Recuerdos del ¨²ltimo artillero
?ngel Landa, vizca¨ªno de Balmaseda exiliado en M¨¦xico, revive a sus 97 a?os su experiencia de la Guerra Civil con la flota republicana en el Mediterr¨¢neo
![As¨ªs Ulla](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F0b9a52b8-006a-4382-938a-05e3d58f07cf.png?auth=d7a4bd5f610bf92a4f1d3b8bd39266a940bc685b735267a60e73646c6f66a05c&width=100&height=100&smart=true)
![Ángel Landa, en una fotografía del pasado febrero, cuando cumplió 97 años.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/EQKWTWA24WNEX3ZRY4SYJIJ34I.jpg?auth=f33c34734c3552902acb0a9526db2de59bdd524b36680d0824f5f81d82b6fb0a&width=414)
El d¨ªa en que se proclam¨® la Segunda Rep¨²blica, ?ngel Landa fue a clase en el colegio de los Maristas de Balmaseda. Hijo de Maximino Landa y Mar¨ªa Sierra, no lleg¨® a conocer a sus padres y se cri¨® con sus hermanas mayores en el caser¨ªo de unos t¨ªos. Con 16 a?os entr¨® a trabajar en la f¨¢brica de boinas La Encartada, con un jornal de 50 c¨¦ntimos diarios.
Las charlas con su cu?ado Emeterio y la lectura diaria de El Liberal y de libros despertaron su conciencia pol¨ªtica y se afili¨® a la UGT. Durante la revoluci¨®n de octubre de 1934, ?ngel y otros compa?eros socialistas planificaron volar el puente de El Berr¨®n para evitar la llegada de tropas desde Burgos a la zona minera vizca¨ªna. ¡°Llegada la hora, fuimos al puente¡±, relata. ¡°Hab¨ªa que hacer un agujero grande en el centro para meter la dinamita. Est¨¢bamos en ello, cuando se oy¨® que alguien se acercaba del pueblo. Hubo disparos. Nos dispersamos y al d¨ªa siguiente, la Guardia Civil hizo algunas detenciones. Ah¨ª qued¨® todo¡±.
Para apartarse de la creciente violencia pol¨ªtica, decidi¨® alistarse en la Marina para hacer el servicio militar. El 7 de septiembre de 1935 ingres¨® en la base de Ferrol. Tras mes y medio de instrucci¨®n, fue destinado a la base de San Javier a una escuadrilla de hidroaviones Vickers. Por Navidad, solicit¨® un permiso para volver a casa. Esos 25 d¨ªas fueron los ¨²ltimos que pas¨® en Balmaseda, adonde no regres¨® hasta 36 a?os despu¨¦s.
La noche del 18 de julio de 1936, el corneta de San Javier llam¨® a formar a la tropa. ¡°El oficial de radio nos reuni¨® para decirnos que hab¨ªa recibido una alerta de Madrid dando poderes al personal para apoderarse de la base y encerrar a toda la oficialidad. El corneta toc¨® dos veces m¨¢s, pero ninguno sali¨®¡±. Los 32 oficiales rebeldes fueron despu¨¦s detenidos y posteriormente fusilados.
Durante la guerra estuvo embarcado como artillero en el acorazado Jaime I y los destructores Churruca y Ulloa. Con el primero, zarp¨® en febrero de 1937 rumbo a Almer¨ªa, pero los continuos bombardeos de los Junkers alemanes aconsejaron regresar a Cartagena. All¨ª les aguardaba la tragedia. Mientras era reparado en el muelle, el 16 de junio el Jaime I sufri¨® una serie de explosiones, cuyo origen nunca se aclar¨®. ¡°Yo volv¨ª a nacer aquel d¨ªa¡±, recuerda Landa. ¡°Aquello era un infierno por el repiqueteo continuo de las explosiones, acompa?adas de largas llamaradas, como un volc¨¢n. Alrededor del buque se hallaban infinidad de cuerpos despedazados¡±.
Sobrevivi¨® a la explosi¨®n del ¡®Jaime I¡¯ y a cuatro a?os de trabajos forzados en Argelia
La noche del 5 de marzo de 1938, embarcado entonces en el Ulloa, particip¨® en el combate naval que acab¨® con el crucero franquista Baleares, hundido frente a las costas de Ibiza. Ese d¨ªa, la flota republicana puso en fuga al Canarias y al Almirante Cervera, los otros dos colosos de la flota franquistas con base en Mallorca.
M¨¢s que las batallas, ?ngel rememora con horror los bombardeos de la aviaci¨®n enemiga. ¡°Nada tan impresionante como resistir a pie firme, sobre la cubierta, un fuerte bombardeo en el espacio reducid¨ªsimo de una bah¨ªa como la de Cartagena¡±.
