Ser o no ser ¡®botifler¡¯
Arqueolog¨ªa del fundamentalismo identitario, nadie sabe el significado de esta beatificaci¨®n de un anacronismo l¨¦xico
Ser o no ser botifler, polvoriento sinsentido. De los ajetreos diversos de 1714 proviene el t¨¦rmino botifler, sin¨®nimo de traici¨®n a la Catalu?a de los Austrias y de entrega vergonzosa a los Borbones. De aquello ya hace trescientos a?os, como se cuidan de recordarnos las conmemoraciones a cargo del presupuesto del Ayuntamiento de Barcelona, entre otros. ?Qu¨¦ sentido tiene seguir usando botifler para referirse a los actuales traidores a Catalu?a, si es que existe esta categor¨ªa de ciudadanos? Alg¨²n sentido tendr¨¢ porque hay quien lo usa a diestro y siniestro. A¨²n as¨ª, parece l¨ªcito preguntarse por la consistencia sem¨¢ntica de una recriminaci¨®n que se remonta a 1714 y que unos pocos siguen aplicando tres siglos m¨¢s tarde, en una Catalu?a que convive en la norma constitucional de 1978, auton¨®mica, globalizada, digital y sujeto activo de procesos sociales y de un pluralismo que, ni tan siquiera como concepto, ten¨ªa valor alguno antes de aquella guerra de Sucesi¨®n.
Si se trata de fidelidad a una tradici¨®n que reivindique la identidad de Catalu?a frente al sojuzgamiento y la colonizaci¨®n, la p¨¦rdida de tiempo y la inadaptaci¨®n hist¨®rica se retrotraen a los estadios m¨¢s primitivos del nacionalismo catal¨¢n. Hay ingenuidad, pintoresquismo e improvisaci¨®n en el primer catalanismo. Catalu?a hab¨ªa sido la m¨¢s antigua democracia del mundo, el sistema representativo m¨¢s perfecto. Flecos medievalistas hablan de un pueblo insumergible, ¡°el m¨¢s libre de la Tierra¡±, el ¡°m¨¢s democr¨¢tico y libre del mundo¡±. Y no por eso queda invalidada una idea moderna de Catalu?a que es, por ejemplo, la de Jaume Vicens Vives o Josep Pla. Pero, bueno, tal vez ellos tambi¨¦n fueran botiflers.
Botifler, dicen los historiadores, proviene de beaut¨¦ fleur, es decir, la flor de lis. Eso ocurr¨ªa a?os antes de la Revoluci¨®n Francesa, antes de otras tantas restauraciones din¨¢sticas, de un buen n¨²mero de intentonas militares, de algunas guerras civiles y de la llegada de la m¨¢quina de vapor a una Catalu?a que, fiel a los Austrias, pero sin unanimidad certificable y perpetua, luego super¨® la confrontaci¨®n din¨¢stica, entr¨® en una nueva din¨¢mica comercial ¡ªproductiva¡ª y se desperez¨® de no pocas inercias del Antiguo R¨¦gimen.
En aquellos tiempos, algunos catalanistas folkl¨®ricos dec¨ªan: ¡°Primer xino que espanyol¡±.
Uno no sabe c¨®mo interpretar que tres siglos despu¨¦s algunos nacionalistas, y m¨¢s ahora en el marem¨¢gnum secesionista, sigan considerando que botifler define con exactitud a quienes piensan de un modo distinto, de modo cr¨ªtico respecto a separar Catalu?a de Espa?a, qued¨¢ndose fuera de la Uni¨®n Europea. Esa es una hipot¨¦tica exactitud que choca con la debida correlaci¨®n entre las palabras y sus significados. Ser o no ser botifler en el a?o 2014, a casi nadie le importa y, m¨¢s a¨²n, casi nadie sabe lo que eso significa. Extra?a beatificaci¨®n de un anacronismo l¨¦xico. Arqueolog¨ªa del fundamentalismo identitario. Con toda la parafernalia del Born y sus fastos, en la Catalu?a que busca salirse de la crisis y asimilar prontamente la destrucci¨®n creativa que es consecuencia de estos episodios, posiblemente no valga la pena perder el tiempo conmemorando la hipot¨¦tica traici¨®n de los botiflers y buscarle una absurda vigencia como insulto.
A lo m¨¢s, tiene que ver con los aires de un conjuro de fiebres y nostalgias, con el desfile de gigantes y cabezudos, o con la colombofilia que alent¨® a algunos precursores del catalanismo. En aquellos tiempos, algunos catalanistas folkl¨®ricos dec¨ªan: ¡°Primer xino que espanyol¡±. No vayamos a suponer que es por este argumento que ahora hay restaurantes y bazares chinos en cualquier conf¨ªn de Catalu?a. Otros catalanistas fundacionales dec¨ªan que su pol¨ªtica deb¨ªa consistir en ¡°matar la pol¨ªtica¡±. D¨¦cadas despu¨¦s, la pol¨ªtica ¡ªbien o mal hecha¡ª, rige la vida p¨²blica de Catalu?a. La naci¨®n ocupada y violada en su identidad inmutable es una entelequia frente al demos fluctuante y plural. El antiliberalismo fue propio del proto-catalanismo mientras que hoy la libertad de la ciudadan¨ªa de Catalu?a no podr¨ªa entenderse sin las libertades de una democracia liberal. Pero incluso as¨ª, botifler parece seguir siendo un insulto, usado de forma tan arcaica que incluso podr¨ªa acabar por ser un elogio.
Botifler t¨², yo y aquel de m¨¢s all¨¢. Botiflers todos, como herencia de una historia que se comparte y que enriquece, siempre y cuando no excluya. Los irredentistas de hace tres siglos echaban en cara a los botiflers su deslealtad con Catalu?a. Tres siglos despu¨¦s, reiterar aquel arca¨ªsmo caracteriza una concepci¨®n de Catalu?a m¨¢s af¨ªn al caganer que a la Ilustraci¨®n, m¨¢s end¨®gena que sociedad abierta, m¨¢s apegada a mitos del pasado que a la pasi¨®n del futuro. Cuesta suponer que alguien pueda ser considerado botifler en una sociedad biling¨¹e, acogedora de inmigrantes y con tantos v¨ªnculos de familia con el conjunto de Espa?a. M¨¢s que voces ancestrales, lo que o¨ªmos son ecos extraviados. El apelativo botifler poco tiene que ver con una conciencia hist¨®rica. Es, m¨¢s bien, un f¨®sil reactivado artificiosamente para pretender agredir.
Valent¨ª Puig es escritor
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