A la caza del topo
El Consell ha establecido normas m¨¢s rigurosas en el orden funcional y disciplinar para impedir o al menos dificultar el espionaje que cree padecer
Uno de los cometidos primordiales de la prensa consiste en descubrir y divulgar los asuntos que los poderes p¨²blicos quieren ocultar. Tambi¨¦n es el m¨¢s apasionante para los periodistas dignos de este oficio, aunque no les sea exclusivo, como han sido los sonados casos de Julian Assange, perseguido por Wikileaks, esa publicaci¨®n masiva de documentos clasificados; Eduard Snowden, que revel¨® la vigilancia a que nos somete la CIA; Daniel Ellberg, que aire¨® los papeles del Pent¨¢gono sobre Vietnam; o Bradley Manning, que hizo algo similar acerca de las sevicias de las tropas USA en Irak. Y, claro, Garganta profunda, ese resentido que acab¨® con el bocazas del presidente Richard Nixon vali¨¦ndose de dos redactores del Washington Post. Todos ellos, al margen de sus motivaciones, verdaderos h¨¦roes de nuestro tiempo.
Podr¨ªamos evocar episodios asimismo plausibles y m¨¢s pr¨®ximos, como fueron en su momento las revelaciones acerca de los GAL o tantos casos escandalosos de corrupci¨®n recientes aflorados gracias a la profesionalidad de informadores que a menudo fomentaron o merecieron la confianza de quienes abominan de tanto secretismo y opacidad injustificada en los asuntos del Estado y de la Administraci¨®n espa?ola. A este respecto y estos mismos d¨ªas ha sido notable la actitud, entre airada y circense, del titular de Hacienda, Crist¨®bal Montoro, acusando a los presuntos filtradores de su departamento y a los medios informativos que se han hecho eco de las confidencias acerca de las s¨²bitas destituciones y relevos de funcionarios de ese ministerio. No es aventurado sospechar que con este traj¨ªn no se pretende otra cosa que cazar o castigar a los posibles topos.
Casi en sinton¨ªa con este avatar ministerial, tambi¨¦n el Consell ha establecido normas m¨¢s rigurosas en el orden funcional y disciplinar para impedir o al menos dificultar el espionaje que cree padecer. Parece que en el origen de estas medidas ha estado la propuesta o contrataci¨®n de un entrenador personal ¡ªcoach, dicen los coents de la casa¡ª para que los altos cargos, con el molt honorable a la cabeza, se sacudiesen el pelo de la Dehesa y alumbraran alguna idea. Esa u otra frusler¨ªa, que tampoco ha quedado claro el objeto y contenido de este servicio personal, tan inoportuno y un tanto rid¨ªculo en estos tiempos de penuria.
A prop¨®sito de trances como el que relatamos viene al caso recordar el compromiso por la transparencia que el presidente Alberto Fabra formul¨® cuando ocup¨® la poltrona en julio de 2011. Bien sab¨ªa o intu¨ªa que la opacidad de la gesti¨®n administrativa era el tal¨®n de Aquiles ¡ªy vergonzante bald¨®n¡ª de su antecesor, Francisco Camps, que confundi¨® su ¨¢mbito de poder y mayor¨ªa parlamentaria con la casa de T¨®came Roque, donde toda tropel¨ªa ten¨ªa asiento porque de nada se rend¨ªa cuentas, a pesar de las reiteradas y pr¨¢cticamente in¨²tiles sentencias de las m¨¢s altas instancias judiciales que le conminaban a informar, tanto a ¨¦l como a su gobierno. Ni caso. Desde?¨® a la justicia, a la oposici¨®n y se blind¨® con cl¨¢usulas de confidencialidad. Tal fue su mortaja pol¨ªtica.
El hoy president sabr¨¢ qu¨¦ hace, pero dif¨ªcilmente consolidar¨¢ su precaria candidatura perdiendo el tiempo en la caza del topo cuando est¨¢ demostrado que la transparencia es el mejor ant¨ªdoto contra la corrupci¨®n, empezando por la que anida en su propio partido. Claro que tambi¨¦n es posible que haya tirado la toalla y dejado ese desaf¨ªo para quien le suceda en la poltrona.
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