¡®Valquiria¡¯ con voces
El mayor r¨¦dito del montaje del Liceo es poder escuchar a las mejores voces wagnerianas actuales
Haber podido escuchar inmensas voces wagnerianas, algunas de las mejores del mundo actualmente, ser¨¢ el mayor r¨¦dito que dejar¨¢n las funciones de Die Walk¨¹re (La Valquiria) en el Liceo.
Se hace dif¨ªcil establecer grados y clasificaciones. Vayamos por g¨¦neros. Los tres papeles femeninos estuvieron defendidos por tres cantantes impresionantes: Anja Kampe dio una hermos¨ªsima dimensi¨®n calida y l¨ªrica a su Sieglinde, Ir¨¦ne Theorin confiri¨® poder a Br¨¹nnhilde pero tambi¨¦n intensa expresividad en su escena final, Mihoko Fujimura bord¨® el muy ingrato papel de Fricka, una especie de insoportable Bolet¨ªn Oficial del Estado en forma de se?ora.
Los tres papeles masculinos tambi¨¦n recibieron interpretaciones soberbias, Eric Halfvarson estuvo rotundo, ¨¢spero, agresivo en el airado papel de Hunding, Albert Dohmen supo dar vocalmente con el lado autoritario de Wotan pero tambi¨¦n supo dar voz al Wotan doliente. En la escena final, fatigado tras m¨¢s de cuatro horas y media de ¨®pera, a¨²n encontr¨® fuerzas para invocar con poder el fuego que rodear¨¢ a su hija durmiente.
Klaus Florian Vogt quiz¨¢ no tenga voz de tenor heroico, quiz¨¢ quedar¨ªa mejor en t¨ªtulos wagnerianos mas ligeros, pero su voz l¨ªrica, clara, dio a Siegmund una ternura, una calidez y una humanidad arrebatadoras, por ello, el conocido Winterst¨¹rme wichen dem Wonnemond fue lo que le qued¨® mejor.
La orquesta empez¨® insegura e irregular, se afianz¨® y acab¨® globalmente bien pero con estropicios puntuales importantes que empa?aban el resultado. Josep Pons volvi¨® a proponer un Wagner que se pudiera cantar sin tener que gritar y muy a menudo lo logr¨®, le fall¨® algo la concertaci¨®n entre voces y orquesta, especialmente al principio y, en ocasiones, unos tempi m¨¢s airosos habr¨ªan fluidificado el discurso. No merec¨ªa el abucheo que un sector peque?o pero ruidoso le dedic¨® al final.
La producci¨®n, dirigida esc¨¦nicamente por Robert Carsen, sigue, con altibajos, la buena l¨ªnea iniciada con Das Rheingolg, el a?o pasado. La dramaturgia apunta hacia el lado correcto, Die Walk¨¹re como expresi¨®n de los efectos destructivos de la ambici¨®n de poder. En pocas ocasiones Wotan ha quedado tan claramente descrito como un l¨ªder pol¨ªtico atrapado en sus propios, torpes pactos.
La direcci¨®n de actores es de primera calidad, el d¨²o entre Wotan y Fricka en el segundo acto, que siempre queda pl¨²mbeo pues no es m¨¢s que una vulgar y tediosa bronca conyugal en un matrimonio burgu¨¦s pero traspasada al Olimpo, en esta ocasi¨®n qued¨® muy bien. La resoluci¨®n esc¨¦nica de algunas escenas, la irrupci¨®n de Wotan, por ejemplo, en el combate entre Siegmund y Hunding fue brillante. En el otro extremo, la aparici¨®n del fuego m¨¢gico al final o la conquista de la espada por parte de Siegmund (que ni la desclav¨® pues por problemas ¡°del directo¡± se le fue al suelo junto con la lona que la cubr¨ªa) quedaron sin gracia ni fuerza esc¨¦nica.
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