Mozart y Schubert para los grabados de Goya
El Cuarteto Del Pino cierra el ciclo de conciertos organizado en el Museo de Belas Artes da Coru?a
El cuarteto Del Pino (Daniel del Pino, piano; Fumika Yamamura, viol¨ªn; Gabriel Bussi, viola y Elena Escalza, violonchelo) cerr¨® el domingo el XIII Ciclo M¨²sica para unha ¨¦poca, del Museo de Belas Artes da Coru?a, que pone en relaci¨®n la pl¨¢stica y la m¨²sica de un momento de la Historia del Arte. En esta ocasi¨®n, la colecci¨®n de grabados de Goya fue ilustrada musicalmente por el Adagio e rondo concertante para piano, viol¨ªn, viola y violonchelo, D. 487 de Schubert, y dos obras de Mozart: el Tr¨ªo para clarinete, viola y piano, K. 498, en versi¨®n para viol¨ªn, viola y piano, y el Cuarteto para piano, viol¨ªn, viola y violonchelo, K. 478. Tres obras en la l¨ªnea exploratoria tan propia del iluminismo como lo fue la continua b¨²squeda de renovaci¨®n t¨¦cnica con la que Goya afront¨® el grabado calcogr¨¢fico como medio de expresi¨®n art¨ªstica y retrato de la sociedad.
El tr¨ªo de Schubert es una de las escasas muestras de obras concertadas para piano de su autor. La obra muestra, como explic¨® Del Pino, este mismo af¨¢n experimental del vien¨¦s en una ¨¦poca de gran evoluci¨®n t¨¦cnica en la construcci¨®n del instrumento. La calidad de su escritura fue refrendada por la ejecuci¨®n del cuarteto con un sonido muy empastado desde el Adagio inicial. La versi¨®n del Rondo tuvo una gran solidez, con el mayor protagonismo mel¨®dico del piano y la tensi¨®n expresiva creciente hasta su brillante final.
La versi¨®n para viol¨ªn, viola y piano del Tr¨ªo K.498 tiene una escritura muy concertante que permiti¨® lucirse a los tres int¨¦rpretes; desde el Andante hicieron una lectura estil¨ªsticamente id¨®nea. El Minueto, un soberbio ejemplo de evoluci¨®n puramente mozartiana, dej¨® aspirar un cierto aroma del instrumento original en algunas escalas del viol¨ªn y su brillante final provoc¨® el aplauso de algunos espectadores. La versi¨®n del allegretto final fue excelente, con los tres m¨²sicos a un gran nivel interpretativo.
En el Cuarteto K. 478, los di¨¢logos entre las cuerdas y los de estas con el piano en el Allegro inicial mostraron una excelente precisi¨®n del grupo, con esas miradas entre sus miembros tan caracter¨ªsticas de un buen entendimiento y del placer de hacer m¨²sica juntos. La expresi¨®n llena de sentimiento en el sucesivo canto de las cuerdas y el piano del Andante tuvo momentos de gran hondura. El Rondo final tiene ese doble car¨¢cter de lo que en su momento no dejaba de ser m¨²sica de consumo pero llena de la excelsa calidad y la genial creatividad de su autor.
Un doble car¨¢cter que se intuye asimismo en el cambio de tonalidad previo a los compases finales, en el que es dif¨ªcil decidir si es una premonici¨®n de futuras trascendencias beethovenianas o una broma al mejor estilo de Haydn. La magn¨ªfica interpretaci¨®n del Cuarteto Del Pino dej¨® esa sensaci¨®n de misterio como un acicate para volver a escuchar la obra: esas ganas de escuchar m¨¢s m¨²sica que quedan despu¨¦s de los buenos conciertos.
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