Antes del final de la guerra, el Ulloa realiz¨® varias traves¨ªas de Cartagena a Barcelona con una preciosa carga: el tesoro del Banco de Espa?a. Hasta 200 cajas por viaje con barras de oro y plata. Los barcos zarpaban a las seis de la tarde y llegaban a Barcelona a las cuatro de la ma?ana para ocultar lo m¨¢s posible la maniobra. ?ngel particip¨® en 11 de aquellas expediciones. ¡°Cada vez que lleg¨¢bamos y descarg¨¢bamos las cajas, Hacienda nos daba un kilo de lentejas, otro de arroz, algunas latas de carne argentina y tambi¨¦n latas de sardinas y tabaco Gener¡±.
Los ¨²ltimos d¨ªas de la guerra los pas¨® en el hospital, recuper¨¢ndose de una herida en la pierna izquierda. De all¨ª sali¨® in extremis a primera hora del 5 de marzo de 1939 para embarcar en el Tramontana, un barco que contaba en su tripulaci¨®n con muchos vascos, ¡°todos conocidos m¨ªos¡±.
¡°Nada impresiona como resistir sobre la cubierta un fuerte bombardeo¡±
Si el grueso de la flota republicana de Cartagena puso rumbo al puerto tunecino de Bizerta, el Tramontana se dirigi¨® a Or¨¢n (Argelia), para cargar carb¨®n y seguir ruta hacia Am¨¦rica. Las autoridades francesas lo impidieron. El buque qued¨® atracado en la base de Mers el Kebir y su tripulaci¨®n fue enviada primero a un centro de internamiento cerca del puerto y a finales de julio al campo de concentraci¨®n de Relizane, a unos 200 kil¨®metros al sur de Or¨¢n. ¡°All¨ª nos alojaron en barracas de adobe. En cada una ¨¦ramos 15 personas. Los vascos a la nuestra la llam¨¢bamos el Botxo¡±.
Muy pronto, las condiciones de vida en el campo se hicieron insoportables. Finalmente, ?ngel sali¨® de Or¨¢n en el vag¨®n de un tren de mercanc¨ªas con destino a Bouarfa, un campo de trabajo en la frontera con Marruecos. La traves¨ªa, de 600 kil¨®metros, fue penos¨ªsima: ¡°?bamos custodiados por soldados coloniales ¨¢rabes. Nos daban de comer pan y latas de sardinas. Lo que nunca durante la guerra, en aquel tren me acord¨¦ de mi hermana Petra y se me saltaron las l¨¢grimas¡±.
En medio del desierto, cerca de la cordillera del Atlas, su compa?¨ªa ten¨ªa que cavar un talud de tres metros en las obras del ferrocarril transahariano. La temperatura a mediod¨ªa superaba los 40 grados. Cada trabajador ten¨ªa para todo el d¨ªa una cantimplora con un litro de agua. El ¨²ltimo destino de su compa?¨ªa en Argelia fue una mina de carb¨®n en Kenazda, cerca del campo de Colomb Bechar. ?ngel evit¨® el trabajo de la mina porque le hicieron jefe de cocina, llev¨¢ndose con ¨¦l a un grupo de amigos vascos.
Landa tard¨® 36 a?os en regresar del exilio a su localidad natal
Tras vivir tres a?os en la posada espa?ola de Or¨¢n, en agosto de 1946, a bordo del petrolero Minatitl¨¢n, ?ngel y su amigo Teodoro Alluntis llegaron al puerto mexicano de Tampico. Desde all¨ª se trasladaron en autob¨²s a la capital federal y se alojaron en una pensi¨®n regentada por socialistas bilba¨ªnos. En la oficina de la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Espa?oles) les dieron 300 pesos a cada uno y algo de ropa.
Una semana despu¨¦s, ?ngel encontraba trabajo en una empresa dirigida por Mart¨ªn Garc¨ªa Urtiaga, natural de Portugalete, que antes de la guerra hab¨ªa sido director de Campsa en Bilbao. En esta compa?¨ªa se jubil¨® en diciembre de 1990. ¡°M¨¦xico fue mi salvaci¨®n. Aunque es muy grande la distancia que me separaba de mi familia, estaba satisfecho porque aqu¨ª es donde logr¨¦ organizarme y crear una familia¡±, resume.
Regres¨® a Balmaseda en 1971. El reencuentro con su cu?ado Emeterio fue ¡°algo as¨ª como volver a nacer¡±, se emociona. ¡°Al charlar con ¨¦l de nuestras cosas del pasado se me hac¨ªa un nudo en la garganta¡±. Ha vuelto en otras ocasiones; en 1978, en compa?¨ªa de su esposa mexicana Mina y de dos nietos. ¡°Conocieron a mi familia y les gust¨® mucho mi tierra¡±. En 1995, mecanografi¨® en 130 folios unos ¡°apuntes personales¡± en los que relataba su historia, memorias de un artillero que ahora salen por primera vez del ¨¢mbito familiar.
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