Una deliciosa fruta madura
'Decamer¨®n negro' de S¨¢nchez y Houyat¨¦ conserva la intensidad de la obra de Leo Frobenius
El atrayente t¨ªtulo de esta pieza, basada en el libro hom¨®nimo de Leo Frobenius (1873-1938), ya era familiar en el mundo de la m¨²sica a trav¨¦s del monumental y muy elogiado Decamer¨®n negro (1981) del compositor Leo Brower, que algunos core¨®grafos han usado parcialmente para la escena experimental y que a veces se ofrece en concierto.
La compilaci¨®n de Frobenius es familiar a los que tenemos cierta edad a trav¨¦s de aquella modesta edici¨®n de Losada, y luego hubo una de Alianza; ahora ha sido muy bien reeditado por Ediciones del Viento y sigue siendo una obra atractiva, intensa, vivaz y de verdad solar. El espect¨¢culo de S¨¢nchez y Houyat¨¦ conserva esta m¨¦dula, la acerca de manera humana y sencilla al espectador contempor¨¢neo, le dice sentencias trascendentes y dichos que no son precisamente de ocasi¨®n (¡°Por debajo del ombligo, todas las religiones son iguales¡±).
DECAMER?N NEGRO
Direcci¨®n: Santiago S¨¢nchez y Hassane Kasi Kouyat¨¦ (sobre el libro de Leo Frobenius); coreograf¨ªa: Paloma D¨ªaz; escenograf¨ªa: Dino Ib¨¢?ez; vestuario: Elena S¨¢nchez; luces: Rafael Mojas y F¨¦lix Garma. Compa?¨ªa L¡¯om-Impreb¨ªs. Teatros del Canal. Hasta el 15 de diciembre.
En Decamer¨®n negro se baila todo el tiempo, y sobre la danza, se habla y se gestionan las leyendas a golpe de chequer¨¦, maraca, bongoes o claves. Esa estructura ligada facilita las cosas, lic¨²a el tiempo y absorbe la fragmentaci¨®n en una escenograf¨ªa sencilla pero ¨²til y bien iluminada.Las coreograf¨ªas muy integradas de Paloma D¨ªaz citan el ambiente tribal, hacen un r¨¢pido viraje atl¨¢ntico hasta lo porte?o (el tango masculino) y lo habanero (el guaguanc¨®) y forman un biombo el¨¢stico, sinuoso y agradable por el que circulan las historias.
El guaguanc¨® es tra¨ªdo al centro de la escena con el pa?uelo bicolor (rojo y negro) de Eleggu¨¢ (deidad yoruba de los caminos): estamos ante un espect¨¢culo fronterizo entre el teatro y la danza donde se palpan en evidencia las influencias (por lo general benefactoras) de Peter Brook (que fue mentor de Kouyat¨¦) y es de rigor retrotraer al interesado hasta la base seminal de esta tem¨¢tica en el arte moderno de la danza teatral con dos piezas fundacionales de Jean B?rlin: Sculture negre (de 1920, el a?o en que el fascinado Frobenius ya ha vuelto desde ?frica a Alemania y fundado su Instituto de la Morfolog¨ªa Cultural en Munich) con m¨²sica de Poulenc, y La creaci¨®n del mundo, de 1923 con m¨²sica de Darius Milhaud y dise?os de Fernad L¨¦ger.
Si esas trazas memoriales est¨¢n en piezas de ¨¦xito comercial como El rey le¨®n, tambi¨¦n sutilmente habitan en el complejo magma substancial de este Decamer¨®n negrodonde los frutos prohibidos son los frutos sagrados, ya al alcance de la mano y deliciosamente maduros.Una obra de estas caracter¨ªsticas no se podr¨ªa hacer sin tener a los elementos humanos exactos, los adecuados.
En este caso, los cinco artistas bailan, cantan y act¨²an con fluidez, entran en la trama cuentera cada uno en su cuerda y con sus mimbres propios; no se imitan, se dan r¨¦plica en un cl¨¢sico ejercicio de respuesta y complicidad que abarca al p¨²blico, lo mete de lleno en el fragor sensual y en la riqueza anecd¨®tica. Es de destacar la capacidad histri¨®nica de Gorsy Edu tanto como la voz y el cimbreo de Yolanda Eyama (ambos de Guinea Ecuatorial); el nervio y la soltura de la madrile?a Sara Nieto que se arranca a zapatear flamenco lo mismo que dobla en la rumba negra al cubano Jos¨¦ Juan Rodr¨ªguez, un hombre de versatilidad y matices que se embolsa al auditorio ya baile, ya recite.
La angole?a Claudia Coelho pone la ternura, una imprescindible faceta de entusiasmo juvenil en ese prisma continental que trata de dibujar algo tan instintivo como posible, las leyendas ancestrales africanas que se mezclan a referencias actuales y locales con total liquidez.
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