Regalos sin ant¨ªdotos
Hacemos como que no lo vemos, pero las drogas, y en especial el ¡®cannabis¡¯, est¨¢n ah¨ª, tan toleradas que parecen legales
Sit¨²en la acci¨®n donde les plazca, seguro que tambi¨¦n puede suceder ah¨ª.
Vuelvo a casa despu¨¦s de un par de horas de bici por el monte y decido atajar porque estoy un poco lejos. Bajo m¨¢rgenes, paso entre campos de forraje y entro en una finca con granjas de cerdos y con tres perrazos de los que asustan. A lo lejos, un agricultor, en su tractor, me pita y me grita. Los perros me acogotan contra una barrera de cipr¨¦s mientras el tractor avanza a toda prisa. Puedo o¨ªr que los gritos no van dirigidos a los perros, sino a m¨ª.?
Y entiendo por qu¨¦. Al otro lado de la barrera de cipr¨¦s que rodea la parte de atr¨¢s de las granjas, donde contin¨²o defendi¨¦ndome como gato panza arriba, se halla la plantaci¨®n de marihuana m¨¢s hermosa que jam¨¢s haya visto y les prometo que no era ni la primera ni la vig¨¦simaeinteava. Hab¨ªa que llegar campo a trav¨¦s para encontrarla. El tractor llega y frena en seco. Como ¨¦l sabe que la he visto y los dos sabemos que estamos en un l¨ªo, me hago el hist¨¦rico para no dejarlo hablar.
Que tengo p¨¢nico a los perros, le digo, que me he perdido. Me ve tan azorado que no sabe qu¨¦ decirme. Intercala direcciones con diez ¡°est¨¢s en una propiedad privada, eh¡±. Al fin sujeta los perros y nos miramos, como si no hubiese pasado nada. Los dos tenemos algo que perder y como yo puedo acabar pasto de los cerdos y ¨¦l en el trullo, me tapo el rabillo del ojo y me largo por una senda sin mirar la plantaci¨®n. ?Lo r¨¢pido que se puede pedalear cuesta arriba!
No s¨¦ qu¨¦ pasar¨ªa despu¨¦s. Imagino que por si acaso, arrancar¨ªa a toda prisa la marihuana claro que no he vuelto para comprobarlo. Fue pura casualidad, pero ciclistas y excursionistas tienen un sinf¨ªn de an¨¦cdotas de este tipo. Cuando viv¨ªa en la sierra (no me hagan ser m¨¢s preciso), unos vecinos montaron redadas porque les hab¨ªan robado¡ S¨ª, plantas de marihuana. Asist¨ª a animadas discusiones sobre cepos y sobre c¨®mo clavar cuchillas en los tallos, para que los que quisieran arrancar las plantas se llevaran sorpresas en pies y manos.
No me atrever¨ªa a decirlo en el caso de la hero¨ªna pero cualquiera de nosotros puede comprar coca¨ªna y pastillas con suma facilidad
En una feria cercana a Reus pregunt¨¦ c¨®mo era posible que un pelagatos comprara un tractor que casi val¨ªa m¨¢s que la tierra que trabajaba. Un amigo me defini¨® el pelagatos como un aut¨¦ntico artesano del cannabis: ¡°El d¨ªa menos pensado le dan el Honoris Causa en los agr¨®nomos de Lleida¡±. Mientras escribo este art¨ªculo leo dos noticias. La primera es que han encontrado la nave de unos emprendedores con 2.300 plantas en las afueras la ciudad de los agr¨®nomos. La segunda que cuatro guardias civiles han sido juzgados por traficar con 3.100 kilos de hach¨ªs en Alcanar. Si te pillan, que no sea con un paquete de folios.
En un cap¨ªtulo de la serie The Wire la polic¨ªa delimita una zona para la venta de droga, legaliz¨¢ndola de facto. Puede que aqu¨ª haya llegado a suceder lo mismo. No me atrever¨ªa a decirlo en el caso de la hero¨ªna pero cualquiera de nosotros puede comprar coca¨ªna y pastillas con suma facilidad. La marihuana, a sacas: ¡°Oye, que no fumes cosas en el patio que tengo que volver a lavar las s¨¢banas¡±, o¨ª quejarse a una vecina la semana pasada en casa de unos amigos. Esos amigos tienen un amigo, el Regalo, un tipo que lleva y trae, ¡°en muchas fiesta de cumplea?os, el regalo soy yo¡±.
Que el tr¨¢fico y el consumo han llegado a ser estructurales en nuestra econom¨ªa es tan evidente que es mejor que nos tapemos el rabillo del ojo. Si desapareciese de repente toda la droga que hay en bombonas de butano horadadas, fondos de congelador o al final de falsas madrigueras ver¨ªan lo que es la falta de liquidez. La demanda es enorme, las nuevas semillas crecen en cualquier parte y los armarios de cultivo son casi indetectables.
Se han instalado tantos radiadores el¨¦ctricos que no se puede contrastar el aumento de consumo de los calefactores. Puede que su amable vecino no necesite realquilar la habitaci¨®n a un Erasmus para sacarse un dinerito. El pago en hierba es una realidad tan evidente como el aroma de algunas calles, plazas y terrazas. ?Cu¨¢nto dinero mueve? ?Y el total de la droga? ?M¨¢s que el asfaltado? ?Lo mismo que la venta de revistas? ?Lo que las zapater¨ªas? Lo mejor ser¨ªa legalizar lo que ya es pseudolegal, aunque solo fuera para poder aplicarle el 10% de retenci¨®n de la econom¨ªa yonqui de Barcelona World, ese regalo envenenado.
Esto es de la semana pasada, en un restaurante con vistas al Atl¨¢ntico; le comento a uno de los comensales algunos pasajes de ZeroZeroZero el nuevo libro de Roberto Saviano sobre el tr¨¢fico de coca¨ªna. Cuando entro en pormenores da una palmada en la mesa y dice que no, que hasta ah¨ª hemos llegado, que eso s¨ª que no, que tal como est¨¢ todo, a ver qui¨¦n no se aventura a la mar a coger un fardo u otro: ¡°Nosotros no nos metemos con la mafia, ?verdad que no? Pues que no toque las narices con la industria local, que bastante crisis tenemos¡±. Y nos re¨ªmos, pero por un momento todos tenemos esa extra?a sensaci¨®n de que nuestra econom¨ªa mira la droga, y ahora al juego, como nos mir¨¢bamos el cultivador de mar¨ªa y yo: no se ve, no se sabe, no se dice.
Y es que el regalo, somos todos.
Francesc Ser¨¦s es escritor.
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