El er¨®tico y ¨²til dise?o del ¡®llonguet¡¯
El panecillo alargado longo y oblongo remite por su forma a la geograf¨ªa humana, a los pliegues, voluptuosidades y surcos naturales del cuerpo
Un llonguet, un panecillo, es puro dise?o espont¨¢neo y cl¨¢sico, refrendado por el uso y consumo en permanencia. Es arquitectura simple y ¨²til, casa de comida con tejado, curiosa por su forma con dos cuerpos unidos y escindidos, por un valle. Atractivo y pr¨¢ctico, previsto para la vida cotidiana, de pie o en la mesa dom¨¦stica.
Encaja en la mano y camino de la boca sus dos hemisferios quedan bajo los cuatro dedos largos con los pulgares de tim¨®n. El bocadillo son dos barcas unidas que cubren la sustancia que apellida, decora o ilumina. Ese pan m¨ªnimo es un artefacto que se mejora o recicla caliente, frito o asado en tosta, untado. Es balsa en calderetas y sopas.
Pan de raci¨®n (hay versiones minis, de tres bocados) es alargado longo y oblongo. Por sus formas remite a la geograf¨ªa humana, a pliegues, voluptuosidades, surcos, rajas naturales del cuerpo.
Un profesor dictaba una clase sobre la est¨¦tica y simbolog¨ªa er¨®tica del llonguet. Panecillo y llonguet son gentilicios subversivos, mote proyectil para apodar y definir con iron¨ªa en los pueblos de Mallorca a los habitantes de la capital, Palma. Unos eran de intramuros, los otros perif¨¦ricos. Unos, en el poder; los otros en la revuelta.
Se desde?aba llam¨¢ndoles llonguets a los seguidores del Mallorca de f¨²tbol en tercera de t¨² a t¨² con los perif¨¦ricos del Constancia, Baleares, Poblense, Felanitx, Margaritense, Manacor, Mahon¨¦s, Ibiza y Formentera. Al merendar, en las gradas, las aficiones eleg¨ªan su pan. Las met¨¢foras dominan de la mesa al bal¨®n: las llescas (rebanadas) son patadas o planchas flagrantes en el f¨²tbol.
Las empanadas lisas o dulces, los butifarrones con sangre o sin ella, con la tradici¨®n de la merienda del llonguet de surco fueron las pen¨²ltimas fronteras sociales, culturales, insulares. La sangre y el an¨ªs en el embutido y el az¨²car o zumo de naranja en la pasta de las empanadas de carne, son murallas conceptuales, gustos que imponen distinciones, diferentes, Es la educaci¨®n del paladar, el estilo. Se come como se ha sido.
En las islas profundas, no se?oriales, era tradici¨®n merendar con rebanadas largas de pan redondo, no siempre con panecillos individuales, afrancesados. Los llonguets, quiz¨¢s, nacieron intramuros en hornos urbanos de pan caliente, nuevo, al d¨ªa para burgueses y se?ores con criados. En el entorno rural las hornadas eran para una semana y el pan recio, compacto, sab¨ªa, ten¨ªa entidad del trigo real. De cada pan, sus rebanadas y finas ¡ªm¨¢s secas¡ª para escaldar las sopas.
Enmarc¨® una identidad de los otros: una manera de hablar y ser llonguet, con habla de palatales exageradas o blandas bleda. Llonguet fue el autor de una obsesi¨®n, una idea fija y vac¨ªa. El lenguaje alfa vio una ¡°llonguet sin miga" a una mujer espigada.
El llonguet, materia comestible, es el arquetipo del panet de merienda junto a los delicados panecillos de aceite, lisos bajos y tostados, parecidos en la forma. Ese modelo de pan tiene su raya central y evoco algo f¨ªsico por su contorno y puntas-pez¨®n. Las esponjosas vienas y las magranetes que aluden a otras frutas.
El peque?o pan llonguet como dos labios gruesos, una sima con grietas y pliegues tostados y una base plana tiene ¨¦xito por ser vers¨¢til soporte y recipiente. Otros alimentos enriquecen la austeridad de su masa de harina madurada y horneada. Medio butifarr¨®n reci¨¦n hecho o asado, encaja en cada ala o dos porciones de langoniza asada. Y una lata de mejillones, at¨²n o sardinas, tortilla francesa, lonchas de embutido, pat¨¦, queso o vegetal.
Un llonguet, el bocata, debe quedar enrojecido por dentro, las dos caras de las barcas restregadas con tomates de ramillete. El color y sabor excelentes los dan la pulpa de los frutos que en ristras, colgados, duran un a?o.
Otro bocado blanco, desayuno austero y saludable, est¨¢ en las dos barcas del llonguet solas, pan con aceite medieval (sin tomate) con un rastro de ajo ¡ªo no¡ª, sal y aceite de oliva suficientes. Esa recreaci¨®n arropa los d¨ªas de miles de nativos insulares.
Leyendo y remirando el libro Le Corbusier a Mallorca, 1932, una forma del llonguet flota en la nota dibujada por el arquitecto ante el tornavoz de Gaud¨ª en la catedral, en Palma, un artefacto influyente en LC que El¨ªas Torres restituy¨® en 2010. Pero aquel gaud¨ª destruido por la Seu en 1971 ha sido de nuevo censurado, expulsado, por los can¨®nigos llonguets' en el siglo XXI.
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