Pepeta dio calabazas a Gaud¨ª
Aparece una biograf¨ªa de la mujer que rechaz¨® al arquitecto, dejando el camino expedito a la realizaci¨®n de la Sagrada Familia
Vaya dos fueron a cruzarse. El dise?o del estandarte para la Cooperativa Obrera Mataronense estaba tan cargado de detalles y ¡°arabescos¡± que la bordadora, ni corta ni perezosa, le escribi¨® una carta al autor quej¨¢ndose de lo dif¨ªcil que era coser el dise?o. El artista era el arquitecto Antoni Gaud¨ª y la encargada de coser, la mataronina Pepeta Moreu, que poco despu¨¦s pas¨® a la historia por ser la ¨²nica mujer que recibi¨® una propuesta firme de matrimonio por parte del arquitecto... que rechaz¨®. Y as¨ª quiz¨¢ por ello existe hoy la Sagrada Familia. ¡°El mazazo que recibi¨® le desmont¨® la vida, se la gir¨® 180 grados y lo convirti¨® casi en un anacoreta, un hombre m¨ªstico que se centr¨® desde entonces en el templo¡±, sostiene Agust¨ª Soler, historiador y autor ahora del casi op¨²sculo sobre su t¨ªa bisabuela, Pepeta Moreu. El gran amor impossible de Gaud¨ª (Duxelm).
?Soler aporta algunos detalles m¨¢s a una figura ya conocida ¡ªla estudiosa Ana Maria Ferr¨ªn le dedic¨® ya en 2001 un cap¨ªtulo en su biograf¨ªa Gaud¨ª. De piedra y fuego y aparece en la reciente novela La piedra de fuego, de Glenn Cooper (Grijalbo) ¡ª pero de vida de pel¨ªcula por accidentada¡ª. Cruz¨® los destinos de Pepeta y Gaud¨ª Salvador Pag¨¨s, amigo de infancia del arquitecto, enriquecido en EEUU con la industria textil pero con ideas de socialismo ut¨®pico, que quer¨ªa encargarle la construcci¨®n de una cooperativa y una urbanizaci¨®n para trabajadores en Matar¨® (solo hizo la nave, hoy sede de la Fundaci¨®n Bassat). Pag¨¨s, amigo de la familia Moreu, hab¨ªa propuesto a Pepeta y a otra de sus hermanas peque?as, Agustina, que hicieran de maestras en la escuela de la cooperativa. All¨ª, pues, debieron conocerse, en 1885.
O quiz¨¢ fue en casa de los mismos Moreu, con el padre Antoni (propietario de un velero que compr¨® al tocarle en la loter¨ªa la friolera de 25.000 pesetas de la ¨¦poca y con el que comerciaba ¡ªy traficaba¡ª con Cuba) presidiendo m¨¢s de una sobremesa y tertulias con ideas progresistas, donde corr¨ªan por las butacas cabeceras de corte republicano como La Campana de Gr¨¤cia y El Diluvio, la anarquizante La Tramontana y los versos c¨¢usticos de Pitarra. El atrezzo tambi¨¦n capt¨® la atenci¨®n del detallista Gaud¨ª: buena mesa (como mobiliario y en lo gastron¨®mico), muebles de caoba, reloj de p¨¦ndulo, arrimaderos de mosaico valenciano en las paredes (que de alg¨²n modo ¨¦l exportar¨¢ a sus proyectos de la Casa Calvet y la Casa Vicens) y hasta un piano que tocaba Pepeta, la mayor de tres hermanas y un hermano, alta, ¡°rubia, de cabellos de color oro viejo, casi caoba, de un extra?o atractivo que se hac¨ªa mirar¡±, seg¨²n la describi¨® a?os despu¨¦s el peque?o de los cuatro, Josep Maria; una chica que en los a?os setenta del siglo XIX se pon¨ªa ya un traje de ba?o y, sin pudoroso albornoz, se iba a nadar a la playa de buena ma?ana.
