Paisaje despu¨¦s de la batalla
Hay que reconducir el esp¨ªritu cr¨ªtico de los or¨ªgenes de la fiesta para vigilar a los poderosos
Entre toneladas de basura por fin acab¨® esa obnubilaci¨®n colectiva recurrente por la que toleramos la incre¨ªble degradaci¨®n urbana que se llega a alcanzar en Valencia, el derroche econ¨®mico que no se puede permitir una sociedad hundida en la miseria, la evidente manipulaci¨®n pol¨ªtica de unas fiestas que se supone son de todos¡ Sobre las fallas hay opiniones para todos los gustos, pero no conozco ninguna otra ciudad en la que las fiestas patronales representen te¨®ricamente una cr¨ªtica al sistema, al tiempo que este se burla de sus infelices cr¨ªticos jaleando sin rubor sus mayores excesos. S¨ª, ya s¨¦ que est¨¢ el carnaval, pero se trata de algo diferente. El carnaval sigue la l¨®gica del mundo al rev¨¦s y del anonimato, algo que ya estaba presente en las saturnales romanas o en la fiesta medieval de los locos. En el carnaval todos dan rienda suelta a sus inhibiciones durante una semana, sobre todo a las sexuales, pero no se revuelcan en el lodo; los humildes asumen el papel de los poderosos; y tirios y troyanos se ponen la careta por si las moscas. Lo de las fallas es diferente. La Valencia fallera no se parece en nada ni a R¨ªo de Janeiro ni a Santa Cruz de Tenerife ni a Venecia. Simplemente es una verg¨¹enza.
Las fallas, dicen, critican los acontecimientos del a?o anterior. ?De veras? La risa es libre y puede que los textos sean graciosos, pero sin duda se trata de un humor ambiguo. Y es que a los valencianos nos han querido hacer creer que las simplezas contenidas en los carteles que acompa?an a cuatro monigotes nos eximen de exigir responsabilidades a quien corresponde. Resultado: nos cuelan todos los goles sin que nos demos cuenta. La t¨¢ctica es la misma que la de la olla expr¨¦s. Si la ebullici¨®n del guiso rompiese bruscamente la tapa, el resultado ser¨ªa explosivo, pero como va soltando vapor poco a poco, al final no pasa nada. En la Comunidad Valenciana no faltan materias inflamables que se cuecen y recuecen a elevadas temperaturas ¡ªuna rebanada de G¨¹rtel, un hueso de Emarsa, un ala de Brugal, una pizca de Cooperaci¨®n¡ª y este a?o se han criticado m¨¢s que nunca, pero, a la hora de la verdad, mientras convivan con grotescas figuras machistas que aluden a personajes de la prensa del coraz¨®n, el efecto no ser¨¢ cat¨¢rtico sino de chascarrillo de barra de bar. La fiesta de las fallas lleva degrad¨¢ndose a?o tras a?o y o cambia o habr¨¢ que cerrar el tenderete. Como bien dec¨ªa la falla ganadora de esta edici¨®n, tambi¨¦n en esto hemos llegado a encarnar la excepci¨®n vergonzante de Europa: un esc¨¢ndalo. Otras urbes europeas de parecido n¨²mero de habitantes han concentrado su fiesta patronal en una gran explanada sin molestar a nadie. As¨ª el Oktoberfest de Munich o, en Espa?a, la feria de abril de Sevilla.
Hay que reconducir el esp¨ªritu cr¨ªtico de los or¨ªgenes de la fiesta para que de verdad suponga una vigilancia de los poderosos, no para que estos inviten a sus amigotes al balc¨®n del ayuntamiento para ver c¨®mo se revuelca el populacho al que indisimuladamente desprecian. Este era el modelo panem et circenses de los emperadores romanos, pero resulta incompatible con una sociedad del siglo XXI. Una Valencia as¨ª ser¨ªa otra ciudad, m¨¢s libre, m¨¢s democr¨¢tica y, sobre todo, m¨¢s moderna. Sospecho que es pedir demasiado y que ni siquiera la corporaci¨®n municipal post ritesca llegar¨¢ a tanto. Veremos. Al fin y al cabo, cada crem¨¤ abre una nueva etapa y so?ar no cuesta nada.
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