambi¨¦n el papel de una c¨²pula financiera transnacional que ha sido capaz ¡ªy parece que lo sigue siendo¡ª de controlar las decisiones de los Gobiernos democr¨¢ticos y de fijar l¨ªmites infranqueables a sus pol¨ªticas socioecon¨®micas, desde el propio Gobierno o mediante la intervenci¨®n de troikas inapelables.
Si la recuperaci¨®n econ¨®mica consistiera solo en retornar a tasas de crecimiento previas a la crisis ¡ªlo cual parece problem¨¢tico a medio plazo¡ª, pero no se percibieran tambi¨¦n cambios en la estructura del sistema econ¨®mico y sus relaciones con la pol¨ªtica, suscribo con los autores del texto que esta presunta recuperaci¨®n econ¨®mica no bastar¨ªa para restaurar la confianza pol¨ªtica. No s¨¦ si este es el sentido de su pron¨®stico. Porque, si lo fuera, el repertorio de medidas que recomiendan como remedios a la crisis democr¨¢tica deber¨ªa incluir alguna otra prescripci¨®n, adem¨¢s de la indispensable lucha contra la corrupci¨®n, la austeridad como estilo de vida de los dirigentes pol¨ªticos o una nueva ley de partidos.
A mi entender, un proyecto de regeneraci¨®n democr¨¢tica no puede pasar por alto los efectos de ciertas pol¨ªticas socioecon¨®micas, anteriores y posteriores al estallido de la crisis. No deben ser ignorados el incremento continuado de la desigualdad, la aparici¨®n de una movilidad social descendente, la p¨¦rdida de horizonte vital para tantos j¨®venes, la agresi¨®n a la autoestima de prejubilados forzosos, parados de larga duraci¨®n o nuevos pobres. Son realidades certificadas por los organismos internacionales y que impactan letalmente sobre la confianza pol¨ªtica y social b¨¢sica para un sistema democr¨¢tico estable.
M¨¢s exclusi¨®n econ¨®mica y social comporta menos compromiso ciudadano por carencia de recursos b¨¢sicos y por sentimiento de ineficacia pol¨ªtica: lo se?alan estudios de pol¨ªtica comparada. En sentido contrario, lo prueba el hecho de que las sociedades con m¨¢s equilibrio socioecon¨®mico interno suelen presentar mejores ¨ªndices de confianza pol¨ªtica, integridad p¨²blica y valoraci¨®n de sus democracias.
Por esta raz¨®n, a los responsables pol¨ªticos y empresariales que dicen apostar por la recuperaci¨®n democr¨¢tica y al mismo tiempo impulsan o amparan pol¨ªticas socioecon¨®micas con efectos devastadores para el tejido social y el compromiso ciudadano habr¨¢ que atribuirles o una notable inconsciencia o un descarado cinismo. Creo, pues, que una leg¨ªtima y perentoria invitaci¨®n a la regeneraci¨®n democr¨¢tica debiera aludir a la necesaria correcci¨®n de unas pol¨ªticas socioecon¨®micas que nos alejan fatalmente de los valiosos objetivos definidos por el propio documento.
Porque ¡°lo que pide la sociedad espa?ola¡± no es solo la reparaci¨®n de las carencias m¨¢s visibles de la democracia representativa: es tambi¨¦n la revisi¨®n profunda de sus mismos principios e instrumentos y de las pol¨ªticas socioecon¨®micas que est¨¢ acometiendo. O, al menos, esta es la reclamaci¨®n que suele escucharse a menudo en ¡°miles de manifestaciones en Madrid y otras muchas ciudades casi a diario¡± que el mismo documento cita oportunamente como signo positivo de vitalidad ciudadana.
Josep M. Vall¨¨s es profesor em¨¦rito de Ciencia Pol¨ªtica (UAB).
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