?l acab¨® no cas¨¢ndose nunca; ella lo hizo
Huelga decir que Gaud¨ª se qued¨® prendado. Haci¨¦ndose acompa?ar de su sobrinita Rosita Egea, el arquitecto se presentaba casi todos los domingos a comer y a pasar la tarde con la familia Moreu. ¡°Toc¨¢bamos el piano y cant¨¢bamos y ¨¦l asist¨ªa complacido a todas las expansiones de la familia¡±, recordar¨ªa a?os despu¨¦s Pepeta.
Gaud¨ª, paciente y tenaz, les visit¨® cuatro a?os seguidos. Lo que esperaba lleg¨® en abril de 1889: tras ocho a?os de pleitos, el Tribunal Eclesi¨¢stico del Arzobispado de Barcelona anulaba el matrimonio que una tozuda, jovenc¨ªsima y alocada Pepeta hab¨ªa contra¨ªdo en agosto de 1875 con un exsoldado carlista, Joan Palau Ferrer, que con su dote se compr¨® un falucho y en uno de sus viajes comerciales a Or¨¢n la abandon¨® dej¨¢ndola embarazada. Por m¨¢s que ella intent¨® resistir tocando el piano en un bar de Or¨¢n (¡°malas lenguas dicen que tambi¨¦n alquilando su piel, pero no es cierto; era muy estricta moralmente¡±, afirma Soler), la familia acudi¨® a su rescate.
El arquitecto no tard¨® en mover ficha. ¡°Un d¨ªa el se?or Pag¨¨s me habl¨® del arquitecto, demostr¨¢ndome el inter¨¦s que sent¨ªa por m¨ª, contest¨¢ndole que yo no pod¨ªa tener inter¨¦s alguno hacia ¨¦l, ya que hac¨ªa tiempo que yo ten¨ªa relaciones con Josep Caballol¡±, explic¨® Pepeta despu¨¦s el episodio.
A pesar de esos indicios, Gaud¨ª le habr¨ªa propuesto en matrimonio. Pepeta, mostrando ya un anillo de prometida, lo zanj¨®. ¡°Admiraba al genial artista pero no le gustaba el hombre, poco cuidadoso de su persona, desali?ado; ¡®Lleva el bigote lleno de mocos¡¯, dec¨ªa mi hermana, para explicar su rechazo¡±, record¨® Josep Maria. Ella, a?os despu¨¦s, elogiaba su figura.
La reacci¨®n del arquitecto fue inmediata; no volvi¨® a pisar esa casa ni Matar¨® nunca m¨¢s, evit¨¢ndola incluso cuando ella visitaba en el Park G¨¹ell a la familia amiga del doctor Trias Maxencs, propietarios de una de las tres ¨²nicas casas del complejo junto a la de los G¨¹ell y la del propio Gaud¨ª. Otros cronistas dicen que la espiaba por los patios del Eixample cuando coincidieron viviendo un tiempo en la calle Diputaci¨®.
¡°Gaud¨ª llevaba hasta entonces un vida un poco de dandy, era un arquitecto caro y se codeaba con buenas familias; esa negativa le desmont¨® la vida: estaba en buena situaci¨®n econ¨®mica y social y quer¨ªa una mujer de impacto; y Pepeta lo era, por f¨ªsico y car¨¢cter¡±, defiende Soler, que pone otro ejemplo de la desorientaci¨®n de Gaud¨ª tras el episodio: ¡°Se comprometi¨® con una barcelonesa que romper¨ªa la relaci¨®n para hacerse religiosa de Jes¨²s y Mar¨ªa¡±. No hubo m¨¢s mujeres, al parecer.
El impacto de Pepeta (que se cas¨® una tercera vez, tuvo cuatro hijos ¡ªuno arquitecto y otro ingeniero industrial¡ª que fallecieron sin descendencia y se libr¨® de morir en el atentado del Liceo por desavenencias con la modista en el ¨²ltimo momento sobre el vestido que iba a llevar) condujo a Gaud¨ª a ¡°refugiarse en el misticismo y la religi¨®n como no hab¨ªa hecho hasta entonces¡±, cree Soler. Y a concentrarse en la Sagrada Familia, encargo que recibi¨® en 1884. Quiz¨¢ unas calabazas nunca fueron tan art¨ªsticamente productivas.
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