Hablando de violencia
Nada parece presagiar que las pol¨ªticas p¨²blicas puedan detener la violencia estructural en la que estamos inmersos
Esta ¨²ltima semana se ha hablado mucho de violencia. No me refiero solo a las secuelas de los hechos violentos que protagonizaron una minor¨ªa de los asistentes a la gran manifestaci¨®n por la dignidad del 22 de marzo en Madrid. Hablo de la violencia que suponen tambi¨¦n las altas tasas de desigualdad en las que nos estamos acostumbrando a vivir, con sueldos de altos ejecutivos que resultan agresivos a los ojos de qui¨¦nes apenas si subsisten. De violencia habla asimismo el informe dado a conocer esta semana la Unesco sobre pobreza infantil? que sit¨²a a Espa?a en el segundo pa¨ªs de la Uni¨®n Europea, tras Ruman¨ªa, con el mayor n¨²mero de ni?os viviendo en hogares pobres. Tambi¨¦n se ha publicado esta semana el informe de FOESSA que constata como, tras seis a?os de crisis, el espacio de exclusi¨®n social se ensancha, con p¨¦rdidas de renta de los hogares y ca¨ªda de los salarios. Se ensancha la brecha de desigualdad, y en la Uni¨®n Europea s¨®lo Bulgaria y Letonia nos superan en ese aspecto. En el mencionado informe se habla de violencia cuando se afirma: ¡°el aumento de la pobreza y su cronificaci¨®n, intensidad y severidad es una de las manifestaciones m¨¢s crueles¡ de la insuficiencia del compromiso p¨²blico con los hogares m¨¢s vulnerables¡±. Las necesidades sociales no dejan de aumentar y mientras el acceso a los derechos y los recursos p¨²blicos no dejan de menguar. El resumen es inapelable y violenta a qui¨¦n lo lee: pobreza creciente y derechos menguantes.
Mientras, en el Parlamento de Catalu?a se aceptaba a tr¨¢mite esta misma semana la ILP (con m¨¢s de un mill¨®n de firmas) sobre la renta m¨ªnima garantizada, y uno de sus promotores, al presentar el texto, afirmaba ¡°cuanto sufrimiento nos hubi¨¦ramos ahorrado si este proyecto de ley se hubiera ya aprobado y aplicado¡±. Todo hace suponer que el texto ser¨¢ enmendado y retocado para reformar la actual ¡°renta m¨ªnima de inserci¨®n¡±, lejos de los objetivos de sus promotores. Ma?ana lunes empieza el juicio a los que se acusa de usar la violencia en junio del 2011, cuando se rode¨® el Parlamento. En los casi tres a?os transcurridos desde entonces la tensi¨®n social en Catalu?a no ha dejado de aumentar, y nada parece presagiar que las pol¨ªticas p¨²blicas pensadas para otra ¨¦poca y desde otras coordenadas, puedan conseguir detener la creciente violencia estructural en la que estamos inmersos y que se manifiesta a cada momento en el sistema sanitario, en el sistema educativo, en las crecientes dificultades para hacer efectivo lo dispuesto en la ley de dependencia o en el conjunto de los servicios sociales en funcionamiento.
Hace ya muchos a?os que Lo?c Wacquant nos explicaba en su libro Castigar a los pobres, que el ¨¦nfasis en la seguridad y la criminalizaci¨®n de toda disidencia era la respuesta punitiva a la falta de capacidades estructurales del nuevo ¡°capitalismo mundial del riesgo¡± (Beck) para amortiguar los efectos de la creciente desigualdad y la ampliaci¨®n de los espacios de privaci¨®n y de exclusi¨®n social. El ministro Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz es la expresi¨®n de esa violencia estructural que reclama seguridad, entendida solo en singular, y asimilada a orden p¨²blico. Frente a la violencia, la crueldad, el desorden y las inseguridades del sistema econ¨®mico, el orden y la seguridad al servicio de que todo siga igual. Dec¨ªa Roosevelt, frente a la gran crisis del 29, que ¡°no tenemos nada que temer, sino el temor mismo¡±. Ya que es en esa atm¨®sfera de temor y de miedo donde florecen violencia y autoritarismos de todo tipo. Si no hay canales por d¨®nde hacer llegar las acuciantes necesidades de las gentes, o esos canales no dan respuesta alguna, esas mismas gentes se organizan y buscan soluciones. Pero otros, de manera ciega, expresan rechazo e ira. Llevamos a?os de crisis y de manifestaciones y est¨¢ bastante claro que a la violencia institucional le resulta conveniente deslegitimar las protestas con las actitudes agresivas de unos pocos. Si no somos ya capaces de mantener la paz social con los mecanismos redistributivos que us¨¢bamos, deberemos ir pensando colectivamente en otros medios, como el uso de l¨®gicas predistributivas (l¨ªmites a los salarios de ejecutivos, fijar precios, regulaci¨®n de mercados, prioridad a gastos en infancia,¡) antes que la violencia estructural e institucional dominante nos conduzca a escenarios inmanejables.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica e investigador del IGOP de la UAB.
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