La cultura del pelotazo de goma
No he visto cicatrices de las concertinas en los inmigrantes que llegan al Segri¨¤ o el Bajo Cinca, pero las acarrean en su relato
Repaso las im¨¢genes de la Guardia Civil en la playa de Ceuta, las siluetas de los uniformes, los cascos, las escopetas y el cabeceo de los inmigrantes que llegan a nado. Se escuchan los disparos y los insultos. Ya en tierra, uno de los guardias civiles empuja y tira al suelo a uno de los inmigrantes, que acaba arrastr¨¢ndose de puro agotamiento. El guardia civil que derrumba al n¨¢ufrago no sabe hasta qu¨¦ punto ese gesto lo hunde a ¨¦l, a sus amigos, a sus hijos si los tiene. Cada bala de goma es un bumer¨¢n.
Algunas de esas siluetas que emergen y que dan gracias a Dios por hollar la playa, llegar¨¢n dentro de tres meses hasta el Bajo Cinca o el Segri¨¤ con la esperanza de que la campa?a de la fruta les d¨¦ alg¨²n d¨ªa de trabajo. La escena se repite verano tras verano con hombres que nadaron hasta la misma playa desde hace m¨¢s de dos d¨¦cadas. Una vez aqu¨ª la odisea de la vida y del trabajo es menos arriesgada pero interminable, Ulises o S¨ªsifo. Algunos de ellos solo cambian las chozas cercanas a la frontera de Ceuta y Melilla por las de los pajares de los alrededores de fincas y pueblos.
En el Segri¨¤ y el Bajo, Cinca los inmigrantes procedentes del Sahel compiten con marroqu¨ªes, rumanos y b¨²lgaros. Hay localidades que incrementan un 50% su poblaci¨®n cuando llega el verano. El porcentaje de trabajadores llegados de otras partes de Espa?a es insignificante, y eso en un pa¨ªs con un 27% de paro y que genera noticias de desnutrici¨®n infantil. Puede que haya seis millones de parados pero nadie quiere trabajar en el campo. No me digan que suena demag¨®gico, que ya me lo digo yo mientras escribo, pero la realidad es terca. A dos casas de la m¨ªa viven m¨¢s de sesenta rumanos contratados en origen. Al otro lado, dos familias b¨²lgaras reforman una casa vieja. En diagonal, tres argelinos que despu¨¦s de a?os de trabajo quieren traerse a sus novias. Hay municipios del Bajo Cinca y del Segri¨¤ que son la prolongaci¨®n natural de Ceuta y Melilla, la geograf¨ªa a veces tiene estas iron¨ªas.
Hay municipios del Bajo Cinca y del Segri¨¤ que son la prolongaci¨®n natural de Ceuta y Melilla, la geograf¨ªa a veces tiene estas iron¨ªas
El cultivo de la fruta dulce necesita mano de obra no especializada y sobre todo, resistente al trabajo. En las empresas se pagan sueldos base pero casi nadie se arriesga a trabajar sin contrato. Hasta donde yo s¨¦, no busquen grandes bolsas de fraude ah¨ª. Los sueldos son b¨¢sicos y los m¨¢rgenes baj¨ªsimos para poder llenar las decenas de miles de tiendas de fruta y verduras que se han abierto por todas partes y donde todos nos quejamos de lo caras que van las mandarinas: el bumer¨¢n.
Si el guardia civil que dispara la pelota de goma tuviese dos dedos de frente ver¨ªa que el verdadero destinatario del proyectil es su hijo. Cada vez que se levanta una valla en Ceuta las leyes de la f¨ªsica levantan otra en territorio espa?ol. El gobierno de Zapatero instal¨® vallas tridimensionales al tiempo que continuaba construyendo los muros para sus propios ciudadanos. Continu¨® cementando la Espa?a del pelotazo de Solchaga, el gran proyecto pol¨ªtico compartido por la derecha y la izquierda, quiz¨¢s el ¨²nico proyecto espa?ol, ese pelotazo que toma la trayectoria de un bumer¨¢n y cuya defensa y prolongaci¨®n son los sueldos cada vez m¨¢s bajos. Al final, puede que el guardia civil que hunde al n¨¢ufrago sea un pobre diablo y que alguien hunda a su hijo con la misma sa?a e ignorancia que ¨¦l.
No he visto las cicatrices de las concertinas en los inmigrantes que llegan hasta el Segri¨¤ o el Bajo Cinca, pero les aseguro que se pueden ver decenas de ellas en el relato que acarrean consigo. Son el reverso de las cicatrices de todos y cada uno de los casos de desastre moral que ha acompa?ado el devenir del Estado espa?ol, empe?ado en construir vallas para sus propios ciudadanos, vallas preferentes, vallas el¨¦ctricas, vallas de peajes y tarjetas Visa de todo tipo y adecuadas al tiempo, al lugar y a la ocasi¨®n, sanitarias o universitarias. Me imagino, de manera sim¨¦trica, el inexpugnable muro del paro, at¨¢vico y en constante reparaci¨®n para que nadie lo salte, a la espera del pr¨®ximo pelotazo. La imagen de la playa es ubicua y el paisaje espa?ol cada vez m¨¢s africano: si en Ceuta es la Guardia Civil la que dispara al n¨¢ufrago, aqu¨ª son las ¨¦lites del poder (el¨¦ctrico, gas¨ªstico o bancario) quienes disparan pelotas de goma contra los espa?oles que pretenden llegar a sus playas.
Si en Ceuta es la Guardia Civil la que dispara al n¨¢ufrago, aqu¨ª son las ¨¦lites del poder quienes disparan pelotas de goma contra los espa?oles
Las im¨¢genes de Ceuta son las del l¨ªmite, las del agente con sueldo y trabajo de pena en las fronteras con ?frica que comprueba c¨®mo los m¨¢s patri¨®ticos patriotas saltan atl¨¦ticamente las de Andorra o Suiza, es decir, las de la moral. ?l, pringado en Ceuta, sus parientes en el paro, Blesa en la Vega de Sicilia, la monarqu¨ªa de safari con balas de verdad y la pasta gansa de los ERE esnifada y malmetida: solo puede aspirar a hundir al inmigrante que llega.
Dec¨ªa Llu¨ªs Bassat el pasado domingo en este peri¨®dico que el producto Espa?a es malo. Discrepo, no se trata solamente de un producto, no solo era la econom¨ªa, pobres tontos de nosotros, era la moral. Lo certifican los economistas y los equipos de rescate, que hemos tocado fondo.
Francesc Ser¨¦s es escritor.
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