La mala representaci¨®n
La ciudadan¨ªa no percibe la consideraci¨®n de sus representantes ni ve en la agenda p¨²blica sus preocupaciones
En democracia, una de las principales funciones de los partidos pol¨ªticos es asegurar la representaci¨®n de los ciudadanos. Y en estos momentos vivimos en estado de manifiesta mala representaci¨®n. Ser elegido para gobernar no da manos libres durante cuatro a?os. La representaci¨®n entendida de este modo es una forma de usurpaci¨®n del poder ciudadano. Porque, como ha explicado Pierre Rosanvallon, ser representado no es solo votar y elegir un representante, es ver nuestros intereses y nuestros problemas tomados en cuenta p¨²blicamente, nuestras realidades vividas expuestas y reconocidas. Y ah¨ª es donde quiebra el modelo representativo.
La ciudadan¨ªa no siente la consideraci¨®n de sus representantes. Ni ve en la agenda p¨²blica sus preocupaciones. No solo eso, la ciudadan¨ªa parece condenada a la invisibilidad. Y en un ser hecho para el reconocimiento, no hay signo m¨¢s evidente del desprecio y de la exclusi¨®n. Quiz¨¢s por eso hay gente que se exhibe con poco pudor y un punto de ligereza en las redes sociales, como una especie de reacci¨®n narcisista ante el olvido al que les condenan las instituciones p¨²blicas, que deber¨ªan ser de todos.
El reconocimiento es esencial en una pol¨ªtica digna de este nombre. Y la crisis de la representaci¨®n es precisamente la negaci¨®n del reconocimiento. En vez de atender y rescatar las voces que vienen de abajo se las etiqueta y se las descalifica: antipol¨ªtica, barbarie, enfrentamiento, radicalizaci¨®n, violencia, irresponsabilidad, esta son las respuestas que recibe la ciudadan¨ªa cuando pretende algo tan elemental como hacer o¨ªr su voz entre elecci¨®n y elecci¨®n.
?Qu¨¦ ha cambiado en la sociedad catalana para que se haya abierto el camino de la secesi¨®n, que hace apenas diez a?os no aparec¨ªa en el ¨¢mbito de las opciones realmente posibles?
Esta mala pr¨¢ctica de la representaci¨®n, este desprecio del representado, que se expresa en est¨²pidas ofensas como decir que la ley del aborto de Gallard¨®n est¨¢ avalada por los once millones que votaron al PP, este desinter¨¦s por la calidad de la democracia, genera un profundo desconocimiento de la realidad. La crisis provocada por la mala representaci¨®n es tambi¨¦n una crisis de comprensi¨®n de la sociedad. Los gobernantes no miran a qui¨¦n est¨¢n representando. Con lo cual practican pol¨ªticas que agravan la crisis de la representaci¨®n.
Viendo c¨®mo en las dos legislaturas de Zapatero la derecha se alineaba con lo m¨¢s granado del reaccionarismo cat¨®lico contra el programa de desarrollo y ampliaci¨®n de los derechos civiles, no pod¨ªa sorprender que una vez en el poder se aplicaran a desarrollar un especie de revancha contra quien hab¨ªa osado romper los moldes culturales del nacional-catolicismo. Pero lo que resulta sorprendente es que el PP lo haya hecho con tal desconocimiento de la realidad del pa¨ªs, que gran parte de su electorado no le sigue.
La c¨²pula del PP puede que sea liberal en lo econ¨®mico (cosa dudosa, por otra parte) pero no hay duda de que su idea de la sociedad est¨¢ varada (por h¨¢bito, por creencia o por insensibilidad para entender los cambios) en un pasado que ya se fue. Y as¨ª, el PP ha perdido incluso el pulso a sus propios votantes. No han entendido que esta sociedad, mucho m¨¢s abierta que la c¨²pula del partido, ha asumido perfectamente los cambios en materia de moral y costumbres y no tiene ning¨²n inter¨¦s en volver atr¨¢s. Representar no es solo ser votado, es interpretar a los votantes. Y el PP, por doctrinarismo o por desd¨¦n, no se entera.
Esta dificultad de entender la sociedad fruto de la mala representaci¨®n se ve tambi¨¦n en la cuesti¨®n catalana. Asistimos a una pelea de sobreactuaciones entre nacionalismos, a un juego de anatemas y prohibiciones, y, sin embargo, no parece que a casi nadie preocupen las dos cuestiones principales, las ¨²nicas que podr¨ªan servir para crear un espacio de entendimiento. Primera, ?qu¨¦ ha cambiado en la sociedad catalana para que se haya abierto el camino de la secesi¨®n, que hace apenas diez a?os no aparec¨ªa en el ¨¢mbito de las opciones realmente posibles? Y, segunda, ?qu¨¦ ha cambiado en Espa?a y qu¨¦ se ha hecho mal para que el estado auton¨®mico no haya servido para resolver el problema por el que fue ideado, el encaje de Catalu?a y Espa?a? En vez de tratar de entender la evoluci¨®n de la sociedad y atender a las voces que tratan de hacerse visibles, no hay otra respuesta que la prohibici¨®n y la negaci¨®n de la pregunta.
Son solo dos ejemplos, de la crisis de representaci¨®n espa?ola, a los que podr¨ªamos sumar otros muchos m¨¢s. Desde una pol¨ªtica econ¨®mica que se ensa?a con los salarios y con el desempleo, dejando desamparados ¡ªy en completa invisibilidad¡ª a millones de ciudadanos, en vez de afrontar la realidad de que el trabajo es cada vez m¨¢s escaso y el Estado tiene que asumir las necesidades b¨¢sicas de todos; hasta perseguir inmigrantes en las aguas de Ceuta como si fueran ratas, sin asumir responsabilidad pol¨ªtica alguna. ?Creen realmente que la ciudadan¨ªa que representan tiene tanto desprecio al paria como para aplaudir estos disparates? La mala representaci¨®n genera monstruos.
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