Justicia de juzgado de guardia
La Junta y el TSJA admiten la ¡°indignidad¡± de la sede judicial de San Fernando
La ma?ana empez¨® torcida. Fue enchufar un calefactor y todo el cuadro el¨¦ctrico salt¨®. La luz se fue justo en plena declaraci¨®n de un detenido. La juez Carmen Beardo est¨¢ acostumbrada a estos sobresaltos. Caras de resignaci¨®n, disculpas obligadas y, de nuevo, a repetir porque la grabaci¨®n se hab¨ªa perdido. Fuera, una funcionaria se queja de que su ordenador tiembla. Un guardia civil se frota las manos por el fr¨ªo. Un polic¨ªa quita un extintor para poner un cartel que identifique que ese banco donde ¨¦l se sienta es para ¨¦l. A veces hay tanta gente en la entrada que el arco de seguridad se pierde en un zumbido infinito. El presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andaluc¨ªa, Lorenzo del R¨ªo, admite que la situaci¨®n de los juzgados de San Fernando (C¨¢diz) es ¡°indigna¡±. Tambi¨¦n lo considera la Junta de Andaluc¨ªa. Se busca soluci¨®n pero mientras llega hay v¨ªctimas de violencia machista que se cruzan con sus agresores porque no hay lugar donde resguardarlas.
El edificio judicial de la plaza de San Jos¨¦ ya no da m¨¢s de s¨ª. Antes, acog¨ªa un ¨²nico juzgado y arriba estaba la casa del juez. Ahora hay tres juzgados mixtos de instrucci¨®n, el registro civil, el despacho del fiscal, una sala para abogados y procuradores, dos salas de vistas y unos calabozos. El volumen de trabajo en San Fernando dar¨ªa para un cuarto juzgado pero, en realidad, no habr¨ªa donde meterlo. En 2004, Ayuntamiento y Junta llegaron a un acuerdo por el que la ciudad ced¨ªa una parcela para construir uno nuevo. La crisis se llev¨® esa posibilidad. La dignidad se filtra como la humedad de sus paredes.
¡°Si esto fuera una empresa privada, la Inspecci¨®n de Trabajo cerraba estos juzgados¡±. Carmen Beardo fue trasladada a San Fernando en 2007 como titular del juzgado n¨²mero dos y ahora decana de esta sede. Aunque est¨¢ acostumbrada a trabajar en estas p¨¦simas condiciones, se enerva al hablar de ellas. ¡°Si este juzgado funciona es gracias a sus trabajadores, que hacen un gran esfuerzo¡±. Su enumeraci¨®n tiene muchas comas y no encuentra el punto y final. Que la luz se vaya en pleno juicio o en una declaraci¨®n forma parte de su rutina. ¡°A veces lo grabo yo misma en previsi¨®n y as¨ª evito tener que repetir¡±, explica. Se lleva las manos a la cabeza hablando de cables el¨¦ctricos que cubren el suelo en contra de cualquier norma de prevenci¨®n de riesgos laborales.
Los funcionarios que la escuchan asienten y le dan la raz¨®n. Recuerdan la temida e inestable escalera met¨¢lica de la primera planta, la que deber¨ªa servir para acceder a una estanter¨ªa superior repleta de papeles. Hace unas semanas un estante entero cedi¨® y se cay¨®. Los archivos se encuentran en cualquier parte. La escalera que va hacia el ¨¢tico est¨¢ bloqueada por una monta?a de documentos. Hay expedientes en los cuartos de ba?o, en mesas supletorias. ¡°Una vez ped¨ª un armario met¨¢lico y no me garantizaron que el suelo pudiera resistir el peso¡±, admite la juez decana contrariada. Los expedientes de 2013 ya no caben. No saben d¨®nde van a guardarlos. Menos, los del a?o que viene. El despacho del secretario judicial se ha convertido en improvisado almac¨¦n de pruebas. All¨ª se guarda por ejemplo un enorme tablero de madera con el que supuestamente un detenido trat¨® de forzar la puerta de un garaje.
Los ordenadores se han quedado obsoletos. ¡°Son como los coches cubanos hechos con piezas de otros veh¨ªculos¡±, bromea el fiscal ?ngel N¨²?ez, harto de que su computadora tarde ¡°media hora¡± en encenderse. Es por eso que una funcionaria dice que su ordenador tiembla. El ventilador interno hace tanto ruido y movimiento que su mesa no se est¨¢ quieta. ¡°Un ratito no pasa nada, pero despu¨¦s de toda la ma?ana acabas temblando t¨²¡±. Abajo, en la entrada, los guardias civiles resisten abrigados el fr¨ªo que no frena la puerta averiada. En los d¨ªas de juicios el arco de seguridad es un adorno. ¡°Se queda pitando todo el tiempo pero no se escucha por el vocer¨ªo¡±, explica uno de ellos.
Pero por encima de la incomodidad que padecen los trabajadores ateridos por el fr¨ªo o angustiados por la falta de espacio, tampoco hay garant¨ªa de dignidad para detenidos y v¨ªctimas. ¡°Aqu¨ª m¨¢s o menos caben cinco personas¡±, relata el polic¨ªa que custodia el calabozo pero si vienen mujeres y hombres hay que separarlos y no hay sitio. Entonces a las mujeres se las instala en un despacho. Para preservar la intimidad de los detenidos, colocaron un armario que sirve de parapeto en la entrada del juzgado. El agente tuvo que quitar un extintor para poner en su lugar un cartel con la palabra Polic¨ªa. Evita as¨ª que, en los momentos de aglomeraci¨®n, que son muchos, la gente se sentase en su banco.
En un juzgado que atiende diariamente a las v¨ªctimas de violencia machista, es f¨¢cil que, debido a sus reducidas dimensiones, se crucen las mujeres con sus agresores. ¡°Lo intentamos pero no siempre se puede evitar porque no hay sitio donde puedan estar mientras el detenido pasa a declarar¡±, explica la jueza.
La desesperaci¨®n no tiene m¨¢s respuesta que palabras de comprensi¨®n y apoyo de los jefes y los pol¨ªticos que en el juzgado nadie cree. Fuentes de la Junta han apuntado que la Consejer¨ªa de Justicia ya tiene en marcha un pliego de condiciones para buscar una nueva sede judicial de alquiler, ya que se descarta cualquier gran inversi¨®n. Se ha encontrado una opci¨®n en unos bajos comerciales de 2.000 metros en el n¨²mero 229 de la calle Real. Lo malo es que costar¨ªa m¨¢s que los 50.000 euros anuales que vale el alquiler del edificio de la plaza de San Jos¨¦. El traslado choca con la pol¨ªtica de ahorro que ha permitido reducir en 1,4 millones de euros el gasto en oficinas, m¨¢s de tres en los ¨²ltimos tres a?os. Con la puerta estropeada, con una luz temblorosa, con una monta?a de archivos, con v¨ªctimas y detenidos cruz¨¢ndose, en San Fernando toca seguir esperando.
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