Delitos y faltas
Atropellar a un peat¨®n y darse a la fuga parece el comportamiento t¨ªpico de esta ¨¦poca, llena de ego¨ªsmo y rampante insolidaridad
DELITO. Jos¨¦ Luis Regojo es un escritor de literatura infantil con el cual suelo de tanto en tanto hablar de literatura. Pero el otro d¨ªa no hablamos de lo que nos gusta hablar sino de un asunto bastante menos imaginario. Hablamos de los individuos que tras atropellar a alguien con su veh¨ªculo se dan a la fuga. El tema sali¨® porque esta vez le toc¨® a ¨¦l experimentar de cerca el cobarde comportamiento. Su hija, de 14 a?os, cruzaba una calle de Barcelona por el paso peatonal cuando un taxi la atropell¨® y la arroj¨® contra el pavimento. El resultado fueron tres costillas rotas y dos d¨ªas en una unidad de cuidados intensivos. Mi amigo est¨¢ muy dolido con el comportamiento del taxista. No solo por el atropello, evidentemente delictivo, sino por la huida. Me dice que lo ¨²nico que quiere es que el culpable d¨¦ la cara, que se haga responsable de lo que hizo.
Han pasado varios d¨ªas y nada se sabe del taxista. La Polic¨ªa Municipal inici¨® una b¨²squeda que parece que no lleg¨® a nada. Una semana m¨¢s tarde del accidente que comento, los Mossos d'Esquadra localizaron el veh¨ªculo que atropell¨® y mat¨® a un ciclista en una carretera, d¨¢ndose tambi¨¦n a la fuga. Solo por los fragmentos dispersos del coche culpable, los agentes identificaron su marca y dado que en dicha comarca hab¨ªa una cantidad limitada de unidades de esa marca, el homicida fue localizado y detenido.
Atropellar a un transe¨²nte y darse a la fuga, sin atender si ha quedado mal herido o si de su r¨¢pida atenci¨®n hubiese podido depender su supervivencia, parece la clase de comportamiento t¨ªpico de la ¨¦poca que vivimos. Una ¨¦poca de ego¨ªsmo y rampante insolidaridad. Sin embargo record¨¦ una novela policiaca que le¨ª en los a?os setenta. Era La bestia debe morir, del poeta irland¨¦s Cecil Day-Lewis (padre del actor Daniel Day-Lewis), aunque firmada con su habitual seud¨®nimo, Nicholas Blake. Esa novela, publicada en 1938, tiene una primera parte extraordinaria, seguramente la raz¨®n por la cual con ella Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares inauguraron la c¨¦lebre colecci¨®n de novela policiaca S¨¦ptimo C¨ªrculo. (No puedo reprimir las ganas de regalarles su comienzo: ¡°Voy a matar a un hombre¡ Todo criminal, cuando carece de c¨®mplices, necesita un confidente: la soledad, el espantoso aislamiento y la angustia del crimen son demasiado para un solo hombre¡±).
La novela es la historia de una desesperada y desoladora b¨²squeda: la del hombre que abandon¨® al hijo del protagonista, despu¨¦s de atropellarlo y dejarlo morir en la calle
La novela es la historia de una desesperada y desoladora b¨²squeda: la del hombre que abandon¨® al hijo del protagonista, despu¨¦s de atropellarlo y dejarlo morir en la calle. Mi amigo me asegura con una media sonrisa que no es su caso. Su hija ya se est¨¢ restableciendo de las heridas. No quiere tomarse la justicia por su mano. Y por no querer, a lo mejor ni siquiera le interesa contribuir a su castigo. Solo quisiera decirle al causante de lo que pudo ser una tragedia, que dejar abandonado a su suerte a quien te has llevado por delante no es humano, me dice.
Al hilo de estas reflexiones, me acord¨¦ tambi¨¦n del bailador Farruquito. El 24 de julio del 2008 present¨® un espect¨¢culo titulado Puro. Fue en Palma de Mallorca y asistieron 2.000 personas. Bailaba ante sus incondicionales tras la obtenci¨®n del tercer grado penitenciario. Sucedi¨® que el 30 de septiembre del 2003, el artista conduc¨ªa su potente coche a una velocidad el doble de lo permitido en una arteria de Sevilla. Como consecuencia de ese comportamiento temerario, Farruquito atropell¨® y mat¨® a un hombre. Lejos de auxiliar a su v¨ªctima, se dio a la fuga. Cuando se lo detuvo, declar¨® que quien conduc¨ªa su coche era su hermano. Unas grabaciones pusieron al descubierto la mentira. Farruquito cumpli¨® 14 meses de la pena de tres a?os que le fue impuesta. Con el tiempo, se mostr¨® arrepentido y pidi¨® perd¨®n.
Del texto de la sentencia sobre la culpabilidad de Farruquito sobresale con meridiana claridad el ¨¦nfasis que se pone en lo que para m¨ª es sustancial desde el punto de vista ¨¦tico en este tan desgraciado caso: denegaci¨®n de auxilio y, sobre todo, quebranto de las m¨¢s elementales normas de solidaridad humana.
FALTAS. De la infanta Cristina se han dicho y escrito muchas cosas. Algunas muy interesantes, como para hacernos una idea del personaje (y uso la palabra personaje a sabiendas de su connotaci¨®n narratol¨®gica). Algunas muy llamativas y otras sintom¨¢ticas. Me llam¨® la atenci¨®n, por ejemplo, la teor¨ªa amorosa que esgrimi¨® el abogado de la infanta, Jes¨²s Mar¨ªa Silva, adem¨¢s de una disertaci¨®n sobre el matrimonio.
Para este letrado, solo el profundo amor que la Infanta siente por su marido hizo que nunca haya sabido nada de sus patra?as empresariales. Acto seguido, adujo que la encontr¨® extra?ada y dolida. Andreu Manresa, por otra parte, escribi¨® que durante su parca comparecencia ante el juez Castro, la Infanta consumi¨® cinco botellines de agua en menos de seis horas.
Esa descripci¨®n me llev¨® hasta lo que me sucedi¨® hace unos a?os en mi casa. Entraron durante mi ausencia unos cacos y me vaciaron la habitaci¨®n en que trabajo: hab¨ªan desaparecido un v¨ªdeo, ordenadores, un fax, un peque?o televisor y una impresora. Lo que m¨¢s me llam¨® la atenci¨®n fue la cantidad de botellas de agua vac¨ªas que quedaron desperdigadas por la casa. Cuando les pregunt¨¦ a los agentes que vinieron a recoger huellas por los envases vac¨ªos, me contestaron: ¡°Esta gente mientras est¨¢ delinquiendo suele ponerse muy nerviosa, por eso necesita ingerir mucho l¨ªquido¡±.
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario.
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