Malestar en la cultura
Es hora de reivindicar la cultura como motor de transformaci¨®n social y de liberar el debate p¨²blico del cors¨¦ de la econom¨ªa
El mundo de la cultura est¨¢ en ebullici¨®n. El rumbo incierto del Arts Santa M¨°nica y el alquiler del MNAC para una boda que oblig¨® a cerrar el museo han disparado por fin la cr¨ªtica sobre el estado de la cultura. Hasta ahora, el malestar de la cultura no hab¨ªa tenido una traducci¨®n p¨²blica a pesar de que ¨¦sta constituye uno de los sectores m¨¢s duramente castigados por la crisis. Porque a unos presupuestos cada vez m¨¢s exiguos hay que a?adir el impacto del incremento del IVA y la precariedad de un ¨¢mbito en el que, seg¨²n un informe del CoNCA, el 25% de los profesionales ingresa menos de 6.000 euros brutos anuales. Este progresivo desmantelamiento del tejido cultural es el resultado de la escasa valoraci¨®n del papel de la cultura que hace que esta siempre tenga las de perder en la jerarqu¨ªa de las prioridades pol¨ªticas, especialmente en tiempos de recesi¨®n.
M¨¢s all¨¢ de lo anecd¨®tico, los acontecimientos de esta semana plantean algunas cuestiones de fondo. En el caso de Santa M¨°nica, la excesiva proximidad entre cultura y entretenimiento, y la prioridad que la nueva direcci¨®n otorga a la ¡®innovaci¨®n¡¯ y la comunicaci¨®n del proyecto por encima de su contenido han hecho saltar las alarmas en un momento en que los artistas no disponen de las condiciones imprescindibles para desarrollar su trabajo. Preocupa tambi¨¦n la sombra de injerencia pol¨ªtica en la gesti¨®n de las instituciones culturales, mientras que el flirteo con el mundo empresarial parece s¨ªntoma de una pol¨ªtica que, ante las dificultades econ¨®micas, se rinde a las exigencias del mercado.
En este sentido, el revuelo provocado por el cierre del MNAC para un evento privado pone sobre la mesa la pregunta sobre c¨®mo debe financiarse la cultura. Los equipamientos del sector llevan a?os alquilando sus espacios para equilibrar sus presupuestos, pero, sin la transparencia de una ley de mecenazgo, la relaci¨®n entre el sector privado y el p¨²blico despierta suspicacias por la falta de un compromiso m¨¢s all¨¢ de la conveniencia a corto plazo. En realidad, el problema surge cuando la b¨²squeda de financiaci¨®n privada no es un complemento sino una respuesta desesperada a la falta de recursos p¨²blicos. La asistencia de las m¨¢ximas autoridades del pa¨ªs a la fiesta privada del MNAC parece confirmar el espaldarazo pol¨ªtico a esta f¨®rmula. El argumento, una vez m¨¢s, es econ¨®mico. Cualquier defensa del valor intangible de la cultura palidece ante los supuestos 60 millones de retorno para la econom¨ªa de la ciudad.
El resultado es un mapa cultural a la vez m¨¢s rico y m¨¢s disperso, en el que una cierta desinstitucionalizaci¨®n de la cultura obliga a los espacios tradicionales a repensar su sentido para recuperar centralidad
Todo esto pone en evidencia la necesidad de reivindicar la cultura como motor de transformaci¨®n social y de liberar un debate p¨²blico secuestrado por la econom¨ªa. Los momentos de recesi¨®n son siempre oportunidades para repensar nuestra manera de vivir, de relacionarnos y de imaginar el futuro, y las instituciones culturales son espacios de creaci¨®n y aprendizaje privilegiados para la construcci¨®n de estos nuevos imaginarios. Son, en definitiva, espacios pol¨ªticos de primer orden, al propiciar el encuentro, la representaci¨®n y el reconocimiento, y la formaci¨®n del pensamiento cr¨ªtico.
Un problema a?adido es que el debate sobre la relevancia de la cultura ha cogido al sector con el paso cambiado por una doble transformaci¨®n. La revoluci¨®n tecnol¨®gica, con la proliferaci¨®n de fuentes de informaci¨®n y la posibilidad que ofrece Internet de almacenar el conocimiento, ha alterado la manera en que el p¨²blico se acerca a la cultura. En un momento en el que todo est¨¢ aparentemente accesible en la red, el debate est¨¢ servido. Mientras que por un lado ya no parece estrictamente necesario desplazarse para disfrutar del arte, tambi¨¦n es cierto que ante el magma informativo resulta m¨¢s necesario que nunca el trabajo de traducci¨®n y creaci¨®n de relato que ofrecen los centros culturales. Sea como sea, los museos est¨¢n inmersos en una transformaci¨®n profunda por la expansi¨®n de sus p¨²blicos m¨¢s all¨¢ de sus paredes.
El segundo cambio es la relativa descentralizaci¨®n de los lugares de producci¨®n de la cultura. Hoy, los focos culturales ya no surgen necesariamente en los grandes museos o auditorios, sino en espacios m¨¢s peque?os y espont¨¢neos, como librer¨ªas o ateneos, a menudo autogestionados y mejor enraizados en los barrios. Son espacios que siempre existieron pero que ahora renacen fruto de las ansias de autonom¨ªa y de autenticidad. Estos espacios representan bien que lo que realmente importa en el proyecto cultural es la idea. En algunos casos, lamentablemente, son tambi¨¦n el resultado de la precariedad que, a pesar de todo, no consigue empa?ar la calidad de la dramaturgia, el cine, la m¨²sica y el mundo editorial que surgen en los m¨¢rgenes.
El resultado es un mapa cultural a la vez m¨¢s rico y m¨¢s disperso, en el que una cierta desinstitucionalizaci¨®n de la cultura obliga a los espacios tradicionales a repensar su sentido para recuperar centralidad. Al final, pues, el riesgo es que, ya sea por dificultades econ¨®micas, falta de independencia, desd¨¦n pol¨ªtico o cambios culturales de fondo, las instituciones se vayan vaciando de contenido hasta el punto de llegar a ser verdaderamente irrelevantes.
Judit Carrera es polit¨®loga.
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