El Raval y las cuatro barras
Resulta inadmisible el linchamiento medi¨¢tico y la manipulaci¨®n pol¨ªtica de que son v¨ªctimas los Mossos d¡¯Esquadra
Vaya esto por delante: si de las investigaciones en curso sobre el llamado caso Raval resultasen probadas malas pr¨¢cticas policiales o conductas penalmente punibles, espero y deseo que caiga sobre los agentes eventualmente responsables todo el rigor del reglamento disciplinario y, en su caso, todo el peso de la ley. Dicho lo cual, a?adir¨¦ con la misma rotundidad que me parecen inadmisibles la presunci¨®n de culpabilidad, el linchamiento medi¨¢tico y la manipulaci¨®n pol¨ªtica que aquel desgraciado episodio est¨¢ alimentando.
Los antecedentes y las circunstancias de la detenci¨®n de Juan Andr¨¦s Ben¨ªtez muestran bien a las claras que no se trat¨® de una m¨¢s entre las casi 8.000 que practican cada a?o Mossos y Gu¨¤rdia Urbana en Ciutat Vella. Tal como explic¨® detalladamente EL PA?S en su edici¨®n del 9 de octubre, tres d¨ªas antes Ben¨ªtez organiz¨® una zapatiesta en el inmueble donde viv¨ªa, a cuenta del supuesto robo de un perro; atac¨® a una vecina al grito de ¡°?os voy a matar, os voy a matar!¡±, golpe¨® el coche de esta con las manos y con la cabeza y se enzarz¨® en una pelea con el marido de la agredida, pelea de la que result¨® con ¡°sangre en la cara y los ojos hinchados¡±.
Cualquier intervenci¨®n pol¨¦mica de los Mossos d'Esquadra pone en entredicho al cuerpo entero y permite cuestionar su misma existencia
Curiosamente, y despu¨¦s de haber declarado todo esto no solo a la prensa, sino tambi¨¦n en sede judicial, el vecino con el que Ben¨ªtez se hab¨ªa liado a pu?etazos se desdijo en el preciso instante en que la juez le desimput¨® del caso.
Si no valiesen las observaciones de diversos testigos (¡°no estaba bien¡±, ¡°iba drogado¡±...), basta leer la transcripci¨®n del di¨¢logo entre Ben¨ªtez y la operadora de la Guardia Urbana a la que ¨¦l llam¨® esa madrugada para percibir el grado de incoherencia y de alteraci¨®n ps¨ªquica de la futura v¨ªctima, que por otra parte no era precisamente un alfe?ique. La inicial desaparici¨®n del perro se convierte ah¨ª en ¡°tengo un ladr¨®n en casa; est¨¢ aqu¨ª toda su familia; me han robado de todo¡±, con una confusa alusi¨®n adicional a algo que ¡°te hace perder la visi¨®n moment¨¢neamente, pero despu¨¦s la recupera¡±.
A mayor abundamiento, se ha sabido despu¨¦s que, la v¨ªspera de los hechos, empleados del metro hallaron a Ben¨ªtez en un estado tal, que ni siquiera controlaba los esf¨ªnteres. Pero, sorprendentemente, el informe toxicol¨®gico de la autopsia parece corresponder m¨¢s a un querub¨ªn que a alguien con el perfil del fallecido. Si es as¨ª, si la excitaci¨®n y la agresividad de aquel no ten¨ªan or¨ªgenes qu¨ªmicos, ?no resulta plausible un transtorno psicol¨®gico como origen de la tragedia?
En cualquier caso, lo que ocurri¨® aquella aciaga noche en la calle de Aurora est¨¢ rodeado de contradicciones y puntos oscuros. En cambio, las reacciones pol¨ªtico-sociales han sido de una linealidad y de un simplismo extremos: fue la brutalidad de los agentes lo que caus¨® la muerte de Ben¨ªtez; el director general Manel Prat debe dimitir o ser cesado; y el conjunto de los Mossos est¨¢ bajo sospecha, hasta el punto de que cualquiera puede paralizarles s¨®lo esgrimiendo un tel¨¦fono m¨®vil y amenaz¨¢ndoles con grabar sus actuaciones.
En este discurso han conflu¨ªdo los antisistema de capucha y los de sal¨®n, los nost¨¢lgicos de la feliz ¨¦poca de Joan Saura y Joan Boada al frente de Interior, seudoexpertos con el carnet en la boca y viejos progres de los que no desde?an ocasi¨®n para redorar sus blasones.
?Recuerdan ustedes el cuartel de Intxaurrondo? ?Les suena el nombre del entonces coronel Rodr¨ªguez Galindo? ?Saben que, solo entre 1977 y 1982, al menos 146 personas murieron en Espa?a, v¨ªctimas de violencias policiales? Bien, pues ni siquiera en tales circunstancias a nadie solvente se le ocurri¨® cuestionar la legitimidad de la Guardia Civil o de la Polic¨ªa Nacional, y ning¨²n director general del ramo dimiti¨® o fue destituido por responsabilidad pol¨ªtica en esos sucesos. El discurso hiperdominante fue que se trataba de hechos aislados, de conductas individuales que no afectaban a la reputaci¨®n del colectivo.
En Catalu?a ocurre lo contrario. Cualquier intervenci¨®n pol¨¦mica de los Mossos d'Esquadra ¡ªhoy d¨ªa, pocas actuaciones policiales no lo son¡ª pone en entredicho al cuerpo entero y permite cuestionar su misma existencia. ?Por qu¨¦? Lo entender¨¢n si leen la carta que apareci¨® aqu¨ª mismo el pasado viernes, donde la lectora Carmen Blanco ten¨ªa el m¨¦rito de verbalizar aquello que muchos otros piensan pero no dicen: ¡°Creo que aquel capricho que obsesionaba a algunos nacionalistas de tener una polic¨ªa con las cuatro barras en el uniforme nos est¨¢ costando demasiado dinero y no pocos disgustos¡±.
?Acab¨¢ramos! Una polic¨ªa catalana es un experimento caprichoso y caro que adem¨¢s, al no depender del poder central ¡ªdonde han residido siempre el monopolio y la expertise de la violencia leg¨ªtima¡ª estaba abocado al fracaso. Si encima los Mossos sirven a las ¨®rdenes de un Ejecutivo nacionalista que quiere crear estructuras de Estado, ya son un remedo de las SS. ?Para cu¨¢ndo una manifestaci¨®n bajo el lema: ¡°Disoluci¨®n de los cuerpos represivos..., pero s¨®lo los catalanes¡±? Habr¨ªa hasta ministros y delegadas del Gobierno dispuestos a sostener la pancarta.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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