Los clubes de cannabis catalanes facturan cinco millones al mes
Las entidades advierten que el vac¨ªo legal del sector puede convertirse en un reclamo para traficantes. Exigen a la administraci¨®n que regule el sector
La furgoneta del reparto se detiene en la puerta una vez al mes, procurando no entorpecer el tr¨¢fico de la gran ciudad. Las provisiones se han terminado y los due?os del local le han llamado para hacer un nuevo pedido. El conductor baja del veh¨ªculo y con la ayuda de un carro carga varios kilos de g¨¦nero para llevarlos hasta el local. Las cajas no contienen ni comida, ni bebida: el hombre del reparto dispensa marihuana. Esta escena se repite cada mes en muchas calles de Barcelona, sin que casi nadie se d¨¦ cuenta de lo que est¨¢ sucediendo. Los clubes cann¨¢bicos son tan c¨¦ntricos como discretos. ¡°Trabajamos en un vac¨ªo legal y lo ¨²ltimo que queremos es causar y tener problemas¡±, explica un trabajador de estos clubes. La mayor¨ªa est¨¢n en Ciutat Vella, pero tambi¨¦n se pueden encontrar en Gr¨¤cia e incluso a cincuenta metros del Hotel Ritz, en la Gran Via. En los ¨²ltimos dos a?os han proliferado de una manera exponencial. Y, admiten, ¡°sin demasiado control¡±.
El Ayuntamiento de Barcelona calcula que hay unas 200 asociaciones en la ciudad. En toda Catalu?a la cifra ronda los 400. La Federaci¨®n de Asociaciones Cann¨¢bicas Autoreguladas de Catalu?a (Fedcac) estima que entre todas las entidades pueden tener m¨¢s de 165.000 asociados, 60.000 de las cuales consumen con asiduidad. ¡°El consumo medio de los socios m¨¢s activos est¨¢ entre los 50 y 100 euros al mes, mientras que el resto compra con menos frecuencia¡±, afirma Mart¨ª C¨¢naves, abogado penalista y experto en este tipo de asociaciones. Fuentes del sector estiman que estas entidades sin ¨¢nimo de lucro y sin apenas regulaci¨®n facturan cada mes unos cinco millones de euros. A esta suma hay que restarle los gastos del alquiler del local, las n¨®minas de los trabajadores y los abogados, pero nada m¨¢s, porque no pagan impuestos por el g¨¦nero que venden o ¡°dispensan¡±, seg¨²n la jerga del sector.
Desde hace a?os, el Parlamento vasco est¨¢ entrevistando a expertos para encontrar una ley que permita regular estos clubes y, desde hace poco, el Parlament tambi¨¦n se ha puesto manos a la obra. Pero la regulaci¨®n avanza muy lentamente y las cifras son llamativas. ¡°Se nos est¨¢ yendo de las manos¡±, reconocen desde la Fedcac y a?aden: ¡°Esto ser¨¢ imparable¡±. Las asociaciones hace tiempo que reclaman una regulaci¨®n y, en Catalu?a, se han organizado en dos federaciones para intentar hacer presi¨®n. ¡°Nos hemos reunido 27 veces con los distintos partidos en el Parlament¡±, explica Alberto Ti¨®, portavoz de la federaci¨®n.
Cifras del sector
? En Catalu?a hay m¨¢s de 400 clubes de cannabis, la mitad de ellos en Barcelona.
? Las entidades tienen unos 165.000 socios. 60.000 gastan unos 75 euros al mes.
? Las asociaciones facturan cinco millones al mes.
? Un club de 2.000 socios vende cerca de medio kilo de cannabis al d¨ªa.
? Un gramo cuesta cuatro o cinco euros, mientras que en los coffee shops holandeses cuestan entre ocho y 24.
La Fedcac ha publicado un Manual de Buenas Pr¨¢cticas, que incluye algunas recomendaciones como, por ejemplo, contar con la presencia de un m¨¦dico en cada club para atender a los socios terap¨¦uticos pero tambi¨¦n a los l¨²dicos.
Mientras las administraciones debaten c¨®mo abordar el problema, el mercado que gira entorno del cannabis sigue acelerando. ¡°Tenemos por delante un mercado enorme y ya hay mucha gente que se est¨¢ forrando¡±, asegur¨® un trabajador de una de estas asociaciones que prefiere no dar su nombre. ¡°Hay camellos de drogas m¨¢s duras que se han reciclado y que se est¨¢n sumando al sector del cannabis¡±, a?adi¨®. Desde su punto de vista, estos clubes corren el riesgo de acabar como la prostituci¨®n: ¡°Condenada a las mafias por culpa de la desregulaci¨®n¡±.
La falta de regulaci¨®n del sector y la primac¨ªa del derecho de asociaci¨®n, recogido en la Constituci¨®n, han creado el vac¨ªo legal en el que se mueven las entidades. Cuando hace tres a?os empez¨® el auge de los clubes cann¨¢bicos, el Departamento de Justicia pidi¨® informes a los Mossos d¡®Esquadra y a la Fiscal¨ªa para que aclararan si deb¨ªa registrarlas como asociaciones. Pese a los recelos de la polic¨ªa, la Fiscal¨ªa concluy¨® que estaban amparadas por el derecho de asociaci¨®n. Varias sentencias han ratificado luego que las entidades pueden dispensar marihuana entre sus socios, seg¨²n el principio del ¡°consumo compartido¡± ¡ªpor el que los socios se juntan para cultivar y compartir la cosecha¡ª, pero no pueden cultivarla, comprarla ni venderla porque ser¨ªa un delito.
La controversia ha surgido con el crecimiento de las asociaciones ¡ªalgunas tienen miles de socios¡ª y el hecho de que aunque funcionen como clubes cerrados donde solo los socios tienen acceso, el cultivo y la distribuci¨®n ya ha dejado de ser algo compartido. ¡°Se contratan naves industriales llenas de focos, donde normalmente se pincha la luz para que nadie detecte un consumo desobritado y se levanten sospechas¡±, explica una persona del sector.
Las lagunas legales quedaron de manifiesto a principios del a?o 2012 cuando el municipio de Rasquera (Ribera d'Ebre) intent¨® cultivar marihuana de manera legal tras llegar a un acuerdo con la Asociaci¨®n Barcelonesa Cann¨¢bica de Autoconsumo. Desde el Departamento de Interior advirtieron que estos clubes se pod¨ªan convertir en puntos de venta, aunque hasta la fecha los jueces no lo han visto as¨ª y en sus sentencias han absuelto a varias asociaciones.
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