El ¡®ajedrez¡¯ japon¨¦s llega a Madrid

Hace tres d¨ªas, Yuta Iyama y Keigo Yamashita pisaron suelo espa?ol por primera vez. En su corta estancia, los japoneses han visitado la emblem¨¢tica Toledo, degustado un buen jam¨®n Cinco Jotas e incluso visto un partido del Real Madrid en directo. Todo ello sin cruzar una palabra. Los hombres, de 24 y 36 a?os, se dedican profesionalmente al go, el juego de tablero m¨¢s antiguo del mundo. Oficialmente, la disciplina naci¨® en China hace m¨¢s de 2.500 a?os; aunque la leyenda sit¨²a sus or¨ªgenes en el 4.000 antes de Cristo.

El go bien se podr¨ªa decir que es el primo mayorc¨ªsimo del ajedrez. Al fin y al cabo, se juega con fichas [en este caso se llaman piedras] negras y blancas, y el objetivo es ir ganando terreno sobre el tablero cuadriculado. Yuta y Keigo son unos aut¨¦nticos expertos, como tendr¨¢n la ocasi¨®n de demostrar entre hoy y ma?ana en la final del torneo Kisei ¡ªel m¨¢s prestigioso en Jap¨®n¡ª, que en esta ocasi¨®n se celebra en el parador de Alcal¨¢ de Henares, con motivo de los cuatro siglos de relaciones internacionales entre Espa?a y el pa¨ªs nip¨®n.

¡°Yuta me arrebat¨® el t¨ªtulo hace dos a?os, y desde entonces lo ha ganado todo. Me siento en la responsabilidad de pararle los pies¡±, coment¨® ayer Keigo durante la presentaci¨®n del evento en el Consejo Superior de Deportes. Ajeno a los comentarios, Yuta, el actual campe¨®n, se confiesa tranquilo.Tal vez el secreto de tanto sosiego resida en su amuleto, una corbata que su mujer le regal¨® cuando se casaron. ¡°Siempre que me la pongo, no me falla¡±.

En el mundo hay m¨¢s de 60 millones de jugadores de go, la mayor¨ªa est¨¢n en Jap¨®n, China y Corea. Sin embargo, gracias a la globalizaci¨®n y a la cultura popular ¡ªpel¨ªculas como La vida de Pi o Una mente maravillosa¡ª la disciplina ha logrado extenderse por todo el globo. En Madrid lo juegan cerca de 300 personas ¡ªen Espa?a m¨¢s de 1.000¡ª, entre ellas el campe¨®n nacional, Ignacio Cernuda, que no se perder¨¢ el duelo entre Yuta y Keigo. Los japoneses, como es de esperar, no compartir¨¢n una palabra.