Un cumplea?os rejuvenecedor
Los murcianos se conceden un ba?o de masas y de colaboraciones enriquecedoras para grabar en directo la celebraci¨®n de su vig¨¦simo aniversario
En tiempos en que no se venden discos, y mucho menos a¨²n soportes audiovisuales, que los murcianos M-Clan se concedan el gustazo de celebrar su vig¨¦simo cumplea?os con un CD y DVD para la posteridad parece casi un anacr¨®nico gesto de orgullo. Buena cosa es, puesto que Carlos Tarque nunca ha ocultado su pertenencia a la vieja escuela rockera, el gusto por una escritura que en los inicios ten¨ªa mucho de revivalista y a¨²n hoy, inmersa en una envidiable madurez, mira sin disimulo hacia algunas de las mejores bandas que poblaban la geograf¨ªa estadounidense cuatro d¨¦cadas atr¨¢s: Allman Brothers, Doobie Brothers, Little Feat. Lo asombroso es que, con unas referencias tan a?ejas y mel¨®manas (a?adan a Free y el primer Rod Stewart por el flanco brit¨¢nico), Tarque y el guitarrista Ricardo Ruip¨¦rez lograran pulverizar las localidades del Price tanto el viernes con el s¨¢bado y despertasen en la pista y el grader¨ªo un nivel de entusiasmo como llevaba tiempo sin percibirse en la Ronda de Atocha.
Habr¨¢ que comprobar cu¨¢nta de esa excitaci¨®n habr¨¢n sido capaces de capturar las c¨¢maras y la mesa de sonido. A los testigos presenciales seguramente les quede el recuerdo de unas noches vigorosas (casi dos horas y media por sesi¨®n) e impregnadas en sudor y adrenalina. Tarque puede lucir alguna franja blanquecina en su cabellera, pero nunca hab¨ªa atravesado por un momento tan dulce en su faceta de agitador: consigue poner en pie al respetable a la menor insinuaci¨®n, incita braceos y ovaciones un¨¢nimes, brinca sobre los monitores con elasticidad juvenil, canta con una garganta m¨¢s negroide y rasgada de lo que nunca imagin¨® y se concede un memorable ba?o de masas final cuando interpreta Maggie despierta paseando entre el p¨²blico e inmortalizando la escena con una peque?a c¨¢mara de bolsillo.
Carlos y Ricardo, su mucho m¨¢s sosegado socio, plantean un men¨² eminentemente cl¨¢sico: eluden la tentaci¨®n de estrenar temas in¨¦ditos, omiten por completo su mediocre ¨²ltimo ¨¢lbum (Arenas movedizas) y ahondan en sus dos discos anteriores, Memorias de un espantap¨¢jaros y Para no ver el final, los de la madurez sin hipotecas de radiof¨®rmula. En realidad, la gran apuesta de las dos noches radica en la abultada n¨®mina de invitados, un recurso que a menudo desemboca en cortes¨ªas huecas, besamanos fingidos e interpretaciones de tr¨¢mite. No fue el caso, ni siquiera con Bunbury, el m¨¢s ins¨®lito de los colaboradores. El zaragozano tira de tics pero sale casi ileso de Miedo, una balada a lo Aerosmith que le pega m¨¢s bien poco.
Miguel R¨ªos estrena condici¨®n de septuagenario con un notable trabajo en el espl¨¦ndido Roto por dentro, Alejo Stivel se divierte con Usar y tirar y Ariel Rot alardea de pulso guitarr¨ªstico en Me est¨¢s atrapando otra vez, que evoca a Wonderful tonight pero con la mano menos lenta. Los argentinos Guasones se suman a la adaptaci¨®n al castellano de Like a rolling stone, pero el triunfador indiscutible de la noche es El Drogas, erigido en una especie de maravilloso Quasimodo antisistema para Las calles est¨¢n ardiendo. El antiguo l¨ªder de Barricada ejecuta, precisamente, lo que demanda el guion: incendiar el pabell¨®n con un discurso vitri¨®lico y una voz tan profunda e inquietante como una psicofon¨ªa.
La banda, que por momentos suma hasta diez efectivos, viste prendas rojas y negras y se comporta con demoledora eficacia, si acaso con algunas carencias de profundidad por parte de los metales. Pero los jefes son los jefes y, ya casi al final, el t¨¢ndem Tarque/Ruip¨¦rez se permite recrear en solitario (voz y guitarra ac¨²stica) D¨®nde est¨¢ la revoluci¨®n, una pieza que hoy resuena m¨¢s honda y dolorosa que 17 a?os atr¨¢s. Milagros y paradojas propios de un cumplea?os rejuvenecedor.
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