Empat¨ªa par¨®dica entre hombre y m¨¢quina

Tal como Bergson advirti¨® que el hombre no es solamente el ¨²nico animal que r¨ªe de verdad, sino tambi¨¦n su singularidad est¨¢ en que es el ¨²nico que hace re¨ªr, teniendo en cuenta que los dem¨¢s ¡°solo provocan la risa por sus posibles semejanzas con lo humano¡±, en este caso los robots humanoides (y los robots m¨²sicos) reciclan esa empat¨ªa par¨®dica, y a veces hasta en la obra sucede al rev¨¦s, va del humano a la m¨¢quina.

Puede retrotraerse o extrapolarse el inter¨¦s por la rob¨®tica (y su natural antecesor, los mecanismos aut¨®matas) en el ballet a los finales del siglo XVIII, teniendo su obra cumbre en Copp¨¦lia (1870, Par¨ªs), que a su vez tomaba argumento del muy conocido cuento de Hoffmann. Blanca Li, mujer creadora de nuestro tiempo, abre su abanico hacia esos artilugios que poco a poco (y ya es realidad palpable) son parte del quehacer cotidiano. Li ha ido hacia un juego (a veces serio), una aventura de di¨¢logo con las m¨¢quinas y de interrelaci¨®n capaz de tanto alertar como entretener. Parear robot y hombre tambi¨¦n ha estado en la g¨¦nesis de la literatura de anticipaci¨®n cient¨ªfica, y m¨¢s de una vez se ha planteado la rebeli¨®n ¡°de los seres de metal sin alma¡±. Aqu¨ª al final ellos se quedan solos, sin ninguna respiraci¨®n org¨¢nica en escena.

En un escenario a veces misterioso que se acerca al laboratorio, los artistas se entregan a las evoluciones m¨¢s sorpresivas, son las que permiten la compa?¨ªa del robot, otras, la del lucimiento tecnol¨®gico sonoro. El movimiento a veces evoca la fascinaci¨®n que tuvieron futuristas, suprematistas y los de Bauhaus por las m¨¢quinas, pero luego cede a su estilo y desenfado. Y curioso es que lo mejor que hace el robot sea un paso de ballet acad¨¦mico (D¨¦velopp¨¦ ¨¤ la seconde): por algo ser¨¢.