Sobreviviendo al clich¨¦

Con una concluyente satisfacci¨®n entre su parroquia, Quique Gonz¨¢lez sigue contando sus frecuentes conciertos en Valencia por victorias abultadas. El recurso al s¨ªmil deportivo podr¨ªa parecer, al margen de muy recurrente, gratuito, pero tampoco se antoja un capricho si de lo que se trata es describir el trayecto actual de un autor que tampoco los escatima (Delantera m¨ªtica es el nombre de su ¨²ltimo ¨¢lbum), y que siempre ha caminado sobre el muy codificado filo por el que se desliza un imaginario sonoro y l¨ªrico tan reconocible como aparentemente alejado de nuestra cultura m¨¢s pr¨®xima.

El madrile?o lleva a?os convertido en nuestro trovador el¨¦ctrico del rock de ra¨ªz norteamericana por antonomasia, y al final no queda m¨¢s remedio que aceptar que la superaci¨®n de ciertos estereotipos y clich¨¦s (que obviamente pueden desprenderse de su propuesta) queda supeditada a lo ¨²nico que, al final, acaba importando: la consistencia de sus canciones. Y en ese sentido, su ¨²ltima entrega (que repite hechuras, de nuevo con producci¨®n de Brad Jones en Nashville) supone una cierta recuperaci¨®n respecto a la tibieza del taciturno Daiquiri Blues (09), enmarcada en un trayecto que corona ya tres lustros con sus l¨®gicos altibajos.

Contribuye tambi¨¦n a ello su actual formaci¨®n, quiz¨¢ la m¨¢s netamente rockera de entre las muchas que le han acompa?ado. Con la base r¨ªtmica de los valencianos Se?or Mostaza (solventes escuderos a sueldo de muchas luminarias del rock estatal) y las guitarras de Pepo L¨®pez y el vers¨¢til Eduardo Ortega. Ambos apuntalan la solidez de un directo que tambi¨¦n recupera vigor respecto a la gira del que fuera su anterior ¨¢lbum, y prolongan la diversidad de texturas del historial en directo del madrile?o, siempre jalonado por sus partenaires a la guitarra principal (Carlos Raya, David Gwynn, Javier Pedreira o David Soler).

Todo esto, huelga decirlo, ya lo sab¨ªan quienes se acercaran a verle hace solo ocho meses en la misma abarrotada sala. Electricidad, mandolinas, harm¨®nica y ni rastro de teclados. Un set directo y sin exceso de florituras, espoleado por un arranque en¨¦rgico, puenteado con interludio ac¨²stico y rematado con la relectura galv¨¢nica de algunos cl¨¢sicos (as¨ª como otros que, nacidos ya el¨¦ctricos, no necesitan mayores chutes de adrenalina). Una treintena de canciones servida bajo un gui¨®n tan previsible como cal¨®rico, exultante de vigor.