Sangre de tu sangre
¡®30/40 Livingstone¡¯, una par¨¢bola pol¨ªtica galvanizada por la interpretaci¨®n desbordante de Sergi L¨®pez
Una par¨¢bola humor¨ªstica inquietante, abierta a interpretaciones diversas, donde se reflejan simb¨®licamente la dualidad de la naturaleza humana, la lucha de clases, el irresistible magnetismo del poder y el papel rector que juegan genoma y ambioma en la vida, representada aqu¨ª como una partida de tenis desequilibrada cuyo vencedor designado es a su vez el due?o de la pelota y el autor ideol¨®gico del reglamento.
Su protagonista, un hijo de juez que decide abandonar el trabajo para ir all¨¢ donde le lleven su natural curiosidad y su avidez (Sergi L¨®pez) es una mixtura entre ni?o malcriado, artista diletante y astilla de tal palo, pues lleva dentro la impronta familiar, sin saberlo. Su antagonista (Jorge Pic¨®), caracterizado de ciervo indefenso de preciada cornamenta, encarna la idea rousseauniana del hombre natural, que conf¨ªa en la bondad ajena y en el juego limpio.
30/40 Livingstone
Autores, directores, escen¨®grafos e int¨¦rpretes: Sergi L¨®pez y Jorge Pic¨®. Vestuario y acompa?amiento esc¨¦nico: Pascual Peris. M¨²sica: ?scar Roig. Luz: Lionel Spycher. Teatro de La Abad¨ªa. Hasta el 8 de diciembre.
Aunque Pic¨® y L¨®pez forman una c¨®mica pareja de baile m¨¢s asim¨¦trica todav¨ªa que Laurel y Hardy o Manol¨ªn y Shilinsky, la primera parte de 30/40 Livingstone es un expresivo solo mediante el cual el plant¨ªgrado con pretensiones humanistas encarnado por el actor catal¨¢n allana el terreno para su decisivo paso a dos con el temeroso cervatillo mudo encarnado con virtuosismo gestual por Pic¨®.
L¨®pez, que en pel¨ªculas como Una relaci¨®n privada es actor muy expresivo pero de adem¨¢n contenido, en el escenario es un tornado, un buf¨®n comparable a cualquiera de los mejores que pas¨¢rseles pueda a ustedes por la cabeza, Dario Fo incluido.
Su interpretaci¨®n y la de Pic¨® (sin tanto terreno para el lucimiento, pero no menos efectiva), sobreelevan un texto, escrito al alim¨®n, en cuya sugestiva dramaturgia no acaba de cerrarse correctamente la serie de equivalencias trazadas entre el universo de la obra y el de los espectadores, que no obstante celebran cumplidamente el generoso derroche de facultades de ambos c¨®micos, su libertad expresiva, la facundia extraordinaria de Sergi L¨®pez y, muy especialmente, esa escena hiperb¨®licamente interpretada (porque de lo extremo solo se puede dar cuenta cabal mediante una exageraci¨®n equivalente) donde su personaje, metamorfoseado ya, celebra hasta el ¨¦xtasis cu¨¢n rebosantes de satisfacci¨®n se sienten ¨¦l y la adinerada fauna que puebla la zona vip de una instalaci¨®n deportiva similar a la Caja M¨¢gica.
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