Familias o unidades de convivencia
Vamos acumulando retrasos para conseguir la necesaria sinton¨ªa entre los nuevos modos de vida de la sociedad
Hace ya tiempo que se habla de la familia postmoderna en contraposici¨®n a la estructura nuclear y patriarcal de la familia moderna. En la actual, m¨¢s diversa y compleja, predominan nuevas caracter¨ªsticas: m¨¢s parejas sin hijos, familias monomarentales y monoparentales, familias reconstituidas o ensambladas, dos personas o m¨¢s sin n¨²cleo matrimonial, o personas solas. Las tendencias son claras, disminuye la familia tradicional con hijos, que del 40% pasa al 30% aproximadamente; aumentan las personas que viven solas, especialmente en las ciudades; y, aunque el porcentaje est¨¦ estable, es muy representativo el periodo de vida en que las personas conviven en grupos, sin relaciones de parentesco, ya sean estudiantes, trabajadores o parados.
Esta situaci¨®n nos lleva a pensar que en ciertas cr¨ªticas a la postmodernidad hay una a?oranza oculta a la familia moderna y patriarcal, un rechazo solapado a la eclosi¨®n de fen¨®menos surgidos al un¨ªsono de la postmodernidad, como los feminismos contempor¨¢neos o las parejas homosexuales.
No solo la estructura familiar se ha transformado, es m¨¢s igualitaria y menos jer¨¢rquica, y es muy relevante la mezcla cultural resultante de matrimonios mixtos y de la adopci¨®n de ni?os y ni?as de otros continentes, sino que el mayor cambio social se produce por los extremos: los singletons y las agrupaciones de personas que conviven sin ser familia. Esto hace que ya no se hable de familias sino de unidades de convivencia, para no excluir a todos estos casos en los cuales no hay lazos familiares o las personas viven solas.
Hoy la mayor¨ªa de los j¨®venes tienen ya la experiencia de haber vivido en alguna ¨¦poca en pisos de estudiantes, residencias, comunas u okupas; ello define a unas nuevas generaciones con otras pautas de vida: m¨¢s activistas, m¨¢s acostumbrados a compartir y a mantener relaciones distintas a las convencionales que son, en cambio, las ¨²nicas que tienen en cuenta los promotores, las normativas y los pol¨ªticos. Al ser un momento de transformaci¨®n y crisis se dan muchas m¨¢s combinaciones de unidades de convivencia, como familias multigeneracionales; j¨®venes que viven temporalmente con familiares; dos o m¨¢s n¨²cleos familiares que se organizan para vivir juntos; viviendas con realquilados, etc.
Al mismo tiempo, se incrementan las personas mayores que viven solas, sobrepasando en Espa?a los 1,7 millones. Es el resultado del aumento de la esperanza de vida y el objetivo esencial ha de ser poder tener un envejecimiento aut¨®nomo y activo. Tambi¨¦n aumentan las personas, j¨®venes y maduras, que, teniendo pareja, prefieren vivir cada una en su casa. En los pa¨ªses n¨®rdicos, Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca, o en ciudades como Se¨²l, los singletons representan entre el 40% y el 45% de los hogares. En Catalu?a ya son medio mill¨®n las viviendas en las que vive una sola persona, alrededor de un 20% del total; cifra y porcentaje similares a las viviendas con parejas sin hijos.
Todas estas transformaciones reclaman cambios dr¨¢sticos en la estructura y la forma de las viviendas, que deber¨ªan ser mucho m¨¢s diversificadas y flexibles. Sin embargo, en el mercado inmobiliario escasean pisos disponibles para estos casos; predomina el piso convencional. Esta incapacidad de las administraciones y de los promotores para responder a una realidad tan variopinta, que reclama tanto pisos adecuados para personas que viven solas o para parejas, como pisos de un cierto tama?o y flexibles que se vayan adaptando a la evoluci¨®n de las unidades de convivencia, es chocante y se refleja en la escasez de promociones a base de m¨®dulos combinables, transformables y crecederos.
Nuestra modernidad l¨ªquida comporta condiciones de vida personales m¨¢s inestables, pero tambi¨¦n m¨¢s libres. Con trabajos precarios e intermitentes las relaciones personales se hacen m¨¢s imprevisibles y las agrupaciones afectivas est¨¢n en continua transformaci¨®n. Hay una mayor movilidad obligada para instalarse en lugares donde hay ofertas de trabajo, al mismo tiempo que las posibilidades de elecci¨®n de modos de vida est¨¢n m¨¢s abiertas que nunca.
Ante este nuevo panorama se han de buscar alternativas de tenencia, m¨¢s all¨¢ de la compra o el alquiler, abriendo m¨¢s posibilidades al alquiler social; a todo tipo de cooperativas, como las de cesi¨®n de uso; a comunidades de ayuda mutua; a la "masover¨ªa urbana", etc. Adem¨¢s, se han de experimentar nuevos modos de compartir: electrodom¨¦sticos, instalaciones y espacios comunitarios. Si en los a?os setenta y hace unos diez a?os la arquitectura de la vivienda en Catalu?a supo experimentar y ponerse al d¨ªa, hoy a¨²n est¨¢n pendientes los tipos de vivienda adecuados a nuestro tiempo. Vamos acumulando retraso para conseguir la necesaria sinton¨ªa entre los nuevos modos de vida de una sociedad en transformaci¨®n, por una parte, y disponer de unas viviendas m¨¢s sostenibles, flexibles, transformables y compartibles, por otra.
Josep Maria Montaner, arquitecto y catedr¨¢tico de la ETSAB-UPC.
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