La grey del trovador imp¨ªo
El inimitable Brassens 'malasa?ero' amenaza con retirarse tras este ¨²ltimo disco
Las navidades ser¨ªan mucho m¨¢s llevaderas si todos sus rituales resultaran tan amenos como las sacrosantas visitas de Javier Krahe al Caf¨¦ Central. En tiempos de sonrisas impostadas, afectos ficticios y empachos no solo gastron¨®micos, reconforta detener todo ese traj¨ªn para seguir la estela de un discurso l¨²cido, rebelde, cr¨¢pula y ajeno a la bondad blandurria que aflora por las calles. Conste que no son pocos los disidentes: Krahe materializ¨® anoche la s¨¦ptima de sus ocho comparecencias consecutivas y en ninguna qued¨® un triste asiento vac¨ªo, con sus devotos api?ados hasta dos horas antes frente a las puertas para ocupar los ¨²ltimos huecos.
Porque don Javier cuenta con una fidel¨ªsima grey de correligionarios, lo que no deja de ser una constataci¨®n simp¨¢tica cuando nos referimos a un ateo de pleno derecho, a un trovador imp¨ªo. Un poeta del amor que casi nunca se resiste a la tentaci¨®n de espolvorear sus versos con una raci¨®n de sarcasmo. Su muy laica grey atiende, sonr¨ªe e irrumpe en carcajadas, porque Krahe nunca da verso sin hilo, jam¨¢s se permite una triste rima hu¨¦rfana de intenci¨®n.
Nuestro inimitable Brassens malasa?ero, el bardo que ha elevado el vitriolo a los altares de la canci¨®n de autor, asoma por el Central con apenas diez minutos de margen; embutido en una parka verde para combatir el invierno hostil y los andares algo encorvados, por aquello de salvaguardar su propia timidez. Pero una vez en escena, su estampa menuda y ladeada se engrandece a cada estrofa. Las barbas n¨ªveas le conceden la legitimidad de quien acumula argumentos para la fascinaci¨®n por la mujer (y el erotismo lujurioso o el fracaso estoico, seg¨²n devengan los acontecimientos). Y que nadie se interese por la base real o ficticia de sus relatos; son, en cualquier caso, absolutamente hilarantes.
Su discurso l¨²cido y cr¨¢pula es ajeno a la bondad blandurria que aflora en la calle
Porque este madrile?o del 44 podr¨ªa ser cantor de romanticismo arrebatado, pero, quiz¨¢s por su misma condici¨®n pudorosa, acaba disimul¨¢ndolo bajo una buena dosis de jacaranda. ¡°En tus s¨¢banas ser un tah¨²r / serlo tambi¨¦n destapado¡±, canta en Mi Polinesia, letra de fabuloso tono po¨¦tico que el autor rebaja concedi¨¦ndole un papel protag¨®nico a¡ un edred¨®n. Tambi¨¦n hay edredones en Par¨¦ntesis, bolero de amor fugaz, melopea y noche toledana, y ambos t¨ªtulos sirven, elocuentemente, para abrir la velada. El mensaje parece n¨ªtido: nuestro barbado autor se toma tan en serio la l¨ªrica como la rechifla.
En alguna ocasi¨®n dej¨® dicho Krahe que ocho de cada diez canciones abordan asuntos amatorios, mientras el 20 por ciento restante se le reserva ¡°a la econom¨ªa, filosof¨ªa, geometr¨ªa o pol¨ªtica¡±. En la primera mitad de su recital cumpli¨® con la proporci¨®n a rajatabla. Tombuct¨² detalla un calamitoso amor con una sueca (que por algo rima con jaqueca), Mariv¨ª es una oda a la desmemoria sobre una antigua amante (que quiz¨¢s se llamara Maribel) y Navalagamella inmortaliza este ignoto pueblito madrile?o por una infidelidad con ¡°un cuerpo serrano¡±. Pero las excepciones son demoledoras: ?Ay, democracia! certifica el desapego (o, m¨¢s espec¨ªficamente, el divorcio) con este depauperado r¨¦gimen pol¨ªtico, mientras Fuera de la grey constituye su dulce venganza tras el desquiciado juicio por blasfemias al que se vio sometido el a?o pasado. Aunque su autor sea rigurosamente heterosexual, seguro que la lectura de esos versos le origina sarpullidos al obispo de Castell¨®n.
La parroquia sigui¨® feliz en la segunda mitad; tanto como los m¨²sicos, que interrump¨ªan mal¨¦volamente al jefe con villancicos. Javier amenaza con retirarse tras este ¨²ltimo disco, de nombre significativo: Las diez de ¨²ltimas. Pero eso, se?or Krahe, s¨ª que ser¨ªa hacernos la pascua.
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