El pa¨ªs del f¨²tbol en tierra de enemigos
Los brasile?os celebran el Mundial fuera del pa¨ªs y se hacen dignos del estereotipo de fiesteros
El des¨¢nimo que se apoder¨® del pa¨ªs anfitri¨®n del Mundial parece ser bastante remoto para los brasile?os que viven en Espa?a. O por lo menos esta es la impresi¨®n que pasan los hinchas reunidos el d¨ªa de apertura en la Casa do Brasil de Madrid. Esa peque?a muestra de la comunidad brasile?a en el exterior celebra el Mundial con orgullo, lo que siempre fue habitual en el pa¨ªs del f¨²tbol y nunca hab¨ªa sido puesto en duda antes de junio del a?o pasado. La distancia y la nostalgia se imponen, y la opini¨®n es un¨¢nime: ¡°El clima de protesta no alcanza llegar aqu¨ª¡±.
Cristina, que lleg¨® a Espa?a hace dos a?os y medio, repite un estereotipo para explicar el ambiente relajado que se experimenta en este momento: ¡°Los brasile?os son as¨ª, se quejan un mont¨®n pero, en cuanto llega el d¨ªa, lo que les gusta es la fiesta¡±. Aline, carioca que vive en Madrid desde hace seis a?os, afirma que entiende la insatisfacci¨®n del pueblo brasile?o, pero no entra en detalles: ¡°para m¨ª es dif¨ªcil opinar, porque no estoy viviendo aquello todo. Lo que s¨ª estoy viviendo es la crisis de Espa?a¡±. Es el segundo Mundial que pasa en la Casa do Brasil, y echa de menos los puestos de comidas t¨ªpicas que hab¨ªan instalado en 2010. En vez de la caipirinha, este a?o se bebe cerveza, y en lugar de la empadinha brasile?a, el bocadillo espa?ol. Mientras tanto, el grupo de black music Funk Como le Gusta toca cl¨¢sicos de la M¨²sica Popular Brasile?a.
Cassio de Almeida, director de la Casa do Brasil, organiza ese evento cada Mundial desde 1994, y se sorprende con la cantidad de gente que ha venido a ver el primer partido este a?o. Desde la zona VIP, observa el jard¨ªn del colegio mayor y estima que hay cerca de 1.000 asistentes. Acaban de avisarle que los tickets para bebida se acabaron. Y eso que el partido todav¨ªa no hab¨ªa empezado. Los que se re¨²nen aqu¨ª forman una afici¨®n brasile?a con todo lo que es de costumbre: sombreros verde y amarillos, camisas de la selecci¨®n, banderas y pareos de Brasil.
¡°Los espa?oles son relajados, pero los brasile?os lo son m¨¢s a¨²n¡±, comenta un aficionado turco
Eigi, de 24 a?os, es estudiante de arquitectura en el Estado de Minas Gerais y est¨¢ en Madrid desde agosto de 2013, becado por el Ciencia sin Fronteras (programa de movilidad del gobierno brasile?o). "No sab¨ªa que iban a venir tantos brasile?os. Me gusta, porque despu¨¦s de casi un a?o aqu¨ª uno tiene nostalgia de casa¡±, comenta, pese a que ¨¦l est¨¢ con sus conterr¨¢neos la mayor parte del tiempo: ¡°Los espa?oles son simp¨¢ticos, pero no hay mucha convivencia, de salir de fiesta y tal¡±. Hay tambi¨¦n muchos guiris, que vinieron con amigos brasile?os o que llegaron aqu¨ª atra¨ªdos por la fiesta. Erkut Bocek es turco y lleva cinco a?os en Madrid. Se pint¨® el rostro con los colores de Brasil y sujeta una copa de cart¨®n del Mundial. Le encanta el ambiente: ¡°uno piensa que los espa?oles son tranquilos y relajados, pero los brasile?os muestran que lo son m¨¢s a¨²n¡±.
En el p¨²blico hay, sobre todo, estudiantes y j¨®venes, pero tambi¨¦n familias. La carioca Renata Dutra, que lleva 15 a?os en Madrid, ha venido con su ¡°t¨ªpica familia hispano-brasile?a¡±. Ataviada con la camisa de la selecci¨®n, trajo sus hijos ¨C dos espa?oles de siete y cinco a?os ¨C, a la Casa do Brasil para que ¡°conozcan el ambiente de fiesta brasile?o¡±. Un amigo suyo que estuvo en R¨ªo hace un par de semanas le cont¨® que todos all¨ª est¨¢n tristes y desanimados: ¡°Los taxistas y los empleados de hoteles, por ejemplo, est¨¢n revoltosos. Nadie quiere que Brasil gane el Mundial, para que Dilma no se lleve el cr¨¦dito. A los que est¨¢n aqu¨ª, por otro lado, no les importa¡±, comenta, se?alando a la multitud. Dutra afirma estar ¡°orgullosa de la madurez del ciudadano brasile?o¡±, siempre y cuando las manifestaciones sean pac¨ªficas.
¡°?Ahora!¡±; ¡°?Joder!¡±, grita Carlos, que lleva 13 a?os en Espa?a y ya casi no habla el portugu¨¦s
En cuanto empieza el partido, la multitud grita y aplaude. Suena el himno y algunos llevan la mano al pecho. Los que han venido se sientan y ven el partido en dos teles de 50 pulgadas cada. En el fondo, la gente est¨¢ m¨¢s dispersa, bebe, charla y se queja de la falta de una pantalla m¨¢s grande. Y muchos no se dan cuenta de que Marcelo meti¨® un gol en la propia puerta. Cuando Neymar marca el primer gol, sin embargo, la celebraci¨®n es general. Durante el penalti, nadie se quita los ojos de la pantalla. ¡°?Ahora!¡±; ¡°?Joder!¡±, grita Carlos, que lleva 13 a?os en Espa?a y ya casi no habla el portugu¨¦s.
Dos chicas gritan de alegr¨ªa al encontrarse con un rep¨®rter de la TV Globo. Puede que, a veces, cuando se juntan muchos en un evento tan importante para el pa¨ªs, uno de los estereotipos del pueblo brasile?o ¨C las ganas de fiesta ¨C, supera a otro ¨C la pasi¨®n por el f¨²tbol. Y puede tambi¨¦n que, en un grupo de brasile?os que viven lejos de casa, esos estereotipos parezcan m¨¢s reales.
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