PSC: la burocracia ensimismada
Es una se?a de identidad del PSC ser un partido distinto del PSOE; renunciar a esa diferencia es renunciar a s¨ª mismo
Pere Navarro quedar¨¢ como el primer secretario del PSC bajo cuyo mandato se rompi¨® el pacto fundacional del partido, entre el socialismo de ra¨ªz catalanista y el socialismo catal¨¢n dependiente del PSOE. La alianza fundacional dio al PSC el Gobierno de las principales ciudades catalanas, la presidencia de la Generalitat en alianza con el resto de la izquierda, y un gran peso institucional en el pa¨ªs, y al PSOE amplias mayor¨ªas de Gobierno en Espa?a.
Cuando, en 2003, el PSC lleg¨® a la presidencia de la Generalitat, es decir, cuando acumul¨® el m¨¢ximo poder jam¨¢s so?ado, entr¨® en una erosi¨®n que le ha llevado a la decadencia y a la actual ruptura. Parad¨®jicamente el final del pujolismo fue el principio del fin del PSC. El PSC era la alteridad imprescindible para el buen funcionamiento del peculiar paradigma de poder que rigi¨® Catalu?a durante m¨¢s de dos d¨¦cadas. El pa¨ªs ha pasado p¨¢gina de aquel periodo y el PSC ha perdido su sitio.
El liderazgo de Maragall dio al PSC un discurso con el que disputar la hegemon¨ªa al nacionalismo de Pujol desde un catalanismo de izquierdas abierto y modernizador del pa¨ªs. Maragall intuy¨® el cambio de paradigma y apost¨® por la reforma del Estatut y la alianza con Esquerra. El fracaso del proceso estatutario puso en evidencia los l¨ªmites del Estado auton¨®mico y marc¨® una ruptura en la relaci¨®n entre Catalu?a y Espa?a.
Cuando el PSC, a partir de 2011, perdi¨® poder a borbotones se vio que el rey estaba desnudo. El PSOE entr¨®, por su parte, en un proceso de elaboraci¨®n del luto que dos a?os despu¨¦s todav¨ªa no ha completado. El PSC, en vez de aprovechar la debilidad de su socio, ha optado por plegarse al PSOE para salvar el poco poder que le queda y esperar tiempos mejores.
¡°Si no compartes lo que dice el partido, el problema lo tienes t¨², no el partido¡±, dice el alcalde Balm¨®n
Forma parte de las se?as de identidad del PSC ser un partido distinto del PSOE, lo cual no quiere decir ni contrario, ni enemigo, simplemente diferente en su relaci¨®n de hermandad org¨¢nica. Al renunciar a esta diferencia el PSC renuncia a s¨ª mismo. En consecuencia, en vez de hablar de pol¨ªtica y de ideas, se habla de disciplina, de lealtades y traiciones, de expulsiones y de obediencia, s¨ªntoma inequ¨ªvoco de decadencia de una organizaci¨®n. ¡°Si no compartes lo que dice el partido, el problema lo tienes t¨², no el partido¡±, ha dicho el alcalde Balm¨®n. O sea el partido siempre tiene raz¨®n, esencia del leninismo. Un reducido n¨²cleo dirigente basado en el poder local del entorno metropolitano impone su ley al partido, mientras los votantes se fugan en todas direcciones y las p¨¦rdidas de militantes son constantes. Catalu?a inicia un periodo en que es imprescindible la configuraci¨®n de una izquierda aut¨®noma fuerte. El PSC ha renunciado a ello. A los diputados y dirigentes cr¨ªticos corresponde suplir esta renuncia. Quiz¨¢s en el Grupo Mixto del Parlamento haya una plataforma para esta batalla. Como puede haberla en las primarias de Barcelona, que algunas voces renovadoras ven como la ¨²ltima frontera para salvar el PSC.
El PSC puede no ser partidario de la independencia, como muchos ciudadanos de este pa¨ªs, pero no puede estar radicalmente en contra. Y un partido de izquierdas deber¨ªa tener curiosidad por un movimiento social como el independentista, en tiempos en que casi nada se mueve. Pero el PSC se suma a los que ponen todo tipo de obst¨¢culos para que los catalanes expresen sus intenciones, en contra incluso de su programa electoral. Y no comprende que, en el terreno de la confrontaci¨®n, PP y Ciutadans siempre le ganar¨¢n porque los primeros desde Espa?a y los segundos desde Catalu?a son los que representan el no genuinamente.
Una posici¨®n de respeto a la independencia y no de rechazo frontal es la que le dar¨ªa una voz propia, que es lo que parec¨ªa que buscaban con su apuesta ya olvidada por el refer¨¦ndum. Aline¨¢ndose con el no patri¨®tico tiene todas las de perder. Si su argumento es evitar el frentismo, si su posici¨®n es atraer al no a la independencia a sectores catalanistas en estado dubitativo, lo peor que puede hacer es alinearse con los que han decidido convertir el problema en una batalla frontal del nacionalismo espa?ol contra el nacionalismo catal¨¢n. Y creerse sus mentiras: por ejemplo, que todo es culpa de Mas y del nacionalismo conservador, como si el movimiento social no existiera.
Desde que el ego de Pere Navarro qued¨® seducido por las galanter¨ªas de un veterano como Alfredo P¨¦rez Rubalcaba y asumi¨® que nunca m¨¢s volver¨ªa a cometer el pecado mortal de votar diferente del PSOE, cada vez que el bloque del no o el bloque del refer¨¦ndum avanzan sus l¨ªneas, el PSC se queda en fuera de juego. Ante la p¨¦rdida de identidad, impotente para desarrollar un discurso propio por y para Catalu?a, desde los intereses particulares de su burocracia ensimismada ha optado por el autoritarismo de las sanciones y por resguardarse a la sombra del PSOE. Y all¨ª, en los tiempos actuales, hace mucho fr¨ªo.
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