Can Vies y la abdicaci¨®n
Trias ha necesitado todo esto para ver que sus concejales no se enteran de nada, lo que es en s¨ª mismo violencia institucional
Los d¨ªas y noches de Can Vies han sido seguidos por la abdicaci¨®n de Juan Carlos I. Cuando las cr¨®nicas del futuro hablen del final del monarca de la Transici¨®n se referir¨¢n como contexto a distintos hechos que la han acompa?ado: uno de ellos ha sido la semana de rabia y fuego de Sants. Si Can Vies ha sido otro preg¨®n, uno m¨¢s, de los cambios en curso en el tejido social y su expresi¨®n p¨²blica airada, la retirada real es el anuncio de un cambio de foco que est¨¢ por ver qu¨¦ iluminar¨¢ a partir de ahora.
Dimite el jefe de los socialistas, dimite el director general de los Mossos, dimite el Rey. Lo de Sants ha coincidido asimismo con la aparici¨®n en el tablero de Podemos, el triunfo electoral de Esquerra y de Bildu y tambi¨¦n con las condenas a Millet y a Blasco, que no obstante lograr¨¢n eludir la prisi¨®n. Y con la esclerosis de los partidos mayoritarios hasta ahora, tambi¨¦n CiU y PNV. Pero vayamos a Sants.
Un barrio de tradici¨®n obrera y asociativa se debate por mostrar las razones por las que un edificio ocupado durante diecisiete a?os no es un accidente. Pero los medios no saben con qui¨¦n han de hablar. Los portavoces de Can Vies son dos j¨®venes con apodos (Pau Guerra y Marc Just¨ªcia) y no se andan con eufemismos para explicar sus razones ni cambian su lenguaje ante una c¨¢mara. Can Vies, dicen, es un espacio de lucha, que lo entienda quien pueda y quiera. Josep Maria Domingo, presidente del Centre Social de Sants, intenta mediar entre los j¨®venes y el Ayuntamiento y se retira cuando los j¨®venes alegan que tras la demolici¨®n no hay nada a negociar. Los j¨®venes y los abuelos, las generaciones que se comprenden bien. Sigamos. Ante los disturbios que siguen, el concejal del distrito que orden¨® el desalojo y la demolici¨®n, Jordi Mart¨ª, no sabe d¨®nde meterse. Cuando los medios por fin conocen a sus interlocutores j¨®venes, el lenguaje de unos y otros no coincide. Hay algo de quiebra moral en esta incomprensi¨®n. Arde una unidad m¨®vil de TV3, la televisi¨®n p¨²blica.
Los violentos, la violencia en la calle y en los argumentos, como ¨²nico lenguaje comprensible. El fuego, las pedradas y los golpes de porra se adue?an de Sants y, a su vez, cuando las televisiones se ponen a explicar lo que pasa, reproducen en el plat¨® lo mismo. No razones y errores, sino que escenifican la misma violencia. Cuando una periodista que se patea la calle expone la base de los hechos, a su lado otro periodista empieza a lanzar gritos contra la violencia para no dejarla hablar. Cabr¨ªa debatir qu¨¦ violencia es peor. El alcalde Trias ha necesitado que pase todo esto para tomar conciencia de que sus concejales de distrito no se enteran de nada, lo que es en s¨ª mismo una violencia institucional: ignorar al barrio. Tambi¨¦n es violencia el argumentario period¨ªstico que sin saber qu¨¦ pasa en otro lugar que no sea el propio despacho tiene recetas para acabar con los violentos. Gritos de alguien que se dir¨ªa un infiltrado del concejal de distrito ciego y sordo aunque no mudo ni manco. O de los Mossos.
Es de sentido com¨²n pensar que si Can Vies existe desde hace diecisiete a?os es que no hay violencia en su gesti¨®n, nada resiste tanto si lo llevan violentos
Es de sentido com¨²n pensar que si Can Vies existe desde hace diecisiete a?os es que no hay violencia en su gesti¨®n, nada resiste tanto si lo llevan violentos. Los vecinos se quejan del ruido de sus fiestas nocturnas y de suciedad al terminar, no de otra cosa. Pero cuando la violencia estalla se manifiesta algo que cuesta de asumir. El ideario de la clase media en desaparici¨®n resiste tanto como Can Vies.
Los puentes del lenguaje se han ido rompiendo, por lo que cabe celebrar que el alcalde Trias haya reaccionado callando cuando la gente de Can Vies empez¨® a formar una cadena de brazos para limpiar la casa de ruinas. Todo estaba yendo a peor.
La noche del s¨¢bado los Mossos se permitieron cambiar las formas del Estado de derecho en una manifestaci¨®n. A pesar de sus transformaciones ?tolera el Estado de derecho que la polic¨ªa pueda grabar en v¨ªdeo el DNI de un manifestante ni fotografiarle, incluso ponerle una sudadera para ver si as¨ª se parece m¨¢s a los sospechosos que el polic¨ªa fot¨®grafo tiene en mente? Si existe apoyo legal se ha aplicado con nocturnidad y alevos¨ªa, al igual que la demolici¨®n de Can Vies.
La maniobra de encapsulamiento de los manifestantes dur¨® tres horas y ocup¨® a 300 polic¨ªas que trataron as¨ª a 225 manifestantes. Una juez ha recordado adem¨¢s que la polic¨ªa no puede prohibir a un encausado que se vuelva a manifestar. Pero el debate sobre qu¨¦ puede hacer la polic¨ªa ha sido aparcado al saltar la noticia de esta semana: el Rey abdica.
Preferimos tener j¨®venes desesperados o narcotizados sin hacer nada o expatriados que tenerlos ocupando locales p¨²blicos a su modo y manera. Pero no todos los j¨®venes est¨¢n dispuestos a dejarse hacer. La instituci¨®n municipal tuvo que reconocerlo ayer y transigir. Juan Carlos I no habr¨¢ pensado en Sants al escoger la fecha pero s¨ª, tambi¨¦n ha abdicado a causa de Can Vies. Generaciones.
Merc¨¨ Ibarz es escritora
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