El termostato de la independencia
La ola independentista en Catalu?a es en gran parte una reacci¨®n ¡®termost¨¢tica¡¯ a unos a?os de ahogante clima centralista
Cuando Ronald Reagan accedi¨® a la Presidencia de los Estados Unidos en 1981, la mayor¨ªa de los americanos estaba a favor de que el Gobierno gastara menos dinero en pol¨ªticas sociales. Atendiendo al mandato de sus votantes, Reagan puso en marcha el m¨¢s ambicioso paquete de recortes sociales de la historia reciente de Estados Unidos. Sin embargo, el idilio con la opini¨®n p¨²blica dur¨® poco. Los americanos reaccionaron de forma r¨¢pida y contundente en contra de esas pol¨ªticas de austeridad. En apenas dos a?os, el n¨²mero de partidarios de recortar las pol¨ªticas sociales se desplom¨®, dejando de ser la opini¨®n mayoritaria entre los americanos.
Los polit¨®logos tenemos especial predilecci¨®n en contar la experiencia del presidente Reagan cuando queremos explicar por qu¨¦ los ciudadanos cambian en ocasiones de preferencias incluso en breves per¨ªodos de tiempo. Lo que le ocurri¨® a Reagan demuestra que las opiniones de los ciudadanos no son inmutables, sino que se adaptan constantemente a lo que van haciendo los pol¨ªticos. Y, en gran medida, lo hacen siguiendo una sencilla regla: cuando el Gobierno gasta mucho dinero en alguna pol¨ªtica, nuestro apoyo a esa pol¨ªtica tiende a disminuir. Por el contrario, si se producen recortes, dicho apoyo tiende a aumentar. As¨ª, los ciudadanos actuamos como un termostato: pedimos m¨¢s cuando nos quitan y dejamos de pedir cuando nos dan.
Eso es lo que le ocurri¨® a Reagan. Pero tenemos un ejemplo de efecto termost¨¢tico muy similar en nuestro pa¨ªs. La adhesi¨®n a las pol¨ªticas sociales no ha parado de crecer desde que se pusieron en marcha las pol¨ªticas de austeridad. Seg¨²n el CIS, en el a?o 2010, un 40% de los espa?oles pensaba que se gastaba demasiado poco en la sanidad p¨²blica. Pero, en apenas tres a?os de duros recortes en este servicio, este porcentaje ha ascendido al 66%. As¨ª, las pol¨ªticas de austeridad han tenido como consecuencia que los partidarios de fortalecer la sanidad p¨²blica sean ahora mayor¨ªa en Espa?a.
El efecto termost¨¢tico no solo est¨¢ detr¨¢s del reciente aumento del apoyo ciudadano al Estado del bienestar. Tambi¨¦n nos ayuda a entender por qu¨¦ ha crecido tanto el independentismo en Catalu?a y ¡ªa¨²n m¨¢s interesante¡ª por qu¨¦ tales niveles de apoyo podr¨ªan ser susceptibles de ser reducidos en un per¨ªodo de tiempo igualmente breve.
Los ciudadanos act¨²an a menudo de forma termost¨¢tica y, por lo tanto, sus opiniones tienden a moverse en direcci¨®n contraria a las pol¨ªticas del Gobierno
En 2010, los partidarios de una Catalu?a independiente no superaban en n¨²mero a los defensores del status quo o a los que demandaban potenciar el Estado de las autonom¨ªas. Sin embargo, el independentismo se han multiplicado por dos en los ¨²ltimos a?os. Tal aumento no responde tanto a un cambio estructural en la composici¨®n socio-econ¨®mica de Catalu?a como a una reacci¨®n termost¨¢tica a ciertas pol¨ªticas llevadas a cabo por las instituciones del Estado. A mi parecer destacan dos hechos cruciales.
En primer lugar, la sentencia del Tribunal Constitucional de recortar partes importantes del Estatut dej¨® una sensaci¨®n a la ciudadan¨ªa de que el Estado ya no era receptivo a potenciar el modelo auton¨®mico. Y en segundo lugar (y quiz¨¢s m¨¢s importante), la crisis de la deuda provoc¨® una anulaci¨®n de facto de las autonom¨ªas. No es casualidad que la primera gran manifestaci¨®n de la Diada se produjera en 2012 tras un verano en que el Gobierno de Rajoy pon¨ªa en jaque a las autonom¨ªas con unos estrictos objetivos de d¨¦ficit. Un breve repaso a las hemerotecas es suficiente para revivir el ambiente que entonces se respiraba, con un Gobierno central que se sent¨ªa m¨¢s fuerte que nunca ante unas ahogadas comunidades aut¨®nomas. Eran tiempos en los que, por ejemplo, el ministro Crist¨®bal Montoro no perd¨ªa ocasi¨®n para recordar que a su Gobierno no le temblar¨ªa el pulso a la hora de supervisar, penalizar e incluso intervenir a las autonom¨ªas que incumplieran los objetivos de d¨¦ficit.
El Gobierno central se ve¨ªa entonces victorioso en la lucha entre Estado y las autonom¨ªas. Nada m¨¢s lejos. Todas esas acciones tuvieron un fuerte impacto en la sociedad catalana, que reaccion¨® de forma termost¨¢tica incrementando sus demandas de ruptura con el Estado.
En definitiva, los ciudadanos act¨²an a menudo de forma termost¨¢tica y, por lo tanto, sus opiniones tienden a moverse en direcci¨®n contraria a las pol¨ªticas del Gobierno. Todo indica que quienes han ocupado cargos relevantes en las instituciones centrales en la ¨²ltima d¨¦cada poco sab¨ªan de termostatos. Con sus decisiones calentaron el ambiente y, a cambio, se encontraron con una reacci¨®n que no esperaban.
La ola independentista en Catalu?a es en gran parte una reacci¨®n termost¨¢tica a unos a?os de ahogante clima centralista. Y ¡ªlo que a¨²n es m¨¢s importante¡ª se trata de un fen¨®meno que es, en consecuencia, esencialmente coyuntural y reversible. Un pol¨ªtico h¨¢bil ya hubiera entendido que para revertirlo es necesario que alguien, desde las instituciones centrales, gire el termostato hacia actitudes m¨¢s dialogantes, sensibles y, sobre todo, generosas con las autonom¨ªas. A estas alturas, ya intuimos que la voluntad de bajar la temperatura pol¨ªtica es inexistente. Pero, de haberla, probablemente ver¨ªamos c¨®mo las preferencias territoriales de los catalanes volv¨ªan a acercarse a las posiciones que ten¨ªan pocos a?os atr¨¢s.
Llu¨ªs Orriols es doctor por la Universidad de Oxford y profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad de Girona
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