Entre ingleses anda el juego
Ian Bostridge es un tenor que inspira confianza, sea afrontando canciones rom¨¢nticas, sea volc¨¢ndose con m¨²sicas recientes
Inteligente programa el que han propuesto int¨¦rpretes y organizadores para la cuarta sesi¨®n del ciclo Britten Classics, un homenaje en toda regla al autor de ¨®peras como Peter Grimes o Muerte en Venecia, con la excusa del centenario de su nacimiento. Al igual que en el segundo concierto del ciclo, se ha establecido un di¨¢logo entre la m¨²sica de Benjamin Britten y la de otro compositor ingl¨¦s de ¨¦poca anterior. Entonces, con el cuarteto Emerson de maestro de ceremonias, la elecci¨®n de pareja recay¨® en Henry Purcell. Ahora John Dowland (1563-1626) ha sido el seleccionado, con el tenor Ian Bostridge defendiendo la causa, y un quinteto de violagambistas, adem¨¢s de una laudista, acompa?ando en la aventura est¨¦tica. El juego de combinaciones est¨¦ticas no pod¨ªa ser m¨¢s sugerente.
Ian Bostridge es un tenor que siempre inspira confianza, sea afrontando canciones rom¨¢nticas de Schubert o Schumann, sea volc¨¢ndose con m¨²sicas m¨¢s recientes como, por ejemplo, la de Hans Werner Henze.
Tambi¨¦n, por supuesto, ha interpretado con sumo acierto la m¨²sica vocal de Benjamin Britten, como se puede comprobar en su discograf¨ªa, o se ha introducido con mucha solvencia en el universo barroco.
IAN BOSTRIDGE
Con Elizabeth Kenny al la¨²d, y con el grupo de violas de gamba Fretwork. Obras de Dowland y Britten. CNDM. Auditorio Nacional, 15 de enero.
Volvi¨® a demostrar Bostridge su carisma y su flexibilidad en el concierto de ayer, en una atm¨®sfera m¨¢s de recogimiento camer¨ªstico que de exhibicionismo musical. Flu¨ªa todo con una extra?a sensaci¨®n de calma, no violentada ni siquiera por una canci¨®n tan popular como O Waly, Waly, con su aire folcl¨®rico y en la que Britten se comprometi¨® con maestr¨ªa en los arreglos. Las l¨¢grimas de Dowland se alternaban con la pavana y la gallarda de la ¨®pera Gloriana, de Britten. Serv¨ªan con cautela los m¨²sicos sus acompa?amientos, y hasta la disposici¨®n del tenor ¡ªsentado e integrado en el grupo, como si fuese uno m¨¢s y no el int¨¦rprete principal¡ª favorec¨ªa la creaci¨®n de un clima de proximidad.
En ese contexto tan, llam¨¦mosle, familiar, el juego de asociaciones invitaba tanto a la meditaci¨®n como al disfrute inmediato con lo que se estaba contando y la manera en que se contaba.
?Intimismo? S¨ª, pero solo hasta cierto punto.
El concierto se desarrollaba con una componente musical dial¨¦ctica que invitaba a la sencillez emocional. Bostridge cant¨® con la misma idoneidad las piezas seleccionadas de Dowland que las de Britten. Y el grupo se adapt¨® sin esfuerzo aparente a la filosof¨ªa del concierto.
Entre ingleses andaba el juego. Y as¨ª la m¨²sica inglesa, la de antes y la m¨¢s pr¨®xima, brill¨® con luz propia en una atm¨®sfera de reflexi¨®n y cercan¨ªa.
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