Si te quieres por el pico divertir
Se apela al di¨¢logo, a la moderaci¨®n y a la tolerancia sin tener en cuenta que la asimetr¨ªa desequilibra los argumentos
Hace m¨¢s de tres a?os que asistimos a intentos de reflotar la concordia, la moderaci¨®n, la legalidad y otras palabras nobles y bienintencionadas como empat¨ªa o di¨¢logo. Es un l¨¦xico que apreciamos y respetamos, a ver qui¨¦n se atreve a escribir que no quiere dialogar, que est¨¢ en contra de la concordia o que no quiere saber nada de la legalidad, pero lo cierto es que costar¨ªa tanto escribirlo como transigir con el manoseo que en no pocas ocasiones convierte esas palabras en palabrer¨ªa, en gritos o en contratos de adhesi¨®n.
Se apela al di¨¢logo, a la moderaci¨®n, a la tolerancia y a la legalidad en la mayor parte de las ocasiones sin tener en cuenta que la asimetr¨ªa desequilibra los argumentos. Durante a?os, siempre que el poder ha sido suficientemente estable para mantenerlo, hemos sido espectadores de un gran mon¨®logo. Se lleg¨®, como mucho, en tiempos de mayor¨ªas relativas, a alguna nota a pie de p¨¢gina que algunos quer¨ªan ver como el comienzo de un inicio que nunca empez¨® de verdad. Se pide moderaci¨®n despu¨¦s de tres d¨¦cadas de enviar negociadores a Madrid. Me cuesta mucho ver como radicales a Roca, a Obiols o a Duran, y Puigcerc¨®s estaba a partir un pi?¨®n con Zapatero. Cada negociaci¨®n era un di¨¢logo, puede que fueran discusiones feas, embarradas y desagradables, pero aun as¨ª el pacto hac¨ªa las veces de enlace. Cada ley marcaba una ida y una venida, creaba lazos y v¨ªnculos.
Hasta que el Estado vio que dar la mano no le rentaba tanto como levantarla. Ese Estado, cuya fuerza nadie pone en duda y cuyas razones son cuestionadas por todos, no asumi¨® que el l¨¦xico cambia cuando lo hace el contexto. Prueba de ello ha sido la zafia utilizaci¨®n de la muerte de Adolfo Su¨¢rez y de su epitafio, ¡°La concordia fue posible¡±.
La concordia se acuerda, como su propia etimolog¨ªa indica, no se impone, se construye con el otro, con los dem¨¢s, con los tres diputados del Parlament que fueron hasta el Congreso con resultados previsibles y lamentables. No han entendido que todo esto ha sido una solicitud de di¨¢logo permanente, intensa y en todos los frentes. Han moderado tanto el acto de parlamentar que se han quedado sin palabras, sin respuestas y sin interlocutor.
Se intenta demostrar que el derecho a decidir no existe, pero cuando pides alternativas encuentras ret¨®rica, no pol¨ªtica
La estrategia es la misma desde hace siglos. El Estado quiere que se consiga el efecto sin que se note el cuidado, no cree en las palabras que dice defender y, en cambio, lucha contra las que dice que promociona. Dime de qu¨¦ careces y te dir¨¦ de qu¨¦ presumes: repiten tantas veces que hay que evitar la crispaci¨®n y la fractura que pierden credibilidad por las exageraciones y los aspavientos. En eso, como en tantas otras cosas, el manual es transparente, manda sobredimensionar unas palabras y enflaquecer otras, llegando incluso a manipular las entradas del diccionario de la RAE. Podemos encontrar la definici¨®n de mayor¨ªa silenciosa y las modificaciones sobre refer¨¦ndum, soberan¨ªa y otras. Estoy esperando la definici¨®n de tercera v¨ªa. O la de fractura social, con una fotograf¨ªa de las paradas de Sant Jordi.
Se intenta demostrar que el derecho a decidir no existe, pero cuando pides alternativas encuentras ret¨®rica, no pol¨ªtica. Si esto tuviese soluci¨®n que no pasase por un refer¨¦ndum, ?no creen que ya habr¨ªan dado con ella? A no ser que se quiera cerrar en falso, claro est¨¢. Si en vez de pretender cambiar lo que la gente puede votar intentan que no se vote, la trampa es demasiado obvia. Tenemos que remontarnos a Zapatero y a su negaci¨®n de la crisis para encontrar otra maniobra de magnitud y torpeza parecidas. Juan Jos¨¦ Mill¨¢s escrib¨ªa esta semana que cualquier d¨ªa nos proh¨ªben la realidad y en esas estamos.
Los signos y sus significados son claros. No veo m¨¢s energ¨²menos inmoderados por las calles de Granollers que por las de Segovia. Es m¨¢s, la gente tiene ganas de hablar, precisamente eso es lo que piden. No veo que los habitantes de Centelles, Gandesa o Poblenou tengan ganas de saltarse las leyes que encuentran razonables: algunos pagan la contribuci¨®n, otros sus caf¨¦s y hay quien circula a velocidades adecuadas. ?Hay menos empat¨ªa en Tarragona que en los alrededores del Congreso de Diputados? S¨ª, ya s¨¦ que Felipe Gonz¨¢lez ha propuesto una gran coalici¨®n de PP y PSOE, lo cual significa que hay buen rollo pero tanto no s¨¦ yo.
Mill¨¢s ten¨ªa raz¨®n. Los argumentos son tan endebles que algunos solo esperamos a ver qui¨¦n la dice m¨¢s gorda. Las ideas pol¨ªticas son calificadas de enfermedad, la ultraderecha se camufla en las siglas de Convivencia C¨ªvica Catalana, los hay que todav¨ªa est¨¢n discutiendo la definici¨®n de federalismo y los sindicatos pierden su alma y su significado hist¨®rico por hacerse la foto con ?mnium Cultural.
Se puede hinchar el perro de la historia hasta convertir el catalanismo en poco menos que un monstruo totalitario, se puede recurrir toda la filosof¨ªa occidental para deslegitimar el derecho a decidir, se puede describir la sociedad catalana como la m¨¢s defectuosa de las que pueblan el globo¡ Y un poco, es sano y divertido, pero tanta mala literatura junta empieza a resultar grotesca.
?Francesc Ser¨¦s es escritor
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