La doble desafecci¨®n
A la desafecci¨®n por la cuesti¨®n territorial se suma ahora un nuevo frente de descontento: la involuci¨®n autoritaria
Si hay algo que las encuestas se?alan de manera inequ¨ªvoca es que el descontento en Catalu?a respecto de la relaci¨®n con Espa?a es ampliamente mayoritario. La desafecci¨®n de la que advirti¨® el expresidente Jos¨¦ Montilla en Madrid en plena batalla por el Estatut, no solo no amaina, sino que sigue creciendo. A este distanciamiento se le est¨¢ sumando ahora otro motivo de desafecci¨®n: el Gobierno del PP no solo no tiene un proyecto para Espa?a en el que esa gran mayor¨ªa de catalanes pueda confiar y sentirse c¨®moda, sino que se ha lanzado a una contrarreforma que amenaza con devolvernos a modelos caducos m¨¢s propios de la caverna franquista que de un pa¨ªs moderno. Vuelve, de la mano del PP, aquella Espa?a negra de sotana y sacrist¨ªa que recorta derechos y libertades, perdona a los defraudadores, persigue a los manifestantes y obliga a las mujeres a dar a luz contra su voluntad, mientras el empalagoso espectro de Raphael coloniza las pantallas.
La deriva autoritaria est¨¢ dando nuevos motivos de desafecci¨®n, no solo en Catalu?a, por supuesto, pero muy especialmente en Catalu?a, donde determinadas manifestaciones de la derecha espa?ola m¨¢s rancia y retr¨®grada generan especial urticaria. ?C¨®mo influir¨¢ este nuevo motivo de distanciamiento en la evoluci¨®n de la pol¨ªtica en Catalu?a?
En teor¨ªa, la necesidad de reaccionar a la involuci¨®n democr¨¢tica deber¨ªa favorecer, tambi¨¦n en Catalu?a, a la fuerza pol¨ªtica que m¨¢s genuinamente ha representado en Espa?a el esp¨ªritu modernizador, el socialista. Sus dirigentes ya han anunciado que lo primero que har¨¢n si ganan las elecciones es suprimir las leyes que consagran el retroceso. La ¨²ltima vez que se plante¨® una disyuntiva de este tipo ¡ªlas elecciones de 2004, que gan¨® Rodr¨ªguez Zapatero¡ª el PSC obtuvo 25 diputados en Catalu?a. Ven¨ªamos de una legislatura en la que Aznar hab¨ªa dejado ya de hablar catal¨¢n en la intimidad y aplicaba el rodillo de la mayor¨ªa absoluta, pero el electorado se moviliz¨® sobre todo para frenar la deriva antisocial y castigar una forma de gobernar que ya apuntaba maneras autoritarias. ?Volver¨¢ a comportarse el electorado catal¨¢n de la misma manera en una coyuntura similar? No est¨¢ claro. Las cosas han cambiado mucho en estos a?os.
De momento, la falta de respuesta a las demandas catalanas y la estrategia recentralizadora emprendida por el PP no hacen sino agrandar la sima entre Catalu?a y Espa?a. El disgusto y la humillaci¨®n que muchos catalanes comparten al margen de su ideolog¨ªa pol¨ªtica est¨¢n desplazando la hegemon¨ªa del catalanismo desde posiciones proclives al entendimiento a posiciones cada vez m¨¢s proclives a la ruptura. Las dos fuerzas pol¨ªticas que hab¨ªan sustentado la centralidad de esa pol¨ªtica, CiU y PSC, se encuentran ahora en retroceso y la polarizaci¨®n del conflicto territorial solo puede seguir perjudic¨¢ndoles. A CiU siempre le queda la posibilidad de hacerse el haraquiri para subsumirse en un proyecto m¨¢s amplio con ERC y otras fuerzas ¡ªsus hijos al fin y al cabo¡ª, que podr¨ªa adoptar diversas formas, pero con la independencia como objetivo central. En todo caso, cualquiera que sea la evoluci¨®n, para el bloque soberanista nada hay m¨¢s favorable que una Espa?a centralista y cerril, retr¨®grada y autoritaria, a la que enfrentarse.
Una dial¨¦ctica que tambi¨¦n abona el PP, y no solo porque forme parte de su ADN pol¨ªtico, sino por c¨¢lculo electoral.
El pr¨®ximo a?o se iniciar¨¢ en Espa?a un nuevo ciclo de elecciones y el Gobierno dif¨ªcilmente podr¨¢ presentar una mejora sustancial de la econom¨ªa y menos a¨²n del paro. Su ¨²nica posibilidad de remontar las encuestas adversas es tratar de movilizar a un electorado galvanizado en torno a la unidad de Espa?a. Jirones en la bandera para tapar los jirones de la econom¨ªa. Con esta estrategia tiene poco que perder en Catalu?a, pues su fuerza siempre ha sido escasa, y mucho que ganar en el resto de Espa?a, incluida la posibilidad de frenar el avance de la incordiante Rosa D¨ªaz, a la que de todos modos seguir¨ªa teniendo como posible aliada.
Los socialistas en cambio tienen mucho que perder, tanto en Catalu?a como Espa?a, v¨ªctimas de una disyuntiva diab¨®lica seg¨²n la cual, las pol¨ªticas que les benefician en un escenario, les perjudican en el otro. A poco que se les incite, dirigentes de la FAES y del PP acaban confesando que no tienen inter¨¦s en negociar nada porque el problema de Catalu?a es, sobre todo, un problema del PSOE. Que es el PSOE el que se est¨¢ cociendo a fuego lento en este conflicto.
De momento, el PSC ha quedado en Catalu?a en fuera de juego despu¨¦s de bajarse del carro de la consulta con argumentos demasiado d¨¦biles para justificar un viraje que le ven¨ªa impuesto y que le est¨¢ costando no pocas tensiones internas. Era el precio a pagar por la sinton¨ªa con el socialismo espa?ol y por un cambio de estrategia del PSOE en relaci¨®n con Catalu?a que posiblemente llegue demasiado tarde, pero que tiene al menos la virtud de mostrar que hay alternativa al inmovilismo. El problema es si el electorado catal¨¢n lo apreciar¨¢.
La propuesta de reforma federal, que en Catalu?a se ve como insuficiente, tard¨ªa y poco cre¨ªble incluso en parte del PSC, resulta excesiva para buena parte del resto de Espa?a. Todo el mundo puede ver que se trata de un federalismo deliberadamente impreciso ¡ª?asim¨¦trico en Catalu?a, igualitario en Andaluc¨ªa?¡ª y que en el improbable caso de que el PSOE recobrara la confianza del electorado, dif¨ªcilmente podr¨ªa aplicarlo con un PP rabioso en la oposici¨®n.
Habr¨¢ que ver pues qu¨¦ pesa m¨¢s en el ¨¢nimo del electorado progresista, su descontento por la cuesti¨®n territorial o su deseo de frenar la deriva autoritaria.
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