El arte de la muerte

Un R¨¦quiem no es ninguna broma. Meterse en un R¨¦quiem significa para un compositor entrar en un berenjenal tentador y peligroso de emociones (miedo, consuelo, esperanza) que deber¨¢n ser puestas en m¨²sica; significa, tambi¨¦n, poner en circulaci¨®n recursos musicales amplios (orquesta, coros, solistas vocales) que requieren un gran dominio del oficio. Finalmente, encarar la creaci¨®n de un R¨¦quiem significa aceptar el reto de entrar, para bien o para mal, en una lista de autores y obras que tiene m¨¢s de mil a?os de antig¨¹edad y que alberga algunas de las mejores creaciones de la cultura occidental.

Xavier Benguerel (Barcelona, 1931) estren¨® en 1990, en Torroella de Montgr¨ª, su R¨¨quiem a la mem¨°ria de Salvador Espriu, una obra que a?ad¨ªa al texto lit¨²rgico latino diversos poemas de Espriu que deb¨ªan ser recitados en el transcurso de la obra.

Convenientemente remodelado, con algunos poemas a?adidos, pero conservando todas su esencia, aquel R¨¦quiem es la base sobre la que ahora se ha montado Un R¨¨quiem para Salvador Espriu, el espect¨¢culo con que el Teatre Nacional conmemora el centenario del nacimiento del poeta.

La idea es buena, los versos de Espriu, uno de los grandes poetas de la muerte, encuentran un habitaci¨®n c¨®moda en medio del texto lit¨²rgico del R¨¦quiem y musicalmente la obra de Benguerel, una de las m¨¢s importantes y trascendentes de su cat¨¢logo, aguanta muy bien el paso del tiempo pues desde su atonalidad fundamental presenta, sin embargo, polos de atracci¨®n, centros de gravedad, que crean en su entorno sistemas sonoros coherentes.

La interpretaci¨®n en la noche del estreno fue, globalmente, de muy buen nivel. El director Miquel Ortega, el principal art¨ªfice del ¨¦xito, se mostr¨® eficac¨ªsimo para poner en pie un edificio musical complej¨ªsimo y de muy dif¨ªcil y peligrosa cuadratura. La OBC cumpli¨® muy bien ante una partitura que est¨¢ fuera de su repertorio habitual y los mismo puede decirse de las partes corales y los solistas vocales.

La estrella de la noche -todos los fot¨®grafos le buscaban- era sin duda Josep Maria Flotats que regresaba a "su" Teatre Nacional tras 16 a?os de pol¨¦mico alejamiento.

Con un porte y un aplomo imponente y en una forma envidiable a sus 74 a?os Flotats asumi¨® el recitado de los poemas de Espriu intercalados en la obra. La personal¨ªsima recitaci¨®n de Flotats, muy modulante tonalmente (con mucha "cantarella", para entendernos) y largos apoyos voc¨¢licos consigue que los textos lleguen n¨ªtidos e intensos al espectador pero, en este caso, un registro m¨¢s bar¨ªtonal y una modulaci¨®n menos amplia habr¨ªan resultado musicalmente m¨¢s adecuadas al car¨¢cter de la obra de Benguerel. En lo dram¨¢tico Flotats estuvo impecable: sabe recitar poemas de muerte, una especialidad dificil¨ªsima.