El silencio de los pastores
Una Iglesia que califica a los homosexuales de enfermos o que declara la unidad del Estado bien moral supremo no merece respeto
Francisco compensa un poco el da?o que ha hecho y sigue haciendo a sus fieles y al p¨²blico una facci¨®n de la Iglesia espa?ola. En la forma y en el fondo los renglones retorcidos que ha escrito la Conferencia Episcopal han sido da?inos para todos y, m¨¢s que para nadie, para la propia Iglesia. Los obispos han azuzado el odio de una manera planificada, con sa?a y constancia. Lo hicieron durante la Transici¨®n y desde entonces hasta hoy por radio, televisi¨®n e Internet. ?Toda la Galia est¨¢ ocupada? No. ?Encontraremos 10 hombres justos en Sodoma? Por supuesto, hay cristianos, cat¨®licos y practicantes tan avergonzados como muchos de nosotros por las soflamas y las invectivas de locutores y presentadores. A pesar de eso, los obispos han permitido o promovido el rencor y han participado de una l¨ªnea ideol¨®gica que le ha creado tantos forofos como anticuerpos.
Para algunos de nosotros el evangelio es algo cercano y por suerte hay un cristianismo que todav¨ªa nos interpela. Algunas partes de la Biblia, con sus mutaciones y su transmisi¨®n imperfecta, con sus reconstrucciones cr¨ªticas, forman parte de nuestro ADN social y cultural y reconocemos la labor de gente que dedica su vida a los dem¨¢s solo por amor. Desde la base hasta las otras bases, ya que por muy alto que vuelen los poemas de Ernesto Cardenal, nos movemos a ras de suelo, ?c¨®mo no vamos a sentir cercanas las palabras y el tono del obispo Pere Casald¨¤liga? ?C¨®mo no vamos a apreciar y querer hacer nuestras las ense?anzas de Simone Weil, Hans K¨¹ng o Leonardo Boff? La libertad, la igualdad, la fraternidad y la diversidad modernas casan bien con una lectura actualizada del Evangelio. No vamos a dejar que las creencias personales gobiernen la esfera p¨²blica, por supuesto, pero el amor, la piedad, el reconocimiento del d¨¦bil est¨¢n ah¨ª, solo hace falta leer y actualizar. Lo que sucede es que ese juego de esferas que se complementan no casa bien con el agit-prop de los obispos, cada vez m¨¢s radicalizado en su catecismo constitucional. Una Iglesia que sigue calificando de enfermos a los homosexuales, que sigue reservando un papel secundario a la mujer o que declara la unidad del Estado un bien moral supremo no me merece ning¨²n respeto. Vista la nueva ley del aborto, la Iglesia forma parte de los problemas del Estado espa?ol mucho m¨¢s que de sus soluciones.
Despu¨¦s de seguir los primeros meses de papado de Francisco, la Iglesia espa?ola se nos antoja todav¨ªa m¨¢s retr¨®grada
Despu¨¦s de seguir los primeros meses de papado de Francisco, la Iglesia espa?ola se nos antoja todav¨ªa m¨¢s retr¨®grada y nos recuerda que cuando el Vaticano moder¨® sus directrices sobre la censura, aqu¨ª los censores se manten¨ªan en sus trece al grito de ¡°all¨¢ ellos¡±. Sus medios de comunicaci¨®n (marque usted la casilla), el Opus Dei, los Kikos, los Legionarios o foros como Hazte O¨ªr encarnan hoy la caricatura de la caricatura que los Monty Python hac¨ªan de la Inquisici¨®n espa?ola. La Iglesia catalana no est¨¢ mucho mejor. Salvo a?oradas excepciones, la pacater¨ªa de los obispos de por aqu¨ª es legendaria. Alguno se ha quejado de los insultos que se emiten desde 13TV como se quejaron en su tiempo de las soflamas de la cadena del odio popular espa?ol. Todo ha sido tan moderado que era lo m¨ªnimo de lo m¨ªnimo que se pod¨ªa hacer, pura cobard¨ªa, silencio de corderos y de pastores. ?C¨®mo se va a disculpar la Iglesia de su complicidad con el franquismo si todav¨ªa se hace part¨ªcipe de muchas de sus ideas? Despu¨¦s de ver la beatificaci¨®n de Tarragona, todos somos un poco m¨¢s m¨¢rtires.
Con sus concordatos y sus mantellines, sus misas valencianas con cepillo de G¨¹rtel, sus Fern¨¢ndez D¨ªaz poniendo coronas de espino en Ceuta y Melilla, sus folcl¨®ricos Bono y V¨¢zquez, la Iglesia se ha convertido en uno de los administradores del Estado. A muchos ni nos interesa ese Estado ni nos interesa esa Iglesia, por eso, no es de extra?ar que los oficios est¨¦n vac¨ªos y que, en cambio, un discurso como el de Teresa Forcades tenga espacio y recorrido. Leer en la exhortaci¨®n apost¨®lica de Francisco que este modelo econ¨®mico de inequidad y de exclusi¨®n mata, es algo que reconforta despu¨¦s de los dos ¨²ltimos papados. ?Alguien ha o¨ªdo algo parecido en las radios y las televisiones episcopales? Esas que tambi¨¦n pagamos entre todos.
La distancia entre Francisco y los obispos de por aqu¨ª es tan grande que no quiero hacerme demasiadas ilusiones. Cada vez que veo un obispo o un cardenal me puede la fuerza ic¨®nica de Coppola y Fellini y, adem¨¢s, no s¨¦ por qu¨¦, me parece que a Francisco y a Forcades los ha dibujado Quino y que su camino va a ser m¨¢s duro que el del beato Jos¨¦ Mar¨ªa Escriv¨¢. Pero, ?por qu¨¦ no? Francisco habla de poder, de la codicia financiera y se pregunta lo mismo que tanta gente en el a?o 2013, qui¨¦nes somos nosotros para juzgar a nadie por su opci¨®n sexual, sentando de golpe a tantos integristas de por aqu¨ª. ?Y ha hablado de la alegr¨ªa! El contraste es fenomenal, la exhortaci¨®n apost¨®lica de Francisco se titula La alegr¨ªa del evangelio y, nosotros, mientras tanto, escuchando, viendo, sintiendo todav¨ªa la presencia de monse?or Rouco Varela.
Francisco, te rogamos, l¨ªbranos de ese mal.
Francesc Ser¨¦s es escritor.
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