Las chicas guerreras de 1714
La periodista Patricia Gabancho reivindica en un libro la labor de las mujeres en el episodio hist¨®rico, con presencia de reinas, santas, esp¨ªas y viudas de h¨¦roes
De una mujer, lo importante en la Barcelona de 1714 ¡ªen realidad, en toda la Europa del XVIII¡ª era saber si clasificarla como ¡°honesta¡± o como ¡°perdida¡±, en terminolog¨ªa de la ¨¦poca. Y poco m¨¢s, am¨¦n de si pod¨ªa dar descendencia al linaje o ser transmisora de patrimonio. A pesar de esa invisibilidad, entre tanto Villarroel, Casanova, Archiduque Carlos y Vilana-Perlas, mujeres, de haberlas, las hab¨ªa. Y en papeles tan sorprendentes como admirables: reinas, esp¨ªas, santas, nobles exiliadas, viudas de h¨¦roes... La periodista Patricia Gabancho, aunque poca, ha hallado informaci¨®n suficiente de siete, part¨ªcipes en momentos claves de un episodio hist¨®rico que explica a trav¨¦s de ellas en Les dones del 1714 (Columna).
El rescate de sus cong¨¦neres (a petici¨®n de la concejal¨ªa de Mujer y Derechos Civiles del Ayuntamiento de Barcelona y con la ayuda de historiadores como Joaquim Albareda, Albert Garc¨ªa Espuche y Agust¨ª Alcoberro) da un juego sorprendente y una mirada distinta a la historia del tr¨¢gico periodo de Catalu?a entre 1700 hasta 1725, tras la Paz de Viena.
La m¨¢s llamativa es la reina rubia Elisabet Cristina de Brunswick-Wolfenb¨¹ttel, llegada a Matar¨® en julio de 1708, con 17 a?os, casada por poderes con el archiduque Carlos de Austria a quien a¨²n no conoc¨ªa entonces pero que a lo mejor ¨¦l hubiera repudiado al instante si hubiese visto su rostro demacrado por el ataque nocturno de los mosquitos del Maresme. Se enamor¨® tanto de Barcelona (y, seg¨²n algunas fuentes, tambi¨¦n del futuro brazo derecho de su esposo, el catal¨¢n Vilana-Perlas: ¡°No dexar¨¦ de Ser la misma¡±, le escribe a poco de que se reencuentren en Viena) que se arrodill¨® para besar el suelo de la ciudad antes de embarcar d eregreso a Viena. En su tumba se hizo grabar su llegada al puerto de Barcelona.
Marianna de Copons es la Mata Hari catalana: arist¨®crata refugigada en Alella, su hito consisti¨® en seducir al coronel Le Querchois, al que sonsac¨® que las huestes borb¨®nicas iban a reforzar Matar¨®, llena de botiflers, (¡°era la Burgos de la Guerra de Sucesi¨®n¡±, lanza con punzante s¨ªmil con 1936 la autora). Un dato que no tard¨® en hacer llegar a la red de espionaje de su superior, Salvador Lleonart, evitando que las tropas catalanas cayeran en una emboscada.
El repaso de Gabancho, pespunteado por ilustraciones de Francesc Artigau, se detiene en la m¨¢rtir Santa Eul¨¤lia, patrona fetiche de la ciudad, cuyo pend¨®n invicto y milagroso en el sitio de 1706 fue invocado oficialmente ya en julio de 1713. En una ciudad ya hist¨¦rica y de repentino fervor religioso (se cierran prost¨ªbulos, se proh¨ªbe el juego y se obliga a las mujeres a ir de negro para no ofender a Dios), el pend¨®n fue hecho prisionero el 11 de septiembre de 1714, llevado a Madrid y devuelto a Barcelona para ser quemado; la bandera, inmesa, que se colgaba del balc¨®n consistorial, fue salvada an¨®nimamente in extremis, si bien por sus dimesiones quien la rescat¨® solo recort¨® la imagen de la santa, hoy restaurada.
Quiz¨¢ porque era hermana de dos de los mejores generales catalanes, Manuel (gobernador de Cardona, ¨²ltima plaza fuerte de la guerra) y Antonio (marqu¨¦s de Poal y comandente en jefe de las tropas exteriores a Barcelona), la abadesa del monasterio cisterciense de Vallbona, Manuela Desvalls, se encarg¨® de copiar papeles, hacer circular mensajes y pasar informaci¨®n reservada para la red de espionaje de Lleonart. Una vida muy distinta de la noble de origen napolitano Maria Josep Pignatelli, casada con el conde de Althann, ¨ªntimo amigo (malas lenguas dec¨ªan amante) del archiduque, con el que ya huyeron hacia Viena en 1711; desde su rico palacio dieron refugio a catalanes, con los que, con m¨²sica de fondo, conspiraban in¨²tilmente.
La arist¨®crata Mariana de Copons sonsac¨® a lo Mata Hari informaci¨®n militar borb¨®nica
Gabancho muestra debilidad por el car¨¢cter de Magdalena Giralt, viuda del general Moragues, cuya cabeza Felipe V dej¨® colgada en el Portal del Mar de la ciudad durante 12 a?os para p¨²blico escarmiento. Expropiadas todas sus tierras y perdidos sus hijos, hizo del rescate de la cabeza de su esposo su raz¨®n de ser. Mientras, la m¨¢s dom¨¦stica Maria ?ngels Sala, esposa de Joan Kies, c¨®nsul de Holanda y mercader, le permite ilustrar la destrucci¨®n del Born y la de ¡°una nueva burgues¨ªa urbana modernizadora, un proceso que qued¨® cortado en seco, como ocurri¨® en 1939: hab¨ªa la voluntad de desmantelar la estructura jur¨ªdica, policial e institucional de Catalu?a y ahogar a un pueblo y una cultura¡±, dice Gabancho, que en un ep¨ªlogo encuentra similitudes entre 1714 y la historia contempor¨¢nea. Otra chica guerrera.
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