Los caminos de Chillida
La sala Kubo de San Sebasti¨¢n muestra las l¨ªneas que tejen la obra del escultor
Cuando el escultor Eduardo Chillida (San Sebasti¨¢n 1924-2002) finaliz¨® Elogio del horizonte IV, una de las obras m¨¢s significativas del artista y que corona el cerro de Santa Catalina de Gij¨®n, alguien del Ayuntamiento asturiano le propuso trazar una serie de caminos que condujeran a la escultura. Chillida se neg¨®. Quer¨ªa que cada cual se aproximara a su obra de forma instintiva, sin un camino que les guiara, recuerda su hijo Ignacio Chillida. Y sobre los pasos que dio el escultor, sobre los senderos que transit¨® y que se suceden en su obra, unas l¨ªneas "siempre nunca diferente, pero nunca siempre igual", la sala Kubo de San Sebasti¨¢n inaugura esta tarde la muestra Chillida. Bideak / Caminos, el regreso del escultor a su ciudad, tras la gran antol¨®gica que le brind¨® en 1992.
"Te vas acercando, la vas viendo, analizando, pero al final, lo que se impone es que t¨² la notas estando dentro de ella, por su escala, por lo que sea, no lo s¨¦. Algo pasa ah¨ª que es lo que yo he buscado. Incluso cuando se quiso urbanizar aquello y empezaron a hacer unos caminos, ped¨ª que lo dejaran tal y como estaba, con la flora que hab¨ªa, que permitieran que la gente se arrimase por leyes seg¨²n las cuales se construyeron siempre los caminos", dej¨® dicho el propio Chillida sobre una obra que, como subraya su hijo y comisario de la exposici¨®n, fue con la que m¨¢s cerca estuvo de asir aquello que persigui¨® a lo largo de toda su trayectoria.
La exposici¨®n, compuesta por 130 obras entre esculturas, esbozos, peque?as reproducciones y fotograf¨ªas, y hasta el 28 de septiembre, se divide en tres zonas. La primera, en la que se descubre a la persona tras el escultor, muestra el compromiso de Chillida con aquello que le rodea. El escultor dise?¨® el logotipo de la Universidad del Pa¨ªs Vasco y de las primeras organizaciones pro Amnist¨ªa en 1977 y el posterior distanciamiento cuando la violencia terrorista no ces¨® con la llegada de la democracia. Una carta al entonces rey Juan Carlos, en 1977, en la que ped¨ªa la excarcelaci¨®n para "los presos pol¨ªticos vascos", otra misiva, en 1996, esta vez dirigida a ETA para que pusiera en libertad al edil del PP Miguel ?ngel Blanco.
Caminos, como han subrayado los organizadores de la muestra, que a veces "siguen una misma direcci¨®n, otras veces se desv¨ªan para regresar a un mismo punto de partida, luego toman uno nuevo y derivan probando una nueva orientaci¨®n". Y entre la producci¨®n art¨ªstica de Chillida no hay obras que mejor representen el compromiso del artista como las ideadas para espacios p¨²blicos. Como la de Gij¨®n, como Casa de nuestro padre, en Gernika, como Jaula de la libertad, en Trier (Alemania), y as¨ª hasta 45. Obras, precisa el comisario de la muestra, de y para todos, no para un coleccionista, para estar encerradas, y que protagonizan el primer espacio de la muestra con fotograf¨ªas y los esbozos que precedieron a las esculturas.
La exposici¨®n contin¨²a en la sala principal con obras como Peine del viento XVII que su mujer, Pilar Belzunce, le pidi¨® que le hiciera y no cej¨® hasta que lo consigui¨®, recuerda su hijo. "Le limpiaba el despacho para ponerle a la vista los esbozos que le condujeran a terminar la obra". Una pieza que con uno de sus brazos dibuja lo que pudiera ser una trompa de un elefante, de seis toneladas, y que ha supuesto un peque?o quebradero de cabeza para los organizadores de la exposici¨®n, ya que se tuvo que analizar la estructura del Kursaal para determinar si pod¨ªa soportar el peso. Este segundo espacio traza el camino de Chillida a trav¨¦s de los materiales que caracterizan sus obras y del di¨¢logo de estas con la arquitectura.
Junto al Peine que se le antoj¨® a su mujer, descansan dos de las primeras esculturas del artista, una en bronce, Ikaraundi (1957), un material extra?o en la trayectoria de Chillida, y fruto del encargo de un galerista. "Cuando mi padre vio las obras, varias reproducciones, todas seguidas, le pareci¨® una zapater¨ªa, y aunque se estuviese jugando su futuro, le dijo al galerista, que nunca volver¨ªa a trabajar de esa forma", explica su hijo. De la relaci¨®n de Chillida y los materiales que emple¨®, una muestra es Escuchando a la piedra IV, una mole de granito procedente de la India, cortado con t¨¦cnicas artesanales y sobre el que el escultor hizo unas incisiones en su tercio superior, las justas para conservar la esencia del material.
Por ¨²ltimo, por tratarse de San Sebasti¨¢n, y por ser el camino por el que Chillida m¨¢s tiempo transit¨®, la muestra dedica una sala al Peine del Viento que el escultor ide¨® para su ciudad. Una serie de dibujos muestra las diversas formas que el escultor forj¨® en su cabeza, el devenir de una escultura que primero fue pensada para anclarse sobre el suelo y, posteriormente, sobre tres rocas. Chillida trabaj¨® a lo largo de toda su trayectoria en diversos Peines y, en concreto, el que decidi¨® reglar a San Sebasti¨¢n tard¨® 11 a?os en crearlo.
Y todo Chillida, como destaca su hijo, conduce a Chillida Leku, el sue?o del artista, el caser¨ªo de Hernani donde su obra dialoga con la naturaleza, pero cerrado desde 2011 a consecuencia de la crisis. "Caminante, son tus huellas / el camino y nada m¨¢s; / Caminante, no hay camino, / se hace camino al andar", versos del poeta Antonio Machado interpretados por Serrat que el escultor junto a sus hijos "cantaba en casa, todos juntos, cuando viaj¨¢bamos, en coche o en autob¨²s, cuando ¨¦ramos ni?os y de no tan ni?os".
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